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CORREVEIDILE: La
admiración de los escritores chilenos por Cervantes atraviesa los siglos. Un
buen ejemplo es el libro Soldados de
Salamina (2001) de Javier Cercas. En esta obra el autor español homenajea
al también escritor chileno Roberto Bolaño. En un discurso ficticio, Bolaño es presentado como el alter ego de Cervantes. ¿Usted cree que sería tan solo un
homenaje o se trata de una exhortación a los valores representados por el manco
de Lepanto?
Carlos FRANZ: Yo creo
que de alguna manera, de una manera formal, en la forma de su obra Bolaño representa, efectivamente, una herencia de Cervantes bastante tangible y
vigente en las Letras latinoamericanas contemporáneas. No tanto sus contenidos,
pero sí en su forma, y voy a desarrollarlo, El
Quijote como novela episódica que es,
una novela hecha de fragmentos que se van uniendo, pero que no van tranzando un
argumento en el sentido tradicional del término. Se parece bastante al modelo
que empleará Bolaño, más bien Bolaño se parece intencionalmente, diría yo, a
esa forma cervantina.
C: En un texto muy
interesante, Darío Oses enumera diversos personajes históricos, entre ellos:
Francisco Bilbao, José Manuel Balmaceda, Clotario Blest, padre Alberto Hurtado,
Bartolomé de las Casas y Vasco de Quiroga. Estos personajes, en un momento de
sus vidas, fueron rotulados como “quijotescos”. En la opinión de Oses, ser quijotesco es una vertiente
ineludible de la identidad chilena. ¿Usted está de acuerdo con Oses?
C. F.: Se ha dicho mucho, en primer lugar el país parece un
poco quijotesco en sí mismo. Es un país flaco, largo, más bien imposible, más bien
utópico. La gente mirando el mapa dice: “No entiendo muy bien por qué existe
esa especie de pedazo sobrante ahí”. Y eso tiene algo de quijotesco. Luego
habría algo de quijotesco en la personalidad chilena porque, como dije antes,
Chile fue siempre un país muy pobre, un país que daba poco a cambio, especialmente
en la época de la Conquista. A cambio de la aventura de ir ahí, uno normalmente
volvía destrozado y sin fortuna. Entonces, claro, había algo de quijotesco.
Pero también, en esto complementaría a mí amigo Oses, es
un país de Sancho Panzas porque hace falta un espíritu muy práctico para
sobrevivir en los países pobres. En los países pobres es más bien Sancho el que
logra afincarse, ahorrando, siendo frugal, siendo discreto. Los que fracasan
son los Quijotes.
C: Entre 2006 y
2010 usted fue agregado cultural de Chile en España. ¿Puede describir cómo fue
vivir esta experiencia relacionada con la cultura española y chilena en tierra
extranjera?
C. F.: Yo viví en total 7 años en España, llegué allí
como escritor. Me pillaron volando bajo y me nombraron agregado cultural a los
dos años. Acepté tentado por el salario y después me arrepentí porque trabajé
mucho, como agregado cultural, y escribí poco en mi literatura. Pero hicimos
algunos proyectos de promoción de la cultura chilena en España.
Yo siento España como mi segundo hogar, tengo la nacionalidad
española también. Madrid es para mí otra casa, distinta a la mía, pero, del
mismo tronco. Bueno, un tronco y nosotros una rama, aunque yo lo veo al revés
(risas). Y como escritor, naturalmente, tiendo a fijarme en algunas cosas que
otra gente no ve o ve menos.
Me llama la atención, por ejemplo, cómo los chilenos
guardamos palabras, expresiones muy antiguas españolas que han desaparecido en
la Península y cómo, de pronto, encuentro en el léxico español corriente
expresiones desaparecidas en Chile, pero que sin embargo estaban antiguamente.
Esto produce una especie de secreta circulación de las ideas y de la cultura a
través del idioma. También es muy interesante poner en tensión el propio
dialecto, mi dialecto chileno, en un país que, se supone, donde hablamos la
misma lengua, pero sin embargo se habla un dialecto distinto. Entonces allí
llegamos con la ilusión de que vamos a comprender todo, pero hay mucha
confusión que producen con palabras que no significan lo mismo que
conocemos.
Vivió 7 años en
España, ¿cómo cree que influyó eso en su escritura?
De varias maneras, pero las influencias que ocurren
cuando uno ya tiene más de 40 años son más lentas y menos profundas. Una cosa
que la mencioné recién, pero es en el nivel de lenguaje, me ayudó a tomar
conciencia de esas diferencias entre nuestros dialectos y a adoptar una actitud,
digamos, menos "prejuiciada", es decir, yo no soy un partidario de ninguno de
esos dialectos en particular sino de la lengua personal que uno va armando con
las diferentes influencias que recibe.
Entonces, en mi escritura se han colado expresiones
españolas, modos de decir ciertas cosas, tanto como chilenas, tanto como
argentinas, pues viví en Argentina de niño. Y creo que eso es una liberación,
el no estar obligado a un dialecto nacional, a representar un dialecto nacional,
me parece una liberación. Entiendo bien a los escritores que sufren porque dicen
que: “Ay, no sé cómo representar la lengua de mí país”. Uno tiene que
representar su propia lengua, porque es la lengua del país. La lengua de un país
está llena de otras lenguas, de otras maneras de hablar.
C: Usted vivió como
artista en una Residencia en la ciudad de Berlín. ¿Cómo recibieron los alemanes
la cultura latinoamericana?
C. F.: No puedo hablar en general, yo estuve un año en
Berlín, así que no puedo generalizar, pero yo diría que hay mucho interés,
mucha curiosidad, eso a mí me gusta de la cultura alemana. Es una cultura con
avidez de conocer, no es centrada sobre sí misma. La mayor demostración de eso
es que Alemania es uno de los países en donde se traduce la mayor cantidad de
libros del mundo. Hasta donde yo conocía las cifras, aproximadamente un 40% de
los títulos publicados cada año son traducciones. Eso muestra el enorme interés
del público alemán, no por conocer, bueno, no solo latinoamericanos, indios o
lo que sea, brasileños también. Eso hace una gran diferencia con la cultura
anglosajona, en donde el porcentaje de traducción no va más allá, en Estados
Unidos e Inglaterra, de un 3 a un 4%.
C: Finalmente, ¿hay algo que
usted quiera añadir? Nos gustaría que dejase algún mensaje a los lectores de
nuestro Blog que recientemente acaba de cumplir un año.
C. F.: ¡Qué maravilla! Que me alegro mucho que estén
leyendo a Cervantes con tanta atención en Brasil y eso, yo creo, muestra una
vez más la hermandad de nuestros países, un tronco común del cual la rama íbera
y la lusa son parte.
Alessandra Curcio & José Moraes
Bonita entrevista, chicos. ¡Enhorabuena por el trabajo! Y gracias también a Luis Cardona por cedernos el espacio para realizar la entrevista. El trabajo en equipo siempre funciona.
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