lunes, 27 de marzo de 2017

TRADUCIENDO a Marina Colasanti: “Soy una profesional, no una niñera”


Entrevista realizada el 09/11/2015

Ganadora del Premio Jabuti en 2014, Marina Colasanti habla sobre su modo de hacer Literatura infantil y juvenil, las inspiraciones y el sentimiento de que aún hay mucho trabajo por delante. Para Marina Colasanti, en el acto de escribir no hay nada romántico.

A la autora de cuentos de hadas e historias maravillosas no le gusta que asocien su maternidad a la producción infantil – “¡Tengo horror a eso! - y dice que no escribe para nadie, sino para ella misma. Con 58 obras publicadas y siete premios Jabuti, Marina está convencida de que todavía hay mucho trabajo por delante y asume, al contrario de lo que la mayoría de sus colegas escritores, que le gusta releer sus textos.

En una visita reciente a Fortaleza, para asistir a una fiesta literaria, conversó con O povo unas horas antes del evento. Contó cosas sobre su pasado – las andanzas por el mundo y la llegada a Brasil – y también sobre los primeros años de carrera. Reveló la inconsistencia de sus hábitos de escritura y el origen de su inspiración – “está en todas partes, basta con mirar”.

Además, ha hablado sobre aquellos que le son más queridos: el escritor Affonso Romano de Sant’Anna, su marido y copydesk, y su amiga Clarice Lispector, personaje de una saga real en busca de una cartomántica que más tarde aparecería en el libro A hora da estrela. 


O POVO – Sus padres son italianos, pero usted nació en África. ¿Qué estaban haciendo allí? 
Marina Colasanti  Mi padre había participado como voluntario en las Guerras de la Conquista, las guerras coloniales, debido a su espíritu juvenil y patriota. Él se enamoró de África, tal vez hubiera sentido alguna semejanza con Brasil, que le gustaba mucho, y decidió vivir allí; así que pidió la transferencia. Yo nací en Asmara, capital de Eritrea, que formaba parte de Etiopía y que logró la independencia después de 40 años de lucha. Fui etíope durante un tiempo, ahora no lo soy más. Después, me fui a vivir a Trípoli, en Libia, que también era colonia italiana. 

OP – ¿Usted tuvo la oportunidad de visitar Eritrea ya siendo adulta?
MC – No, no lo he conseguido. Escribí un libro de memorias llamado Minha guerra alheia (Mi guerra ajena) y traté de ir hasta allá para comprobar la situación, pero no fue posible porque Eritrea no tiene representación diplomática en Brasil. ¡Tal vez yo sea la única persona de Eritrea viviendo aquí! Intenté ir a Trípoli, por ende era el período Kadafi y solo se podía viajar en grupos turísticos organizados, para ver aquello que querían que la gente viese. Y no hago nada organizado, sobre todo con dictadores. Así que me fui a Túnez, a Marruecos, circundé la África mediterránea, pero no pude ir a mis dos países.

OP – ¿Y cómo vinieron a parar a Brasil?
MC – La tía de mi padre, hermana de mi abuelo paterno, fue una gran cantante lírica y se casó con un brasileño, de una familia tradicional de armadores. Mi padre vino con su padre, que era el padrino de esa boda. Eso fue en 1925. Después, mi padre siendo aún joven pasó un año aquí, hizo de las suyas y su tío lo envió de vuelta a Italia. De modo que él ya conocía el país, le había parecido una gozada Rio de Janeiro, tenía familia aquí. Cuando acabó la guerra e Italia estaba destruida, él tomó el primer navío y vino. Dos años más tarde, nosotros vinimos. 

OP – ¿Cómo fue su adaptación? 
MC  Tranquila. No tuve que hacer grandes esfuerzos con la lengua, porque en la casa a donde me fui a vivir, donde vivía parte de mi familia, todos hablaban italiano y portugués. Fue un cambio muy suave, y un niño se adapta a cualquier lugar. Además, ya me había adaptado varias veces, cambiando de país y de ciudades. Durante la guerra, la gente se mudaba siempre. 

OP – Su padre y su hermano se hicieron actores en Brasil y trabajaron en telenovelas y películas. ¿Usted nunca tuvo interés en ejercer como actriz?
MC  No. Yo incluso hice un curso de teatro con Celi (el actor y director de cine italiano Adolfo Celi), que estaba casado, en aquel momento, con Tônia Carrero, pero me di cuenta de que no era el tipo de vida que quería. En aquel momento tampoco era una carrera muy tentadora. No quería vivir en la noche. Y era una carrera solo de teatro, ¿verdad? Con condiciones muy precarias. Entonces me fui a trabajar con periodismo. 

OP – Usted fue a estudiar Periodismo y Bellas Artes. ¿Su familia tenía una posición económica cómoda aquí?
MC – Mi tía era dueña del Parque Lage. Nosotros vinimos para vivir allá y era muy cómodo. Mi padre trabajaba en las empresas de ella. No éramos ricos, pero tampoco fuimos nunca pobres. Cuando ella regresó a Italia, mi padre compró una granja, se volvió actor y listo. Pero tenemos este vínculo con el arte desde Italia. Mi abuelo paterno era profesor de Historia del arte y autor de muchos libros. En la época, fue Director General de Bellas Artes, lo que hoy equivaldría a un Ministro de Cultura en Brasil. Vino a Brasil para dar conferencias, tenía una cátedra en Buenos Aires. Su hermana más pequeña era una gran cantante. Su hermano era arquitecto, escenógrafo, figurinista, trabajó con Gina Lollobrigida, con Sophia Loren, hizo cine y teatro. Por lo tanto, yo pertenecía a una familia en la que difícilmente sería científico nuclear. 

OP – ¿Y el acercamiento a la Literatura? ¿Usted siempre leyó, desde muy niña, o fue una aproximación más tardía?
MC – Yo leo, desde que era una niña, todo, siempre. Literatura infantil, menos. Los cuentos de hadas me los contaban cuando yo ni tan siquiera leía. Hasta los seis años leí cuentos de hadas. De allí en adelante, lo que he leído de verdad fueron obras literarias adaptadas para jóvenes, de Literatura universal. Muchos libros de aventuras, Stevenson (Robert Louis Stevenson), Salgari (Emilio Salgari). Mucha cosa. Jamás pensé en escribir Literatura infantil.

OP – Cuando llegó a Brasil, ¿leyó a Monteiro Lobato?

MC – No. Soy la única escritora del área infantil y juvenil de Brasil que no es lobatiana. No recibí a Lobato cuando llegué. Mi padre, como regalo de llegada, nos dio la colección completa de Julio Verne, unos libritos rojos, de tapa dura, muy bien editados. Además, nos dio también el Tesoro de la Juventud y la Historia de Brasil de Rocha Pombo, en cinco volúmenes. Solo leería a Lobato después de periodista, por deber del oficio. 

OP – ¿La maternidad interfirió en su producción?
MC – No, no tuvo nada que ver. Tengo horror a esta conversación de que “yo cuento historias maravillosas a mis nietos, así que ahora voy a hacer un librito”. ¡Tengo horror! Esto es una profesión.

OP – Entonces, ¿eso no alteró su forma de hacer Literatura infantil?

MC – Soy una profesional, no soy una niñera. No se trata de libritos o historietas, esto es Literatura. Por lo tanto, el hecho de haber tenido hijos, no tiene nada que ver. Cuando ellas nacieron, yo ya era escritora, y este era el diferencial. Yo era escritora y ya había publicado libros y, asimismo, era periodista y cronista. Ya era una profesional. 


OP  Los cuentos de hadas fueron criticados durante mucho tiempo dado el contenido de violencia utilizado. En su opinión, ¿la Literatura infantil puede tratar cualquier tema o está, naturalmente, limitada?
MC – Este es un tema muy serio. Antes que nada, tengo que hacer una distinción entre Literatura para niños y cuentos maravillosos. Yo trabajo con los dos, pero no son lo mismo. Durante mucho tiempo, en el siglo XIX, cuando se inventó el concepto de “niño”, cuando se volvió un ser distinguido, se consideró que la Literatura infantil, los cuentos eran un caballo de Troya, que servían para vehicular enseñanzas sabias, comportamientos, etc. Dicho de otro modo, era una educación con disfraz, y eso es muy bueno para matar la Literatura en general. ¡Es muy peligroso! Pero hay bellísimos autores dentro de ello, y el propio Lobato consideraba que es importante usar la Literatura para transmitir enseñanzas.

OP  ¿La idea de lo políticamente correcto?
MC  Empezó esa especie de histeria, uno políticamente correcto que hizo que los cuentos de hadas fuesen considerados alienantes. Eran nefandos, había mucha violencia, acababan con muertes. Y fue realizada una operación de limpieza, enviaron a los pobrecitos a la tintorería y casi los mataron. Ellos tienen otra función. Y esta es una postura hipócrita de la sociedad, porque, al mismo tiempo, los niños se están muriendo en las playas, intentando huir de regímenes totalitarios y asesinos; se están muriendo de hambre y violencia en las chabolas del todo el mundo. Los niños viven, en su mayoría, de una manera muy promiscua, viendo la crudeza de la vida adulta. Y paralelamente, la sociedad pensante, bien establecida, bombardea al niño, por medio de la televisión, con cosas violentísimas. Los dibujos animados son mucho más violentos que cualquier cuento de hadas, puesto que no contienen ninguna enseñanza. Es solo la lucha del bien contra el mal, y el bien siempre gana. ¡Mentira! ¡No es verdad! No hay matices, no hay posibilidades. 

OP – En su primer cuento, usted subvierte el cuento de “La Bella Durmiente”, con el propio padre poniendo a la princesa a dormir...
MC – No estaba interesada en reescribir o imitar el cuento original. De los cuentos de hadas de la modernidad, lo que más se hacen son paráfrasis y parodias: la hija de la Cenicienta, que calza un 42, o la hija de la Bella Durmiente, que sufre de insomnio y toma Rivotril. Yo nunca trabajé con esto. 

OP – Percibí algo de Ítalo Calvino al leer su obra, ¿es una asociación correcta?
MC – Calvino estaba muy conectado con los cuentos de hadas porque hizo una antología, él es el Grimm italiano. Trabajó en esa antología durante varios años y escribió cuentos italianos a partir de múltiples versiones de los folkloristas. He leído toda la obra de Calvino. 

OP – Los cuentos maravillosos tienen esas características de perennidad. Pasaron, desde la tradición oral, por diversas Escuelas y corrientes y se mantuvieron. ¿A qué atribuye usted esa característica?
MC – Hoy en día, los etnólogos y antropólogos estudian los cuentos y su permanencia se debe a varios factores. Primero, como has dicho, vienen de la oralidad. Cuando el narrador cuenta, yendo de boca en boca, transita muy ampliamente, no hay fronteras ni barreras, va adaptándose a la lengua del país donde está. Segundo, el narrador adapta el cuento a su humanidad, y eso le permite una adherencia, un reconocimiento inmediato y, a la vez, transfiere hacia el interior  de la narrativa características culturales locales que enriquecen el cuento. 

OP – ¿Por esta razón son eternos?
MC – Son narrativas de sentimientos, hablan de amor, odio, envidia, miedo, de la muerte, de la soledad y del abandono. La ciencia y la tecnología han cambiado a una velocidad vertiginosa. Las estructuras políticas cambian más o menos. No obstante, el ser humano no está cambiando nada, los cambios en los sentimientos humanos son casi nulos. Por otra parte, los cuentos tienen una multiplicidad de lecturas posibles. No hay una obviedad, tanto es que Freud analizó los cuentos de hadas según las normas de la Escuela freudiana. Tienen muchas puertas de entrada, muchas interpretaciones y eso hace que se adapten a cualquier tipo de lector, de cualquier edad. Cualquiera encuentra allí un material que sirve para sus emociones. 

OP – ¿Cómo conquistar a los niños para la Literatura en tiempos de tantos estímulos digitales?
MC – No soy pescadora no trabajo para seducir a nadie. Trabajo para mi trabajo. No tengo ni idea sobre cómo suceden los entreactos. No tengo que seducir a los niños. No tengo respuesta ni quiero tenerla para esa pregunta, porque no me concierne. Yo no escribo “para”, ni con adultos ni con niños. Escribo porque es mi quehacer. Espero que les guste, aunque no tengo certeza. 

OP – ¿De dónde viene la inspiración para sus historias fantásticas? ¿De sus viajes alrededor del mundo?
MC – La vida ofrece mucha más inspiración de la que cualquier artista pueda captar en su trabajo. Ella está por todas partes, basta con mirar. Todo sirve. Y lo que más sirve es aquello que capta nuestra atención de una forma más emocional. Lo que nos emociona es el material más rico. Hay personas de emoción más abierta, que están más dispuestas, que buscan, mientras otras deciden esperar, en un momento trivial. Y yo trabajo así. 

OP – Además de la Literatura fantástica e infantil, usted escribe para adultos y es cronista. Ha ejercido también como periodista y publicista. ¿En cuál de esos espacios se siente usted más cómoda? ¿Y cuál de ellos  la desafía más?
MC – Me siento cómoda en todos y me gustan todos. Siempre trabajo con alegría. Puedo iniciar un trabajo pensando en cosas aburridas, pero cinco minutos después ya estoy riéndome, feliz, embargada por la labor. Los territorios más preciosos son los cuentos de hadas y la poesía. Y a mí me encanta hacer microcuentos, por ejemplo. Trabajo de una forma muy temática y estos microcuentos tienen siempre un eje temático dominante, lo que es muy desafiante e interesante. Uno comienza a darle vueltas al tema, lo pone boca abajo, del revés...

OP – ¿Por qué esa predilección por las narrativas cortas?
MC  Porque son más difíciles. Las cortísimas, entonces, son un sofoco. Uno no tiene base. Y me gusta la economía, lo esencial. Hice cuentos largos, incluso para demostrar que sabía hacerlo, sin embargo, me gusta lo pequeño, buscar lo grande en lo pequeño, a través del pequeño. Y me gusta el trabajo de orfebrería, de la minucia. 

OP  ¿La Marina que escribió Eu Sozinha (Yo solita), en 1968, es diferente de la Marina que fue galardonada con el premio Jabuti de Libro del Año en 2014?
MC Eu Sozinha es un libro de estreno singular. Su tema es la soledad, que era un poco cosa de joven, hablar de un sentimiento tan común, tan duro, tan denso como es la soledad a los veintipocos años. Y los capítulos se dividen entre flashes del presente, de soledad en el presente, y flashes de soledad autobiográficos que van creciendo en el tiempo. Se puede ver que es una estructura compleja, y era eso lo que tenía en mente. Pensé en las bolas de espejos que giran en las discotecas y quería hablar de la soledad así, pa, pa, pa, parpadeando. Entonces, yo parpadeaba el presente y el pasado. Tú ves que ya era una estructura compleja y un tema pesado para arrancar. No sé la razón, pero lo elegí así, y ya estaba determinando que trabajaría siempre con esas dificultades. Me gusta trabajar con las dificultades. 

OP  ¿Cuáles son sus hábitos de escritura? ¿Escribe cuando le viene la inspiración o tiene una rutina?
MC – ¡Figúrate si puedo tener rutina! Hace tres días estaba en Ponta Grossa, en el Estado de Paraná (Brasil). Hoy, estoy aquí (Recife). Mañana, vuelvo a Rio de Janeiro. Imposible tener rutina. Al mismo tiempo, no soy esa persona que, en un santiamén, empieza a escribir. Escribo centrada, en mi oficina. Puedo tomar notas y las tomo todo el tiempo, en cualquier lugar. Trabajo mucho en el aeropuerto y en el avión, con anotaciones y lecturas. Sin embargo, no es un trabajo que parta de una inspiración. La inspiración no es el espíritu santo, no se aloja en nuestra cabeza. Uno tiene que provocar, crear un clima, hay que realizar ciertas lecturas, crear una embocadura para que fluya. 

OP – Son 58 libros publicados y varios premios Jabuti. Marina, como escritora, ¿está satisfecha?
MC  No sé qué es eso. ¿Es aquello que te acabas la comida y no quieres comer más porque estás satisfecha? Yo no sé qué es. ¿Si me gusta el trabajo que hice? Me gusta. Los escritores mienten mucho en este sentido, dicen que no releen sus textos. Voy a decirte una cosa: es imposible no releer los propios textos. Es una profesión que exige. No es verdad que el escritor no se relee. Y el escritor no suele decir esto, pero me gusta mucho cuando yo me releo. Me quedo muy sorprendida, me conmuevo, me sorprendo. “¿Cómo tuve una idea así? ¡Qué locura!”. Convivo bien con mi trabajo. Antes, durante y después. Y tengo mucho trabajo por delante. Estoy satisfecha, miro hacia atrás y pienso. “Bonito, guay, bárbaro”, pero tengo mucha cosa por delante.

OP – En la biografía de Clarice Lispector escrita por Benjamin Moser, el autor cuenta que ustedes eran muy amigas y que le sugirió que buscara a una cartomántica, doña Nadir.
MC – Yo le dije que tenía una cartomántica maravillosa y ella inmediatamente saltó a mi cuello, “Yo quiero ir, yo quiero ir”. Y entonces la llevamos en coche, mi marido y yo, a doña Nadir. Y ella siguió yendo allí hasta el final de su vida, por su cuenta. Pero la primera vez, nosotros la llevamos. Y Clarice volvió con este personaje en A hora da estrela.




Traducción Mei Santana


2 comentarios:

  1. Maravillosa entrevista y soberbia traducción, amiga mía. ¡¡Felicidades!!

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