Hijo único entre cinco hermanas. Rodolfo no se encontraba bien. La mirada del padre sobre él le pesaba, siempre estricto, seco, autoritario. Nueve años vividos y todo que hiciese estaría mal, sería feo e inadecuado.
La madre, apática, arreglaba
a las hermanas para ir a la escuela. Les hablaba bajito, pidiéndoles juicio y
cuidado. El padre no le permitía a la madre que cuidara mucho de su hijo, pues
tenía miedo de que dejara de ser macho. Y el niño, con su cabello pelirrojo, quería que su madre le peinara.
Un día Rodolfo se vuelve loco y empieza a gritar que no quiere más ser hombre. También afirma que es una niña.
Todos están mirándole, sin entender. Él coge una falda roja de una de sus hermanas,
recién recogida del tendedero, se la pone de cualquier manera y sale corriendo por
la calle, a los chillidos. Los vecinos salen a las puertas para ver al niño en estampida, con su falda roja, clamando que es mujer, que sí que es mujer.
El padre con vergüenza y pasmo,
se queda estático. Las mujeres de la casa corren para cogerlo. La madre,
sonrisa amarilla, diciéndole a los vecinos que era una broma de ese niño travieso.
El tema murió allí, se ha
prohibido hablar de dicho caso en aquella casa. Un mes después, Rodolfo fue
metido en un internado de curas, en una ciudad cercana.
Autora:
Bernadete Almeida
Traducción:
Mei Santana
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