lunes, 27 de mayo de 2019

"Reencuentro" de Adenildo Lima


Pasaron quince años. Andrea era una amiga muy cercana a Víctor, pero las circunstancias del tiempo hicieron que se separasen. Víctor se fue a Ámsterdam. Tan solo quince años después, sin haber mantenido ningún contacto con Andrea, regresó. Y en un reencuentro inesperado, en un café, en la ciudad de São Paulo, empezaron a hablar:

—¡Vaya Andrea, qué felicidad reencontrarte! No sabes cómo estoy emocionado.

—Yo también, Víctor. En este momento pasan por mi cabeza miles de recuerdos. ¿Sabías que siempre me he acordado de ti?

—A veces me quedaba pensando: "¿Cómo estará Andrea?" Deberías haberme escrito.

—No dejaste un contacto, Víctor, desapareciste de una manera misteriosa.

—Fue el amor, Andrea. Me enamoré de una gringa y ya sabes cómo es, ¿verdad? Me fui a vivir con ella.

—¿Y cómo estáis hoy?

—Nos separamos. Tuvimos una hija, vivimos juntos durante diez años, pero con la rutina el matrimonio ha llegado al fin.



—¡Dios mío, lo siento!

—Forma parte, Andrea. Y tú, ¿qué me cuentas?

—También me casé y sigo casada hasta hoy. Ya tuvimos dos hijos.

—¡Vaya, qué bien!

—¡Qué va, Víctor! Es muy estresante.

—Lo siento.

—Lo que quería realmente, Víctor, era haberme casado contigo.

—¿Qué...? No te entiendo, sigues siendo tan bromista como siempre, ¿verdad, Andrea?

—Pero no es una broma, estoy hablando en serio. Si quieres, lo dejo todo y me voy contigo.

—Para, Andrea, sé que estás de broma.

—Siempre supiste que estaba enamorada de ti.

Víctor se quedó medio desconcertado, cogió la taza de café y se la llevó a la boca, sin entender si realmente era una broma o si Andrea estaba hablando en serio. Y trató de cambiar de tema:

—Andrea, ¿has visto como el ambiente aquí es chulo? Hay una librería, un cine, un café, un restaurante... He vivido en Ámsterdam durante todo este tiempo, pero nunca me olvidé de esta ciudad.

—Y tú te puedes creer, Víctor, que yo no aguanto más esta ciudad. Pienso en vivir en el interior. Si aceptas, ¿quién sabe, no?

—Ah, Andrea, yo vine para quedarme, pretendo seguir mi vida aquí en São Paulo.

—Puede ser conmigo, Víctor.

—Deja de bromear, Andrea, tú no te tomas nada en serio, ¿verdad?

—Ya te he dicho que no estoy bromeando. Incluso, si quieres podemos pasar la noche juntos. Mi esposo está viajando y mis hijos están con su abuela. ¿Qué te parece?

—Andrea, perdóname, pero necesito irme.

—¿Irte? ¿Qué pasa? ¿Quince años sin vernos y tú, simplemente, quieres irte? No, no vas a irte. Me has ignorado todo aquel tiempo, ¿y ahora quieres hacer lo mismo?

—Yo no sabía que te gustaba, Andrea. Y si quieres saber la verdad, tú a mí también me gustabas, pero eso ya pasó, estamos viviendo otras vidas, ¿verdad?



Andrea al escucharlo hablar se echó a reír, recordando los viejos tiempos, y se sintió como si hubieran retrocedido quince años. Lo miró y, entre risas, con aire de ironía, bromeó:

—¿Estabas enamorado de mí? ¡Vaya, no lo hubiera imaginado! Piénsalo bien, si no hubiese bromeado contigo, no iba a saberlo nunca.

—Bromeado conmigo, ¿cómo?

—Olvídalo. ¿Qué te parece si paseamos un poco por la Paulista?

Adenildo Lima
Traducción: Mei Santana

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