Querido Clodio:
Estoy escribiendo ahora unas páginas sobre la fecha
de composición del Persiles, como bien
sabes, la última obra de Miguel de Cervantes publicada por su viuda póstumamente.
Un verdadero rompimiento de cabeza. Si tú no hubieras desaparecido tan pronto
del escenario de la ficción, quizás podrías haberme ayudado un poco, arrojando alguna
luz sobre este asunto en alguna de tus entre sagaces y maldicientes críticas.
Pero con todo me atreveré a compartir contigo algunas preocupaciones que me
asaltan de tanto en tanto. Las teorías sobre la fecha de composición de la obra
son muchas, pero las certezas escasean y casi puede decirse que no existen. Tú,
de la mano (mejor habría que decir del pie, pues veníais aherrojados) de
Rosamunda, irrumpiste en la novela, desde el nebuloso norte. El autor prescindió
de ti muy temprano, aprovechando un tiro menos certero que malintencionado del
montaraz Antonio. Sin duda eras todo un peligro porque estabas a pique de dar
al traste con los secretos del autor. Pero me pregunto qué le habrías dicho a
Rutilio si hubieras sospechado que la historia de tu matador, sacada del Examen de ingenios de Huarte de San
Juan, ha servido para poner fecha al comienzo de la redacción del Persiles. No solo eso, hay más. Las
costumbres de su madre, Ricla, y las de sus coterráneos indígenas parecen también
venir de otra obra no menos conocida: Los Comentarios
Reales del Inca Garcilaso. Allí parece que bebió el autor para documentarse
sobre las costumbres de los bárbaros. Claro que también pudo haber leído informaciones
parecidas en cualquier atlas de la época, pero está bien que se documentara en un
libro de geografía humana tan sabio y bien escrito. Aquí no para la cosa. No
son las únicas obras que se manejan para poner una fecha a la composición de la
novela. Tú siempre sospechaste que el autor escondía algo sobre el parentesco
de Periandro y Auristela. Y hasta Arnaldo, el más ingenuo de todos los
príncipes itinerantes, acabó convenciéndose al final de la novela de que le
habían tomado el pelo, porque lo que más le atarazaba el alma era no haber creído
tus palabras. Y razón no te faltaba. El autor no decía la verdad sobre el
parentesco porque seguía una técnica compositiva muy de moda en la época que había
puesto en circulación en España la Filosofía
antigua poética de Alonso López Pinciano, a pesar de que era más vieja que Argantonio.
En esta obra se recomienda que la mejor estrategia para escribir una buena novela
es que el autor reserve para el final la sorpresa, que tú intuiste en un momento
muy temprano de la novela. ¿Te acuerdas cuando, convencido de semejante embuste,
persuadiste a Rutilio para que sedujera a Sinforosa y tú a Auristela? Pero te
falló el juicio, porque no oliste la estirpe de Auristela, que echó todo a
perder. Pero a lo que vamos. Bien está que el autor buscara documentación sobre
las costumbres del norte, de las que nada se sabía en el sur. Naturalmente,
porque cómo sino iba a ambientar su novela. ¿Pero te lo imaginas buscando y
rebuscando en tratados teóricos para componer una obra con el propósito de
darle gusto al vulgo a despecho de la verdad? ¿Y qué autor es ese que necesita
de adornos y méritos ajenos para componer su obra?
En fin, para ir acabando, que no hay forma de
aclararse cuándo se empezó a escribir el Persiles.
Yo diría, pero corrígeme tú que conoces mejor la obra desde dentro y alguna
información tendrás, que hacia finales del siglo XVI, a la vez que el Quijote. Me llevan a ello algunas
semejanzas menores pero que parecen propias de una escritura simultánea. No sé,
ya me dirás si ando muy descaminada y lo que te digo es un despropósito. ¿De
dónde saliste tú?, ¿Ya existías con anterioridad? A veces me pregunto, y no soy
la única, si algunos de vosotros, Rosamunda, Manuel, Rutilio, incluso Ruperta o
Isabela, no seréis fruto del reciclaje del autor y habréis salido de alguna
otra obra como Las semanas del Jardín.
Quién sabe.
Isabel Lozano-Renieblas
Dartmouth
College
Presidenta Asociación de Cervantistas 2015-2018