En
una ciudad lejana en el mundo ocurre una historia que interconecta amor,
soledad, miedo, ansiedad, dolor y una gran sensación de que la vida en
cualquier momento puede estancarse. Debido
a la guerra de Hitler, por segunda vez, muchos se vieron obligados a exiliarse
o a esconderse para escapar de la muerte. Este fue el caso de Mia y de su
familia, que huyeron escondiéndose en el anexo secreto de una empresa, con la
ayuda de algunos amigos. En este lugar, las familias vivían los horrores de la
guerra, la falta de comida, la escasez de agua, el miedo y la incertidumbre de
que un día se liberarían de este “cautiverio”.
El
anexo secreto en aquel momento albergaba a tres familias y, entre los adultos,
había tres adolescentes. Era un sitio con poca luz, ya que no se podían abrir
puertas ni ventanas, por lo que se había convertido en un lugar yermo, sombrío
y silencioso. La calle vacía y solitaria guardaba un silencio espantoso, además
era testigo del miedo y del temor opresivo que devastaban a todos los que
vivían allí. El temor ya anunciaba el presagio de una gran destrucción, pues
tenían la sensación de que deberían esconderse de todos y de todo, para ellos
el tiempo parecía eterno dentro de meses tan calurosos. Se cazaba a los judíos
como si fueran animales salvajes perdidos en una gran ciudad, además, eran
esclavizados y humillados, sacaban de sus almas el sueño, la esperanza y la
sonrisa que estampaba y decoraba sus rostros.
Mia
era una judía alemana que vivía en los Países Bajos y tenía tan solo 12 años;
por haber vivido mucho tiempo fuera de su país perdió su ciudadanía alemana. Era
una adolescente rebelde y presumida, a veces con prejuicios, por ende muy
inteligente y culta. Aunque tenía una hermana, se sentía muy sola, aislada de
todos los del anexo. Por esta razón, se dedicaba a la lectura y a los estudios más
diversos, para matar el tiempo y adquirir más conocimientos. Leía los más
variados temas, estudiaba inglés, alemán y francés, entre otras cosas. Luchaba
contra todo y contra todos, defendía sus ideales y sus sueños con uñas y
dientes. Anhelaba ser una gran escritora, actriz y periodista.
Un
día, un miembro del gobierno declaró en un programa de radio que, después de la
guerra, recogería testigos presenciales del
sufrimiento del pueblo holandés bajo la ocupación alemana y que estos serían
puestos a disposición del público; se refería a las cartas y a los diarios de
la gente. Mia, que ya escribía en un pequeño diario que le había regalado su
papá, decidió dedicarse más a sus escritos, informando todo lo que pasaba en el
anexo secreto y en su vida personal. Impresionada con dicho discurso, se animó
a publicar un libro a partir de su diario tan pronto como terminara la guerra. Trataba
a su diario como si fuera su mejor amiga, hasta le puso nombre (Kitty) y le
confidenciaba sus ansiedades, miedos y decepciones; por otra parte, describía
sus recuerdos e incluso su sexualidad sin reservas.
Sus
padres eran muy liberales, dejaban a sus hijas hasta salir, si así lo deseaban.
Esta libertad volvía más adulta a Mia, dueña de su vida y autosuficiente. Tenía
una excelente relación con su padre, pero demostraba cierto rechazo hacia su madre;
en ocasiones, le confesaba a su padre que la odiaba. Por otro lado, creía que
su madre no la quería como debería, que era malinterpretada y que todos en
aquel lugar la miraban por encima del hombro. Mia se mostraba eternamente
insatisfecha con el trato que recibía por parte de su progenitora, sin embargo,
reconocía que era una adolescente incompleta y llena de caprichos.
Todos
en aquel escondrijo andaban con los nervios de punta, debido a la situación,
así que bastaba con una palabra de Mia para que todos se molestaran. Para
ellos, Mia era orgullosa, irónica y extremadamente creída, era como si quisiera
ser mejor que todo el mundo en aquel sitio, pero en una cosa todos se ponían de
acuerdo, y es que era una chica estudiosa, inteligente y comprometida con las
obligaciones de la vida cotidiana. A pesar de todo ello, a los residentes del
anexo les gustaban las charlas que tenían a la hora del almuerzo o de la cena,
ya que habitualmente Mia escuchaba las noticias acerca de la guerra en la radio
y discutía con ellos sobre un posible desenlace; hablaba sobre política y tenía
gran interés en aprender un poco más acerca de la monarquía, la mitología griega
y, sobre todo, los dioses romanos.
Con
vehemencia, planteaba su indignación al saber que los jóvenes holandeses eran
forzados a trabajar en la Alemania Nazi, al mismo tiempo que los judíos eran
capturados y enviados de forma inhumana para los mataderos, como si fueran una
manada de ganado enfermo y maltratado. Eran conversaciones dolorosas que les
conducían a todos a una gran reflexión. En estas tertulias demostraba ser una
chica extremadamente inteligente, llena de ideas bien articuladas y avanzada a
su tiempo. En medio de estas argumentaciones se podían ver tímidas sonrisas y
miradas cruzadas tras los saludos entre Peter y Mia, como "¿qué haces
aquí?"
A
partir de ese momento, surgió algo más entre los meros desconocidos, una gran
amistad que posteriormente se convertiría en pasión y, a lo mejor, en un gran
amor. Pasado algún tiempo de convivencia con Peter en el anexo secreto, -un chico
con quien Mia convivía 24 horas al día y que al principio tenía como a una
persona pesada y sin gracia-, pasó a observar sus cualidades y a confiar en él,
una vez que Peter padecía la misma “enfermedad” que ella, la
"ABORRECENCIA”.
Después
de varios intercambios de miradas y confidencias entre Peter y Mia, el sótano
del anexo se convirtió en ruta obligada para las citas de ambos. Todos los
días, Mia y Peter iban al sótano para contemplar la puesta del sol, a través de
las minúsculas grietas de las ventanas. Allí revivían sus días de gloria y de
libertad, cuando aún podían pasear por las calles, andar en bici, ir a la
escuela, hablar y reírse con los amigos sin ser vigilados como si fueran
criminales o animales salvajes. Y en una de esas noches, tras la cena, Mia se fue
al sótano, como hacía a menudo, pero se fue sola porque Peter estaba muy
ocupado con los estudios y no quería interrumpirle, ni molestarle. Ya en el
sótano, sentada y con las lágrimas contenidas, sentía el viento que soplaba en
su rostro. De repente, una mano le tocó, acariciaba suavemente sus cabellos, se
acurrucó a su lado sin decir palabra y, al mirarle a los ojos, pudo ver que lo
que le faltaba, era Peter, era amor, un amor total en su incondicionalidad.
Las
citas eran frecuentes y cada día Mia se daba cuenta de que lo que sentía por
Peter era algo distinto. Se sentía muy bien cuando estaba a su lado, envuelta por
sus brazos, la protección era inconmensurable, un abrazo infinito que por algún
momento los hacía olvidarse del tiempo. Lo que no podían entender es que se
trataba de un romance casual, de aquellos amores que siempre vienen y van sin
explicaciones. Tras tantas citas y deseos reprimidos, los dos ya se encontraban
perdidamente enamorados. Mia lo besaba calurosamente, ambos ya estaban
involucrados y eran cómplices de un gran amor, así que empezaron a escribir sus
historias. Mia le dijo a Peter con vigor:
-
Un bello día me desperté y me di cuenta de que te quería mucho...
-
¡Tengo tanto miedo de perderte!
-¡Tengo
miedo, tanto miedo de que algo o alguien te lleve de mi lado!
-
Te amo mi amor, si te pierdo, prefiero no vivir más.
La
novela interpretada por Mia y Peter, ya no era más un secreto para los
residentes del anexo, todo el mundo lo sospechaba, pues sus ojos brillaban como
un par de estrellas fugaces que iluminaban a todos con los que se encontraban. No
obstante, la declaración de amor de Mia parecía más un augurio...
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Mei Santana
Emociónese con la historia de Mia y Peter. Anexo secreto, exilio y amor.
ResponderEliminarNo se lo pierda!!!
Un gran saludo a todos.