Todo el que haya estado en algún anfiteatro romano ha
debido de pensar en las peleas de gladiadores que se celebraron en las arenas de
los mismos, pero ¿qué hay de mito y de realidad en las recreaciones
cinematográficas de tales peleas? ¡Descubrámoslo juntos!
El
origen de los gladiadores
La figura del gladiador romano se remonta a la época
etrusca, durante la cual se organizaban combates entre los prisioneros en torno
a las tumbas de los héroes con el fin de honrar a Saturno. Estos juegos pasaron
a formar parte de la vida de Roma durante el siglo III a. C., cuando Marco
Junio Pera y Décimo Junio Pera organizaron esos juegos en el Foro Boario para
honrar la muerte de su padre, Junio Bruto Pera, descendiente de los fundadores
de la ciudad.
Con
el tiempo, Roma decidió que tal evento o ritual tradicional de origen etrusco
debía seguir siendo algo importante en la vida social de su pueblo, así que se
pensó en convertir dicha tradición en un espectáculo admirado por todo el mundo.
Los
gladiadores representaban grandes inversiones, máxime debido a su entrenamiento
y estilo de vida, de manera que los promotores eran reacios a la idea de que
los mataran, por lo que en muchas ocasiones se les
perdonaba la vida a los vencidos, y si se les mataba, era con el fin de aliviar
su sufrimiento, se hacía clavándoles un arma blanca entre la clavícula y el
omóplato hasta llegar a su corazón, considerando esta una forma de muerte más
digna que el dejarlos perecer por sus heridas en la arena.
Las
peleas en los anfiteatros rara vez acababan en batallas campales con baños de
sangre. Todo indica que había unas reglas bastante estrictas que un árbitro y
su asistente hacían cumplir, pero que variaban de acuerdo con la combinación de
gladiadores que se enfrentaban. Por ejemplo, en Roma, las grandes peleas generaban
mucho interés y alrededor de unos
50 000 espectadores se apretujaban en el Coliseo, junto con el Emperador y algunos
miembros de la aristocracia.
El
estilo de vida que llevaban los
gladiadores estaba muy controlado para que, así, aprovechasen al máximo sus aptitudes físicas.
Muchos eran unos atletas bien tratados, altamente calificados y
aclamados por multitudes de admiradores. El
gladiador tomaba su nombre del arma principal que solía utilizar, el gladius,
que era una espada corta de hoja recta, muy similar a las de los legionarios
romanos.
Los gladiadores tenían que pelear dos o tres veces al año. Sin embargo, su expectativa de vida oscilaba entre los 18 y los 25 años, mientras que la de un ciudadano romano común era de 27 años. Los gladiadores eran muy populares entre las clases bajas. Unos atrevidos grafitis encontrados en Pompeya revelan que los luchadores exitosos se convertían en símbolos sexuales. Y aunque los romanos de alta cuna, a menudo, no consideraban que este deporte estaba a su altura, algunos sucumbían ante el glamour del estilo de vida que llevaban los gladiadores.
Los
combatientes podían tener diferentes orígenes: unos eran
voluntarios en busca
de fama y gloria y otros
esclavos y prisioneros que, forzados, podían llegar a conseguir
su libertad luchando en la arena. Su
formación se llevaba a cabo en las escuelas lanistas y los maestros, muy a
menudo empresarios y propietarios de las mismas, se encargaban de decidir qué
gladiadores lucharían, sus diferentes categorías y su armamento. Por lo
general, eran sometidos a rigurosos programas
de entrenamiento, a menudo bajo las órdenes de gladiadores retirados que
les ayudaban a perfeccionar sus técnicas de combate.
La escuela de gladiadores
La
demanda creciente de gladiadores provocaba la aparición de diversas escuelas,
como las de Capua, Pompeya o Rávena, además de las existentes en la mismísima
Roma. Estas escuelas tenían un carácter estatal, siendo la figura más
importante la del entrenador. Cada uno de estos
entrenadores, que por lo general eran gladiadores retirados, estaba
especializado en una técnica de lucha. De modo general, sus herramientas de
entrenamiento eran armas de madera con sobrepeso que contribuían a fortalecer
los músculos. De modo habitual, después de la hora del entrenamiento los
gladiadores se solían recostar sobre un camastro que era uno de los escasos
elementos de su ajuar.
Este fenómeno duró unos mil años, desde que
Tarquinio Prisco, en el 616 a. C., subió al trono de Roma hasta la que parece
su prohibición definitiva por el Emperador Honorio, en el 404 (aunque la
primera constancia de un combate de gladiadores es del 264 a. C. en los
funerales de un miembro de la familia de Bruto). Al parecer, antes que Honorio
hubo otros que también lo prohibieron, aunque sin demasiado éxito, como
Septimio Severo, en el año 200, y Constantino I El Grande, en el 325.
Por consiguiente, no se puede pensar que en estas escuelas
solamente se les enseñaba a luchar, es lógico pensar que también existía una
formación interna, de preparación del alma, y que se les mostraban, en esencia,
los misterios de la vida y la muerte.
¿Te quedaste con ganas de saber más cosas?
La semana que viene habrá más en mi sección...
Pepe Cocodrilo
Notas bibliográficas y citas:
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