(Resumen del libro
de Clara Villanueva y Josefina Fernández)
Reza la leyenda que Santiago era uno de los doce apóstoles de Jesús y vino, desde Jerusalén hasta España, para hablar acerca de la religión y de Jesús. En el año 44, cuando volvió a Jerusalén, fue decapitado y sus discípulos trasladaron su cuerpo para España a una región de Santiago, que esta cerca de Galicia. El tiempo pasó y un día, durante el siglo IX, el obispo siguió una estrella y fue guiado hasta los huesos de Santiago, los recogió y se los llevó para donde hoy es la Catedral de Santiago de Compostela.
Antiguamente también existía un camino que los
religiosos hacían, hasta una ciudad que está en la costa de Galicia y que se
llama Finisterre (o Fisterra), donde se dice que también es posible ver las
estrellas de la Vía Láctea, en lugares muy oscuros.
El tema del libro acerca del que voy a escribir
narra la historia de Amy Randall, una joven periodista de Londres. Lo que pasa,
es que su jefe la envía a España a hacer el Camino de Santiago para después
hacer un reportaje sobre el mismo.
Para eso, claro, ella tendría que hacer el camino como
los peregrinos lo hacen, es decir, a pie. Además, para hacer el camino y ganar “la
compostelana” hay que ir con una cartulina con varias páginas y en cada ciudad,
por donde el peregrino pasa, le van poniendo un sello y cuando termina el
camino, en Santiago de Compostela, le darán un certificado que comprueba que lo
ha hecho.
El Camino de Santiago tiene varias rutas y Amy eligió
el Camino Francés, así que lo empezó en Roncesvalles (Navarra), que fue
precisamente la primera ciudad en la que se quedó, paró en un albergue y
después se fue a conocer el pueblo.
Tras hacer un recorrido por esta pequeña localidad, estando fuera
de la Iglesia pisó algo que pensó que era un papel, pero cuando lo recogió se
dio cuenta de que era un pergamino muy antiguo, lo abrió y dentro tenía un
trozo de vidrio. Lo primero que pensó fue en tirarlo, sin embargo por alguna
razón se lo guardó aunque se quedó pensando que debería tirarlo, pero permanecía
con el trozo.
Al día siguiente caminó hasta la primera ciudad de
la ruta y cuando llegó fue a conocer la ciudad donde había un puente llamado Puente de la Reina (Navarra). Allí algo llamó su
atención debajo del puente y, cuando miró con más atención, vio que había otro
trozo de vidrio que, por un impulso, recogió.
Cuando volvió al albergue se dio cuenta de que eran
muy parecidos los pedazos y de que se encajaban a la perfección. Y así fue
pasando por cada ciudad y cosas igual de extrañas le iban sucediendo, hasta
pensó que su jefe había enviado a alguien de la revista para que la siguiera.
Amy siguió el viaje y en cada ciudad por la que
pasaba había un misterio y algo le llamaba la atención, siempre algo
imprevisible sucedía y, al final, se quedaba con un trozo más de vidrio. Cuando
llegó a la última ciudad, antes de Santiago de Compostela, quería compartir con
alguien las cosas que le habían sucedido por el camino, quería contarlo porque
se dio cuenta de que todos los trozos que había recogido se encajaban y esto le
dio mucho miedo.
En un minúsculo pueblecito gallego llamado O Cebreiro,
cuando se encontró con unos amigos que había hecho por el camino, por un
momento pensó en hablar con ellos acerca de los trozos, pero tuvo mucho miedo
porque no sabía qué era lo que significaba todo aquello, así que acabó no haciendo
nada.
Estaba comiendo en un restaurante cuando algo llamó su
atención en el noticiario que estaba pasando por la televisión. La policía estaba
hablando sobre los trozos de vidrio que se habían encontrado en la cripta de la
Catedral de Santiago de Compostela, entonces fue cuando se dio cuenta de que
eran los mismos que había ido recogiendo por el camino.
La policía estaba explicando que arreglaban la
vidriera con los trozos que faltaban y al día siguiente aparecían rotos
nuevamente, esto era muy curioso porque en una de las ciudades por la que ella
pasó alguien le había dado un papel que tenía escrito: “Nunca segundas partes fueron
buenas”. Inmediatamente Amy pensó que esto podría tener alguna relación con los
trozos de vidrio que ella tenía.
Más tarde, se encontró con un amigo y cuando empezó a
hablar con él acerca del tema, un camarero se aproximó y le dio la cuenta que
aún no había pedido. En la cuenta estaba escrito que no podía hablar acerca de
los trozos de vidrio con nadie, cuando giró la cabeza para hablar con el
camarero este, simplemente, había desaparecido. Cuando ya estaba saliendo del
restaurante le preguntó a otro camarero, que resultó que era el dueño del
restaurante, sobre el otro camarero y él le contesto que solamente su mujer y
él trabajaban allí.
Amy acabó quedándose callada y no le dijo nada a este amigo. Volvió sola para el albergue, casi no pudo dormir y salió muy temprano
hacía su destino final: Santiago de Compostela.
Voladoira
¡¡Una historia interesantísima!! Espero que salga pronto la segunda parte, para saber como termina. Gracias, Voladoira.
ResponderEliminarFoi un trabajo muy interesante y,
ResponderEliminarSin duda, plancetero.