El anfiteatro
El anfiteatro presentaba una
figura cilíndrica. Un ejemplo de ello es el anfiteatro de Roma, hoy llamado
“Coliseo”, pero que fue inaugurado en el año 80 d. C. con otro nombre: “El anfiteatro
Flavio” y construido bajo el poder de Vespasiano. El de Mérida data del 8 a. C.,
por lo que se constituye como el de más antigüedad.
Interior Coliseo romano |
Cinco grupos de gradas
constituían el anfiteatro más antiguo. Con cabida para 50 000 personas y 620 pies de largo por 530 de ancho (El radio menor era de 155 m y el mayor de 188 m). Todo indica que la primera grada estaba
destinada a las autoridades locales, incluso a los sacerdotes y sacerdotisas
(vestales), a los patricios, a los magistrados y senadores.
A su vez, la segunda grada
pertenecía únicamente a los soldados de grado, tribunos y ciudadanos romanos
(plebe con título de ciudadanos). La tercera grada pertenecía a los “NO
ciudadanos” romanos. Las dos últimas gradas solo eran utilizadas con asiduidad
por las mujeres de la plebe, así como por otro tipo de gentes.
Con el paso del tiempo esto
fue cambiando y la plebe empezó a situarse en las gradas de abajo y así como se
subía por las gradas, se colocaban las gentes más pudientes. Hoy en día, solo
España tiene coliseos en activo, las archiconocidas plazas de Toros, donde ya (casi)
nadie muere, puesto que ahora se trata de una lucha entre la bestia (el toro) y
el gladiador (torero). Parece que esta práctica está decayendo, sobre todo
entre muchos jóvenes.
Los espectáculos de gladiadores
Una prueba de la enorme fama que tenían los juegos
públicos entre los romanos son los grafitis, que se han hallado en restos de
paredes y muros de algunas ciudades, que reproducen escenas de gladiadores en
combate, así como nombres y mensajes de estímulo hacia los ídolos.
El premio o la recompensa que recibía un gladiador
era variado: gloria, fama, dinero, la posibilidad de convertirse en un hombre
libre y, lo más importante, la victoria. Si habían obtenido un gran éxito, eran
ensalzados por los poetas, su retrato aparecía en joyas o jarrones y las damas
suspiraban por ellos. Un gladiador famoso podía cobrar, por un combate, hasta
mil piezas de oro.
Sin embargo, más allá de todo esto, los Juegos eran
ante todo una ceremonia religiosa que exigía un ritual. La víspera de los
Juegos era día sagrado, celebrándose una solemne procesión seguida de sacrificios
propiciatorios, a los que asistían todos los participantes. La noche previa al combate,
los gladiadores eran agasajados con una espléndida cena, en la que participaban
las autoridades más reputadas, acompañada de bailes y toda clase de placeres.
Este era el único momento en el que podían hacer una excepción a su severa
dieta, ya que esa podía ser la última velada de sus vidas.
Al día siguiente se organizaba un desfile de
gladiadores con toda la pompa que exigía el momento, llevando ricos trajes de
oro y púrpura. En los juegos mayores los luchadores saludaban al emperador al
grito de “¡AVE,
CAESAR, MORITURI TE SALUTANT!” (¡Salve, César, los que van a morir te
saludan!). Luego daba inicio la sucesión de combates que finalizaba con la riña
estelar, la que todos estaban esperando, que era donde peleaban los gladiadores
más renombrados. El organizador del evento indicaba, con la posición de
su dedo, el destino del gladiador vencido en el combate. Si este dirigía el
dedo hacia el cielo, el derrotado conservaba su vida.
Con el transcurso del tiempo, se unieron al
espectáculo carros tirados por caballos (dos: “viga”, tres: “trigas”, cuatro:
“cuadriga”) y animales salvajes, como leones, tigres, rinocerontes, leopardos, etc.
Se crearon escuelas de entrenamiento y se crearon nuevos espectáculos. Roma así
lo quería. Nada podía faltar en cualquier fiesta o conmemoración y, por ello,
las escuelas se enriquecían también gracias a las elevadas apuestas que el
pueblo llegaba a realizar en cada espectáculo.
¿Qué
comían para ser tan fuertes?
Al analizar toda la osamenta anterior empleando
varias técnicas, entre las que se destacó la espectroscopia, los científicos se
percataron de que los huesos de los gladiadores tenían una proporción de estroncio
y calcio mayor que la que se podía encontrar en el resto de la población,
reflejando que su dieta tenía un suplemento importante de estroncio con la que
no contaban el resto de los habitantes.
Mediante el estudio detallado de este resultado, se
pudieron determinar que las fuentes de estos minerales eran de origen
principalmente vegetal, y que estarían contenidos en la cebada,
la avena y otras legumbres que compondrían su dieta. Sin embargo, se sabe que
también en esa época casi toda la población se alimentaba de granos, por lo que
las diferencias encontradas en las proporciones de los minerales entre los
huesos de los “héroes de la arena” y los habitantes comunes de la ciudad, no se
explican apenas con el consumo de legumbres.
Esto podría sugerir que los gladiadores contaban,
además, con un suplemento extra que ya estaría presente en algunas
descripciones de antiguos textos: “El consumo de una bebida hecha a base de cenizas de diversas plantas que les daría
un rico aporte extra de minerales”. Esta bebida quizás contribuiría al
restablecimiento más rápido de los hombres, en particular, a acelerar el
proceso de cicatrización de las numerosas heridas tras cada combate.
Pepe Cocodrilo
Notas bibliográficas y citas:
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