El Gacetero
De vez en
cuando es necesario que hagamos una limpieza en nuestra vida y en nuestra mente
para poder encontrarnos a nosotros mismos. A menudo podemos apreciar el caos en
el que vivimos y el entorno reflejará este estado de ánimo. No somos capaces de
organizar nuestro hogar, nuestra vida y nuestras relaciones. Pues así vive un
adolescente, en constante caos.
La
adolescencia no es una etapa fácil. El joven se ve feo, con un cuerpo en
desarrollo, presentándose en partes desproporcionadas. Al no reconocerse en
este cuerpo, se produce la crisis existencial. El dolor de ser y existir como
adolescente puede escalar a un sufrimiento insoportable, conduciendo a un
camino de tortura, drogas y suicidio. Debido a tantos cambios, el adolescente
ataca al que está cerca o al que lo saca de su zona de confort. Siendo un
adolescente, el mal puede instalarse y dominarle, pero no es que él sea malo,
sino que se está desviando, está perdido y necesita que alguien lo guíe.
Hugo, el
protagonista de la serie, parece querer ocupar este puesto en la vida de sus
alumnos. Su objetivo es despertar el potencial de cada uno y enseñarles a
convivir con los que son diferentes, fortaleciendo los lazos interpersonales.
La dinámica que hizo para mostrarles a los adolescentes el caos en el que viven
fue interesante. Sus habitaciones desordenadas eran culpa de
otra persona, nunca de ellos. Uno incluso añadió que era trabajo de su madre y,
por lo tanto, era su culpa. El adolescente vive un momento de egoísmo extremo, solo
importan ellos, nadie más. Nadie los entiende, solo ellos
son capaces de entenderse entre sí. ¿Será así?
Si fuera cierto, no estarían perdidos, viviendo el caos. No reconocer las responsabilidades que deben tener es una característica común de esos volubles seres. Estoy ansioso, lo confieso, por saber si HIT logrará transformar a estos adolescentes resistentes al cambio. Seguro que piensan que no son ellos los que tienen que cambiar, sino el mundo. Ellos no tienen problemas, los demás sí. Son los incomprendidos y por eso reaccionan a todo y a todos.
Una segunda
dinámica realizada en este capítulo fue la de ejercitar el perdón. Perdonar a
los demás no es fácil. Y aún es más difícil escuchar del otro lo que le molesta. Hugo hizo
que los adolescentes escucharan lo que sus profesores pensaban de ellos, pero
sin contestar: tenían que escuchar en silencio. Sin duda, fueron momentos
vergonzosos para los estudiantes escuchar las verdades que no estaban
acostumbrados a oír. Incluso reconociendo que se lastimaron unos a otros, los
estudiantes podían disculparse con sus maestros, pero no lo hicieron. ¿Se avergonzaron? ¿No
reconocieron que habían hecho algún daño a los maestros? No puedo responder a estas
preguntas, pero os aseguro que el orgullo ha sido herido y, tal vez, eso les exigirá
que ejerciten la humildad para pedir perdón, algo que será mucho para ellos.
Una escena fue muy fuerte en este capítulo es el suicidio del profesor que fue acusado de acoso sexual. Este apareció en el capítulo anterior, alegando que la historia había sido inventada por los estudiantes para hacerle daño. No lo escucharon. Sintiéndose humillado, sin apoyo, sin trabajo, su rebeldía se manifiestó de manera violenta: se prendió fuego frente al edificio de la Secretaría de Educación, donde fue juzgado por la denuncia estudiantil.
Un profesor del instituto provocó una discusión en la sala de los maestros. Él, como hombre, se siente más sujeto a estas mentiras y se pregunta cómo podría demostrar lo contrario. Las maestras lo acusaron de ser machista y de no tener ni de idea por lo que ellas también pasaban. No puedo decir quién tiene razón, tal vez ambos. Hay un punto que discutir: ¿Cómo hacer frente a este tipo de denuncia? ¿Cómo saber quién es la víctima? Todavía no sé cómo evaluar esto y no sabría cómo lidiar con esta situación. Y tú, querido lector, ¿estás preparado para evaluar una denuncia falsa sobre acoso moral o sexual?¡Cuánto nos falta todavía por aprender y evolucionar como seres civilizados…!