martes, 12 de julio de 2016

"Anexo secreto, exilio y amor" (I)


En una ciudad lejana en el mundo ocurre una historia que interconecta amor, soledad, miedo, ansiedad, dolor y una gran sensación de que la vida en cualquier momento puede estancarse. Debido a la guerra de Hitler, por segunda vez, muchos se vieron obligados a exiliarse o a esconderse para escapar de la muerte. Este fue el caso de Mia y de su familia, que huyeron escondiéndose en el anexo secreto de una empresa, con la ayuda de algunos amigos. En este lugar, las familias vivían los horrores de la guerra, la falta de comida, la escasez de agua, el miedo y la incertidumbre de que un día se liberarían de este “cautiverio”. 


El anexo secreto en aquel momento albergaba a tres familias y, entre los adultos, había tres adolescentes. Era un sitio con poca luz, ya que no se podían abrir puertas ni ventanas, por lo que se había convertido en un lugar yermo, sombrío y silencioso. La calle vacía y solitaria guardaba un silencio espantoso, además era testigo del miedo y del temor opresivo que devastaban a todos los que vivían allí. El temor ya anunciaba el presagio de una gran destrucción, pues tenían la sensación de que deberían esconderse de todos y de todo, para ellos el tiempo parecía eterno dentro de meses tan calurosos. Se cazaba a los judíos como si fueran animales salvajes perdidos en una gran ciudad, además, eran esclavizados y humillados, sacaban de sus almas el sueño, la esperanza y la sonrisa que estampaba y decoraba sus rostros. 

Mia era una judía alemana que vivía en los Países Bajos y tenía tan solo 12 años; por haber vivido mucho tiempo fuera de su país perdió su ciudadanía alemana. Era una adolescente rebelde y presumida, a veces con prejuicios, por ende muy inteligente y culta. Aunque tenía una hermana, se sentía muy sola, aislada de todos los del anexo. Por esta razón, se dedicaba a la lectura y a los estudios más diversos, para matar el tiempo y adquirir más conocimientos. Leía los más variados temas, estudiaba inglés, alemán y francés, entre otras cosas. Luchaba contra todo y contra todos, defendía sus ideales y sus sueños con uñas y dientes. Anhelaba ser una gran escritora, actriz y periodista.

Un día, un miembro del gobierno declaró en un programa de radio que, después de la guerra,  recogería testigos presenciales del sufrimiento del pueblo holandés bajo la ocupación alemana y que estos serían puestos a disposición del público; se refería a las cartas y a los diarios de la gente. Mia, que ya escribía en un pequeño diario que le había regalado su papá, decidió dedicarse más a sus escritos, informando todo lo que pasaba en el anexo secreto y en su vida personal. Impresionada con dicho discurso, se animó a publicar un libro a partir de su diario tan pronto como terminara la guerra. Trataba a su diario como si fuera su mejor amiga, hasta le puso nombre (Kitty) y le confidenciaba sus ansiedades, miedos y decepciones; por otra parte, describía sus recuerdos e incluso su sexualidad sin reservas.

Sus padres eran muy liberales, dejaban a sus hijas hasta salir, si así lo deseaban. Esta libertad volvía más adulta a Mia, dueña de su vida y autosuficiente. Tenía una excelente relación con su padre, pero demostraba cierto rechazo hacia su madre; en ocasiones, le confesaba a su padre que la odiaba. Por otro lado, creía que su madre no la quería como debería, que era malinterpretada y que todos en aquel lugar la miraban por encima del hombro. Mia se mostraba eternamente insatisfecha con el trato que recibía por parte de su progenitora, sin embargo, reconocía que era una adolescente incompleta y llena de caprichos.

Todos en aquel escondrijo andaban con los nervios de punta, debido a la situación, así que bastaba con una palabra de Mia para que todos se molestaran. Para ellos, Mia era orgullosa, irónica y extremadamente creída, era como si quisiera ser mejor que todo el mundo en aquel sitio, pero en una cosa todos se ponían de acuerdo, y es que era una chica estudiosa, inteligente y comprometida con las obligaciones de la vida cotidiana. A pesar de todo ello, a los residentes del anexo les gustaban las charlas que tenían a la hora del almuerzo o de la cena, ya que habitualmente Mia escuchaba las noticias acerca de la guerra en la radio y discutía con ellos sobre un posible desenlace; hablaba sobre política y tenía gran interés en aprender un poco más acerca de la monarquía, la mitología griega y, sobre todo, los dioses romanos.

Con vehemencia, planteaba su indignación al saber que los jóvenes holandeses eran forzados a trabajar en la Alemania Nazi, al mismo tiempo que los judíos eran capturados y enviados de forma inhumana para los mataderos, como si fueran una manada de ganado enfermo y maltratado. Eran conversaciones dolorosas que les conducían a todos a una gran reflexión. En estas tertulias demostraba ser una chica extremadamente inteligente, llena de ideas bien articuladas y avanzada a su tiempo. En medio de estas argumentaciones se podían ver tímidas sonrisas y miradas cruzadas tras los saludos entre Peter y Mia, como "¿qué haces aquí?"

A partir de ese momento, surgió algo más entre los meros desconocidos, una gran amistad que posteriormente se convertiría en pasión y, a lo mejor, en un gran amor. Pasado algún tiempo de convivencia con Peter en el anexo secreto, -un chico con quien Mia convivía 24 horas al día y que al principio tenía como a una persona pesada y sin gracia-, pasó a observar sus cualidades y a confiar en él, una vez que Peter padecía la misma “enfermedad” que ella, la "ABORRECENCIA”.

Después de varios intercambios de miradas y confidencias entre Peter y Mia, el sótano del anexo se convirtió en ruta obligada para las citas de ambos. Todos los días, Mia y Peter iban al sótano para contemplar la puesta del sol, a través de las minúsculas grietas de las ventanas. Allí revivían sus días de gloria y de libertad, cuando aún podían pasear por las calles, andar en bici, ir a la escuela, hablar y reírse con los amigos sin ser vigilados como si fueran criminales o animales salvajes. Y en una de esas noches, tras la cena, Mia se fue al sótano, como hacía a menudo, pero se fue sola porque Peter estaba muy ocupado con los estudios y no quería interrumpirle, ni molestarle. Ya en el sótano, sentada y con las lágrimas contenidas, sentía el viento que soplaba en su rostro. De repente, una mano le tocó, acariciaba suavemente sus cabellos, se acurrucó a su lado sin decir palabra y, al mirarle a los ojos, pudo ver que lo que le faltaba, era Peter, era amor, un amor total en su incondicionalidad.

Las citas eran frecuentes y cada día Mia se daba cuenta de que lo que sentía por Peter era algo distinto. Se sentía muy bien cuando estaba a su lado, envuelta por sus brazos, la protección era inconmensurable, un abrazo infinito que por algún momento los hacía olvidarse del tiempo. Lo que no podían entender es que se trataba de un romance casual, de aquellos amores que siempre vienen y van sin explicaciones. Tras tantas citas y deseos reprimidos, los dos ya se encontraban perdidamente enamorados. Mia lo besaba calurosamente, ambos ya estaban involucrados y eran cómplices de un gran amor, así que empezaron a escribir sus historias. Mia le dijo a Peter con vigor:

- Un bello día me desperté y me di cuenta de que te quería mucho...

- ¡Tengo tanto miedo de perderte!

-¡Tengo miedo, tanto miedo de que algo o alguien te lleve de mi lado!

- Te amo mi amor, si te pierdo, prefiero no vivir más.

La novela interpretada por Mia y Peter, ya no era más un secreto para los residentes del anexo, todo el mundo lo sospechaba, pues sus ojos brillaban como un par de estrellas fugaces que iluminaban a todos con los que se encontraban. No obstante, la declaración de amor de Mia parecía más un augurio...

[PARA LEER LA SEGUNDA PARTE, HAZ CLIC AQUÍ.]

Mei Santana
  

1 comentario:

  1. Emociónese con la historia de Mia y Peter. Anexo secreto, exilio y amor.
    No se lo pierda!!!
    Un gran saludo a todos.

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