Queridos amigos:
A principios de 1929, Lorca entró en un profundo
estado de abatimiento causado por acontecimientos que fueron fundamentales en
su destino. En primer lugar, Buñuel y Dalí se reunieron para trabajar juntos en
la película Un perro andaluz y Lorca fue
desplazado de este proyecto. En segundo lugar, y pese a los éxitos obtenidos en
el año anterior, seguía recibiendo reproches por parte de sus padres sobre el
hecho de que constantemente tenían que ayudarle financieramente. En tercer
lugar, el estreno de la obra Don Perlimplín
tuvo que retrasarse primero por problemas técnicos, después por la muerte
de doña María Cristina (madre de Alfonso XIII) y, por último, por la censura
del régimen de Primo Rivera que empezaba a mostrar su poder.
Mientras obtenía más éxitos y recibía más homenajes,
más agravante era el estado de infelicidad de Lorca. Sus padres, preocupados
con este total estado de tristeza, finalmente, decidieron permitirle hacer su
tan deseado viaje a Nueva York, así que el 25 de junio de 1929, el poeta
español desembarcó en el puerto de Manhattan.
En este momento, me pongo a pensar cómo debió
sentirse el poeta ante la dimensión de la ciudad. “La universidad es un
prodigio. Está situada al lado del río Hudson en el corazón de la ciudad. Sería
tonto que yo expresara la inmensidad de los rascacielos y el tráfico. Todo es
poco”, escribió Lorca a sus padres. Según el escritor David Lerma González, “si
Lorca se sentía atraído por las golosinas de luz de la gran urbe, por otro lado
sentía la amenaza de las mandíbulas de metal”.
A partir de este momento, Lorca también empezó a
vivir intensamente y experimentó una orgía de sensaciones provenientes de la
mezcla de culturas y razas. Los negros de Harlem le encantaron, sobre todo el
canto de las iglesias y clubes de jazz, “¡Pero qué maravilla de cantos! ¡Solo
se puede comparar con ellos el cante jondo!”. Tanto le encantaron que escribió
la Oda al rey de Harlem, uno de los
más hermosos poemas en contra de la discriminación racial:
Negros, Negros, Negros, Negros.
La sangre no tiene puertas en
vuestra noche boca arriba.
No hay rubor. Sangre furiosa por
debajo de las pieles,
viva en la espina del puñal y en el
pecho de los paisajes,
bajo las pinzas y las retamas de la
celeste luna de cáncer.
(Se puede leer
completo en: El rey de Harlem - Poemas de Federico García Lorca)
Lorca aprovechó su
estancia en tierras americanas para visitar a un antiguo amigo, Philip
Cummings, con quién tenía una estrecha relación, y con el que pasó diez días en
la cabaña de la familia construida a orillas del lago Eden. Allí, debido a su
estado emocional, el poeta reveló a su amigosu temor por su familia, que
ignoraba su homosexualidad, los ataques que sufrió por parte de Dalí y la denuncia
de que había gente que estaba tratando de acabar con él. Todo esto estaría
registrado en un documento que le entregó a Cummings, para que lo guardara en
un lugar seguro, y escrito en el final de dicho documento, como una macabra anticipación
de lo que habría de sobrevenir en agosto de 1936, un deseo: “Felipe, si no te
pido estas hojas en diez años y si algo me pasa, ten la bondad, por Dios, de
quemármelas”. Cummings cumplió su palabra.
Tras un largo período
en Nueva York, donde el poeta produjo muchas obras (poemas y dibujos) que
reflejan su constante estado de depresión, así como
también su desenfreno emocional y su estupefacción delante de la grandeza y
frialdad de la metrópoli, Lorca llegó a Cuba y fue recibido con la siguiente portada
en El Diario de la Marina: “El poeta
abandona Manhattan más español, más andaluz y más granadino que nunca”.
En Cuba, Lorca se
recuperó de su depresión y allí vivió, como nunca antes, toda la plenitud de su
sexualidad. “Si yo me pierdo, que me busquen en Andalucía o en Cuba”. Fue
también en tierras cubanas que empezó a esbozar las líneas de El público, Yerma y Doña Rosita la soleta.
Cuando terminó su viaje y Lorca volvió a su país, se encontró a una España
viviendo momentos extraordinarios de tensión política, así que de inmediato se
incorporó a las inevitables conversaciones sobre esta situación. Sin embargo,
sentía una enorme nostalgia por Estados Unidos y Cuba, tenía la gran intención
de regresar cuanto antes a Nueva York, deseo que infelizmente no se realizó.
De aquí en adelante,
lo que se ve es a un Lorca más libre en su escritura y en su vida privada. Un
hombre más relajado en relación a su sexualidad y un ciudadano más, al día sobre
la situación política y cultural de su país. Todo esto, por supuesto, se
refleja tanto en sus obras como también en su comportamiento y sus palabras, lo
que más tarde será el motivo por el cual sus enemigos echarán mano de la fuerza
para quitarle la vida.
Saludos blogueros, Cristiane
Referencias:
Grandes Biografías – Federico
García Lorca, de David
Lerma González.
El rey de Harlem - Poemas de Federico García Lorca
El rey de Harlem - Poemas de Federico García Lorca
Un excelente capítulo más de tu Diario, Cris, que nos deja espacio para recordar al insigne poeta español. La verdad es que siento curiosidad por saber cómo seguirá...
ResponderEliminarGracias Pizpireta!
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