Ganadora del Premio Jabuti en 2014,
Marina Colasanti habla sobre su modo de hacer Literatura infantil y juvenil, las
inspiraciones y el sentimiento de que aún hay mucho trabajo por delante. Para Marina
Colasanti, en el acto de escribir no hay nada romántico.
A la autora de cuentos de hadas e
historias maravillosas no le gusta que asocien su maternidad a la producción
infantil – “¡Tengo horror a eso! - y dice que no escribe para nadie, sino para
ella misma. Con 58 obras publicadas y siete premios Jabuti, Marina está convencida
de que todavía hay mucho trabajo por delante y asume, al contrario de lo que la
mayoría de sus colegas escritores, que le gusta releer sus textos.
En una visita reciente a Fortaleza, para
asistir a una fiesta literaria, conversó con O povo unas horas antes del evento. Contó cosas sobre su pasado –
las andanzas por el mundo y la llegada a Brasil – y también sobre los primeros
años de carrera. Reveló la inconsistencia de sus hábitos de escritura y el
origen de su inspiración – “está en todas partes, basta con mirar”.
Además, ha hablado sobre aquellos que le
son más queridos: el escritor Affonso Romano de Sant’Anna, su marido y copydesk, y su amiga Clarice Lispector, personaje de una
saga real en busca de una cartomántica que más tarde aparecería en el libro A hora da estrela.
O
POVO
– Sus padres son italianos, pero usted nació en África. ¿Qué estaban haciendo
allí?
Marina
Colasanti – Mi padre
había participado como voluntario en las Guerras de la Conquista, las guerras
coloniales, debido a su espíritu juvenil y patriota. Él se enamoró de África, tal
vez hubiera sentido alguna semejanza con Brasil, que le gustaba mucho, y
decidió vivir allí; así que pidió la transferencia. Yo nací en Asmara, capital
de Eritrea, que formaba parte de Etiopía y que logró la independencia después
de 40 años de lucha. Fui etíope durante un tiempo, ahora no lo soy más. Después,
me fui a vivir a Trípoli, en Libia, que también era colonia italiana.
OP –
¿Usted tuvo la oportunidad de visitar Eritrea ya siendo adulta?
MC –
No, no lo he conseguido. Escribí un libro de memorias llamado Minha guerra alheia (Mi guerra ajena) y traté de ir hasta
allá para comprobar la situación, pero no fue posible porque Eritrea no tiene
representación diplomática en Brasil. ¡Tal vez yo sea la única persona de
Eritrea viviendo aquí! Intenté ir a Trípoli, por ende era el período Kadafi y
solo se podía viajar en grupos turísticos organizados, para ver aquello que
querían que la gente viese. Y no hago nada organizado, sobre todo con dictadores.
Así que me fui a Túnez, a Marruecos, circundé la África mediterránea, pero no
pude ir a mis dos países.
OP – ¿Y
cómo vinieron a parar a Brasil?
MC –
La tía de mi padre, hermana de mi abuelo paterno, fue una gran cantante
lírica y se casó con un brasileño, de una familia tradicional de armadores. Mi
padre vino con su padre, que era el padrino de esa boda. Eso fue en 1925.
Después, mi padre siendo aún joven pasó un año aquí,
hizo de las suyas y su tío lo envió de vuelta a Italia. De modo que él ya
conocía el país, le había parecido una gozada Rio de Janeiro, tenía familia
aquí. Cuando acabó la guerra e Italia estaba destruida, él tomó el primer navío
y vino. Dos años más tarde, nosotros vinimos.
OP –
¿Cómo fue su adaptación?
MC – Tranquila. No tuve que hacer grandes esfuerzos con la lengua, porque en la casa
a donde me fui a vivir, donde vivía parte de mi familia, todos hablaban
italiano y portugués. Fue un cambio muy suave, y un niño se adapta a cualquier
lugar. Además, ya me había adaptado varias veces, cambiando de país y de
ciudades. Durante la guerra, la gente se mudaba siempre.
OP – Su
padre y su hermano se hicieron actores en Brasil y trabajaron en telenovelas y
películas. ¿Usted nunca tuvo interés en ejercer como actriz?
MC – No. Yo incluso hice un curso de teatro con Celi (el actor y director de cine
italiano Adolfo Celi), que estaba casado, en aquel momento, con Tônia Carrero,
pero me di cuenta de que no era el tipo de vida que quería. En aquel momento
tampoco era una carrera muy tentadora. No quería vivir en la noche. Y era una
carrera solo de teatro, ¿verdad? Con condiciones muy precarias. Entonces me fui
a trabajar con periodismo.
OP – Usted fue a estudiar Periodismo y Bellas Artes. ¿Su familia tenía una posición económica
cómoda aquí?
MC –
Mi tía era dueña del Parque Lage. Nosotros vinimos para vivir allá y era muy
cómodo. Mi padre trabajaba en las empresas de ella. No éramos ricos, pero tampoco
fuimos nunca pobres. Cuando ella regresó a Italia, mi padre compró una granja,
se volvió actor y listo. Pero tenemos este vínculo con el arte desde Italia. Mi
abuelo paterno era profesor de Historia del arte y autor de muchos libros. En
la época, fue Director General de Bellas Artes, lo que hoy equivaldría a un
Ministro de Cultura en Brasil. Vino a Brasil para dar conferencias, tenía una
cátedra en Buenos Aires. Su hermana más pequeña era una gran cantante. Su
hermano era arquitecto, escenógrafo, figurinista, trabajó con Gina
Lollobrigida, con Sophia Loren, hizo cine y teatro. Por lo tanto, yo pertenecía
a una familia en la que difícilmente sería científico nuclear.
OP – ¿Y
el acercamiento a la Literatura? ¿Usted siempre leyó, desde muy niña, o fue una
aproximación más tardía?
MC –
Yo leo, desde que era una niña, todo, siempre. Literatura infantil, menos. Los
cuentos de hadas me los contaban cuando yo ni tan siquiera leía. Hasta los seis
años leí cuentos de hadas. De allí en adelante, lo que he leído de verdad
fueron obras literarias adaptadas para jóvenes, de Literatura universal. Muchos
libros de aventuras, Stevenson (Robert Louis Stevenson), Salgari (Emilio
Salgari). Mucha cosa. Jamás pensé en escribir Literatura infantil.
OP – Cuando llegó a Brasil, ¿leyó a Monteiro Lobato?
MC – No. Soy la única escritora del
área infantil y juvenil de Brasil que no es lobatiana. No recibí a Lobato
cuando llegué. Mi padre, como regalo de llegada, nos dio la colección completa
de Julio Verne, unos libritos rojos, de tapa dura, muy bien editados. Además,
nos dio también el Tesoro de la
Juventud y la Historia de Brasil de Rocha Pombo, en cinco volúmenes. Solo leería
a Lobato después de periodista, por deber del oficio.
OP –
¿La maternidad interfirió en su producción?
MC –
No, no tuvo nada que ver. Tengo horror a esta conversación de que “yo cuento
historias maravillosas a mis nietos, así que ahora voy a hacer un librito”. ¡Tengo
horror! Esto es una profesión.
OP – Entonces,
¿eso no alteró su forma de hacer Literatura infantil?
MC –
Soy una profesional, no soy una niñera. No se trata de libritos o historietas,
esto es Literatura. Por lo tanto, el hecho de haber tenido hijos, no tiene nada
que ver. Cuando ellas nacieron, yo ya era escritora, y este era el diferencial.
Yo era escritora y ya había publicado libros y, asimismo, era periodista y
cronista. Ya era una profesional.
OP – Los cuentos de hadas fueron criticados durante mucho tiempo dado el contenido
de violencia utilizado. En su opinión, ¿la Literatura
infantil puede tratar cualquier tema o está, naturalmente, limitada?
MC – Este
es un tema muy serio. Antes que nada, tengo que hacer una distinción entre Literatura
para niños y cuentos maravillosos. Yo trabajo con los dos, pero no son lo mismo.
Durante mucho tiempo, en el siglo XIX, cuando se inventó el concepto de “niño”,
cuando se volvió un ser distinguido, se consideró que la Literatura infantil,
los cuentos eran un caballo de Troya, que servían para vehicular enseñanzas
sabias, comportamientos, etc. Dicho de otro modo, era una educación con
disfraz, y eso es muy bueno para matar la Literatura en general. ¡Es muy
peligroso! Pero hay bellísimos autores dentro de ello, y el propio Lobato
consideraba que es importante usar la Literatura para transmitir enseñanzas.
OP – ¿La idea de lo políticamente correcto?
MC – Empezó esa especie de histeria, uno políticamente correcto que hizo que los
cuentos de hadas fuesen considerados alienantes. Eran nefandos, había mucha
violencia, acababan con muertes. Y fue realizada una operación de limpieza,
enviaron a los pobrecitos a la tintorería y casi los mataron. Ellos tienen otra
función. Y esta es una postura hipócrita de la sociedad, porque, al mismo
tiempo, los niños se están muriendo en las playas, intentando huir de regímenes
totalitarios y asesinos; se están muriendo de hambre y violencia en las
chabolas del todo el mundo. Los niños viven, en su mayoría, de una manera muy
promiscua, viendo la crudeza de la vida adulta. Y paralelamente, la sociedad
pensante, bien establecida, bombardea al niño, por medio de la televisión, con
cosas violentísimas. Los dibujos animados son mucho más violentos que cualquier
cuento de hadas, puesto que no contienen ninguna enseñanza. Es solo la lucha
del bien contra el mal, y el bien siempre gana. ¡Mentira! ¡No es verdad! No hay
matices, no hay posibilidades.
OP –
En su primer cuento, usted subvierte el cuento de “La Bella Durmiente”, con el
propio padre poniendo a la princesa a dormir...
MC – No
estaba interesada en reescribir o imitar el cuento original. De los cuentos de
hadas de la modernidad, lo que más se hacen son paráfrasis y parodias: la hija
de la Cenicienta, que calza un 42, o la hija de la Bella Durmiente, que sufre
de insomnio y toma Rivotril. Yo nunca trabajé con esto.
OP – Percibí
algo de Ítalo Calvino al leer su obra, ¿es una asociación correcta?
MC –
Calvino estaba muy conectado con los cuentos de hadas porque hizo una
antología, él es el Grimm italiano. Trabajó en esa antología durante varios
años y escribió cuentos italianos a partir de múltiples versiones de los
folkloristas. He leído toda la obra de Calvino.
OP –
Los cuentos maravillosos tienen esas características de perennidad. Pasaron,
desde la tradición oral, por diversas Escuelas y corrientes y se mantuvieron. ¿A
qué atribuye usted esa característica?
MC –
Hoy en día, los etnólogos y antropólogos estudian los cuentos y su permanencia
se debe a varios factores. Primero, como has dicho, vienen de la oralidad. Cuando
el narrador cuenta, yendo de boca en boca, transita muy ampliamente, no hay
fronteras ni barreras, va adaptándose a la lengua del país donde está. Segundo,
el narrador adapta el cuento a su humanidad, y eso le permite una adherencia,
un reconocimiento inmediato y, a la vez, transfiere hacia el interior de la narrativa características culturales
locales que enriquecen el cuento.
OP –
¿Por esta razón son eternos?
MC –
Son narrativas de sentimientos, hablan de amor, odio, envidia, miedo, de la
muerte, de la soledad y del abandono. La ciencia y la tecnología han cambiado a
una velocidad vertiginosa. Las estructuras políticas cambian más o menos. No
obstante, el ser humano no está cambiando nada, los cambios en los sentimientos
humanos son casi nulos. Por otra parte, los cuentos tienen una multiplicidad de
lecturas posibles. No hay una obviedad, tanto es que Freud analizó los cuentos
de hadas según las normas de la Escuela freudiana. Tienen muchas puertas de
entrada, muchas interpretaciones y eso hace que se adapten a cualquier tipo
de lector, de cualquier edad. Cualquiera encuentra allí un material que sirve para
sus emociones.
OP – ¿Cómo conquistar a los niños para la Literatura en tiempos de tantos estímulos
digitales?
MC –
No soy pescadora no trabajo para seducir a nadie. Trabajo para mi trabajo. No
tengo ni idea sobre cómo suceden los entreactos. No tengo que seducir a los
niños. No tengo respuesta ni quiero tenerla para esa pregunta, porque no me
concierne. Yo no escribo “para”, ni con adultos ni con niños. Escribo porque es
mi quehacer. Espero que les guste, aunque no tengo certeza.
OP – ¿De dónde viene la inspiración para sus historias fantásticas? ¿De sus viajes
alrededor del mundo?
MC –
La vida ofrece mucha más inspiración de la que cualquier artista pueda captar
en su trabajo. Ella está por todas partes, basta con mirar. Todo sirve. Y lo
que más sirve es aquello que capta nuestra atención de una forma más emocional.
Lo que nos emociona es el material más rico. Hay personas de emoción más
abierta, que están más dispuestas, que buscan, mientras otras deciden esperar,
en un momento trivial. Y yo trabajo así.
OP – Además
de la Literatura fantástica e infantil, usted escribe para adultos y es
cronista. Ha ejercido también como periodista y publicista. ¿En cuál de esos
espacios se siente usted más cómoda? ¿Y cuál de ellos la desafía más?
MC –
Me siento cómoda en todos y me gustan todos. Siempre trabajo con alegría. Puedo
iniciar un trabajo pensando en cosas aburridas, pero cinco minutos después ya
estoy riéndome, feliz, embargada por la labor. Los territorios más preciosos
son los cuentos de hadas y la poesía. Y a mí me encanta hacer microcuentos, por
ejemplo. Trabajo de una forma muy temática y estos microcuentos tienen siempre
un eje temático dominante, lo que es muy desafiante e interesante. Uno comienza
a darle vueltas al tema, lo pone boca abajo, del revés...
OP – ¿Por
qué esa predilección por las narrativas cortas?
MC – Porque son más difíciles. Las cortísimas, entonces, son un sofoco. Uno no tiene
base. Y me gusta la economía, lo esencial. Hice cuentos largos, incluso para demostrar
que sabía hacerlo, sin embargo, me gusta lo pequeño, buscar lo grande en lo
pequeño, a través del pequeño. Y me gusta el trabajo de orfebrería, de la
minucia.
OP – ¿La Marina que escribió Eu Sozinha (Yo solita), en 1968, es diferente de la
Marina que fue galardonada con el premio Jabuti de Libro del Año en 2014?
MC – Eu Sozinha es un libro de estreno
singular. Su tema es la soledad, que era un poco cosa de joven, hablar de un
sentimiento tan común, tan duro, tan denso como es la soledad a los veintipocos
años. Y los capítulos se dividen entre flashes del presente, de soledad en el
presente, y flashes de soledad autobiográficos que van creciendo en el tiempo. Se
puede ver que es una estructura compleja, y era eso lo que tenía en mente. Pensé
en las bolas de espejos que giran en las discotecas y quería hablar de la
soledad así, pa, pa, pa, parpadeando. Entonces, yo parpadeaba el presente y el
pasado. Tú ves que ya era una estructura compleja y un tema pesado para arrancar.
No sé la razón, pero lo elegí así, y ya estaba determinando que trabajaría
siempre con esas dificultades. Me gusta trabajar con las dificultades.
OP – ¿Cuáles son sus hábitos de escritura? ¿Escribe cuando le viene la inspiración o
tiene una rutina?
MC –
¡Figúrate si puedo tener rutina! Hace tres días estaba en Ponta Grossa, en el
Estado de Paraná (Brasil). Hoy, estoy aquí (Recife). Mañana, vuelvo a Rio de
Janeiro. Imposible tener rutina. Al mismo tiempo, no soy esa persona que, en un
santiamén, empieza a escribir. Escribo centrada, en mi oficina. Puedo tomar
notas y las tomo todo el tiempo, en cualquier lugar. Trabajo mucho en el
aeropuerto y en el avión, con anotaciones y lecturas. Sin embargo, no es un
trabajo que parta de una inspiración. La inspiración no es el espíritu santo,
no se aloja en nuestra cabeza. Uno tiene que provocar, crear un clima, hay que
realizar ciertas lecturas, crear una embocadura para que fluya.
OP – Son
58 libros publicados y varios premios Jabuti. Marina, como escritora, ¿está satisfecha?
MC – No sé qué es eso. ¿Es aquello que te acabas la comida y no quieres comer más porque
estás satisfecha? Yo no sé qué es. ¿Si me gusta el trabajo que hice? Me gusta. Los
escritores mienten mucho en este sentido, dicen que no releen sus textos. Voy a
decirte una cosa: es imposible no releer los propios textos. Es una profesión
que exige. No es verdad que el escritor no se relee. Y el escritor no suele
decir esto, pero me gusta mucho cuando yo me releo. Me quedo muy sorprendida,
me conmuevo, me sorprendo. “¿Cómo tuve una idea así? ¡Qué locura!”. Convivo
bien con mi trabajo. Antes, durante y después. Y tengo mucho trabajo por
delante. Estoy satisfecha, miro hacia atrás y pienso. “Bonito, guay, bárbaro”, pero
tengo mucha cosa por delante.
OP –
En la biografía de Clarice Lispector escrita por Benjamin Moser, el autor
cuenta que ustedes eran muy amigas y que le sugirió que buscara a una
cartomántica, doña Nadir.
MC –
Yo le dije que tenía una cartomántica maravillosa y ella inmediatamente saltó a
mi cuello, “Yo quiero ir, yo quiero ir”. Y entonces la llevamos en coche, mi
marido y yo, a doña Nadir. Y ella siguió yendo allí hasta el final de su vida,
por su cuenta. Pero la primera vez, nosotros la llevamos. Y Clarice volvió con
este personaje en A hora da estrela.
Traducción
Mei Santana
Maravillosa entrevista y soberbia traducción, amiga mía. ¡¡Felicidades!!
ResponderEliminarGracias, Estrella de Mar.
ResponderEliminarBesos.