Estimados
lectores:
Les damos la bienvenida a nuestra más nueva sección: la de traducción. Esta fue concebida a raíz de una charla informal entre algunos componentes del blog con uno de los más actuales traductores del Quijote, ya que la primera obra en publicarse queríamos que fuese un homenaje al gran maestro de las Letras: Miguel de Cervantes.
Les damos la bienvenida a nuestra más nueva sección: la de traducción. Esta fue concebida a raíz de una charla informal entre algunos componentes del blog con uno de los más actuales traductores del Quijote, ya que la primera obra en publicarse queríamos que fuese un homenaje al gran maestro de las Letras: Miguel de Cervantes.
De
ahí surgió el nombre también de esta sección: "A lomos de Clavileño: traduciendo...". Clavileño es el
nombre del caballo de madera que construyeron los duques en su palacio y al que se subieron, en
la II Parte del Quijote (Cap. 41), el
caballero y su fiel escudero, Sancho Panza, para surcar los cielos en una de
las aventuras "de más altos vuelos".
Este apartado tiene como objeto aportar a los
lectores correveidileanos, nuevos conceptos de lectura, literatura y/o
escritura inéditos, siempre pensando en autores de renombre, a través de textos
traducidos al español por el equipo del blog.
De
esta suerte, se espera que degusten cada párrafo, línea y fragmento de los
posts aquí difundidos y, máxime, que viajen por este mundo encantado de las
palabras.
"MI VIDA CON EL QUIJOTE, 1"
Me acuerdo con
claridad de que entré en la librería y vi una edición del Quijote, tapa dura, de un color rojo mate, papel oscuro, letras
microscópicas. Con estas características parecía más una edición resumida de la
Biblia. No obstante, no me dejé intimidar. Debido al hecho de no saber una
palabra en español, compré asimismo una guía y un diccionario de bolsillo. Tras
una o dos semanas, creía que ya estaba listo para hacer frente a Cervantes. Tenía
diecisiete años, entiéndase.
Mi ilusión no duró ni
el primer párrafo. Sin comprender casi nada, pensé que debía leer unas cosas
antes, además de los textos sencillos de la guía. Encontré en un quiosco una
revista argentina de humor. Me pareció más indescifrable que Cervantes:
lunfardos, juegos de palabras, referencias políticas. Analicé un poco más y
compré Rayuela, de Cortázar. Fue
deslumbrante: al final, ya entendía español y había descubierto el libro que me
sacó el juicio. Fueron días y días de fiebre, subrayando largos fragmentos,
tomando notas al margen de la hoja. Hoy me acuerdo de la lectura, pero no
recuerdo el hotel, un hotel bastante lúgubre, donde vivía en aquellos días, en
el centro de Porto Alegre.
En los años
siguientes, traté de leer el Quijote varias
veces, aunque el primer párrafo siguiese siendo insuperable. Mejor dedicarme a
Cortázar, a Borges y a otros latinos, que leía y releía hasta casi
memorizarlos. De modo que, la Civilización brasileña publicó El Quijote en la traducción de los vizcondes
de Castilho y Azevedo. En el Pasquín, Iván
Lessa escribió: “Si va a leer tan solo una novela más, lea esta”. Corrí a
comprarlo. Por ende, el idioma portugués de los vizcondes me pareció, en muchos
momentos, más complicado que el español de Cervantes. Por ejemplo, en el
fatídico primer párrafo se leía, en el original: “duelos y quebrantos”. Ya en
la traducción: “outros sobejos ainda somenos”. Era demasiado misterio para una
simple fritada de huevos con chicharrón o cerebros. Aún así, aguanté casi hasta
el final del primer libro.
Había escuchado que
el Quijote era un clásico y que,
además de eso, era gracioso. Aunque en aquellos días, sospechaba de los
críticos y de sus opiniones restrictivas. Sin embargo, en cuyo caso, quería
creer, ¿me entiendes? De ahí mi reluctancia a aceptar la pesadez que tenía
entre las manos. Les eché la culpa (con toda razón, pienso) a los Vizcondes y
empecé la fantasía de llegar un día a leer el Quijote, tumbado en una hamaca en el balcón, con un portugués que
no necesitara consultar a Rui Barbosa en sesiones con ouija cada línea. Incluso
cuando leí otras traducciones en las que el portugués no se complacía tanto con
arcaísmos, o no caía en un idioma triste y oscuro en nombre de la fidelidad, no
podía relajarme y cotejaba largos fragmentos con el original. Probablemente
pensaba que todo era más insípido y estaba más arrastrado de lo que en la
realidad lo era. Y, lo que es peor, cuando me ponía a leer el original, aunque lo
comprendía, en lugar de dejarme fluir, me entretenía tratando de descubrir algunas
soluciones para el humor en portugués. Sí, deformación profesional, es
horrible, pero en esta ocasión, todavía no había traducido ningún libro, eso por
no hablar de que aún hoy, esto no me sucede con otros autores, salvo en un
momento dado.
Unos treinta años
después, de la mañana en la que compré el famoso manual de Idel Becker, con
unas docenas de libros traducidos que llevaba en el equipaje, dos ediciones
comentadas del Quijote, todos los
diccionarios en línea disponibles y armado de más paciencia que de coraje,
decidí tener agallas con el viejo hidalgo de la Mancha. Comencé a sentirme a
gusto alrededor de la página doscientos. ¿A gusto? Digamos, aunque a veces me llevara
semanas resolver alguna frase o hallar las expresiones idiomáticas
correspondientes.
De esta suerte, había
llegado el momento de buscar una editorial, pero sucedió lo siguiente: Quien
estaba interesado, no tenía dinero; el que tenía dinero, no tenía ningún
interés. No obstante, seguí intentándolo. Unos diez o doce años más tarde,
listo para el desaliento, pensé en la editorial Penguin-Companhia das Letras. Llamé
a Júlia M. Schwarz, de pronto me dijo que probablemente la editorial iba a aceptarlo.
Al igual que en una mala peli, en aquel exacto momento Matinas Suzuki Jr. entró
en la sala y cuando Julia se lo dijo a él, su respuesta fue: “sí, claro”. Enseguida
le envié los dos primeros capítulos para que pudiera evaluar mi trabajo. Una
vez más, Matinas fue rápido y entusiasta.
Me llevó unos dos
años más –dos años en los que no hice nada más. Sí, fui reprendido. Al final, soñaba
con el texto: releía largos trechos, en los que comprendía cada palabra, pero
sin que se unieran teniendo algún sentido. Tengo la impresión de que, si
tuviera que hacerlo de nuevo, saldría corriendo a gritos. Entre tanto, y es
solo una impresión, lo haría nuevamente. No solo me volví una persona mejor
trabajando a destajo, sino que, más bien, voy a poder leer el Quijote en una hamaca, aún este verano.
Ernani Ssó
Traducción de Mei Santana
[Texto enviado por el autor para celebrar con el blog Correveidile el IV Centenario de la muerte de Cervantes y hacernos partícipe de su aventura como traductor. Gracias, Ernani]
Excelente trabajo el realizado por la compañera Mei. Agradezco su dedicación y esmero para traducir con pasión el riquísimo texto que Ernani nos envió para esta ocasión.
ResponderEliminarEnfim, provo do meu próprio veneno. Já tinha sido traduzido antes, mas para o francês, nunca para a língua que traduzo a tanto tempo. Obrigado, Mel. Espero não ter lhe dado muita dor de cabeça.
ResponderEliminarAdorei o nome da seção. E me sinto alegre e orgulhoso de abrir mais esta frente no blog. Estamos todos de parabéns.
Gracias, Ernani. Tú mejor que nadie sabes cuán ardua es la tarea del traductor, así que la sección debía ser llamada de manera simbólica aludiendo a las múltiples interpretaciones que se le pueden dar a un mismo texto, como así pasó en la aventura de Clavileño. Gracias por tu apoyo y, cómo no, por seguirnos. Un beso grande,
ResponderEliminarLes agradezco a Ernani y a Marta por darme la oportunidad de formar parte de esta sección como traductora y, máxime por traducir un texto de un escritor y traductor tan importante como es Ernani Ssó. Para mí es un gran honor. Un gran saludo.
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