Entrevista realizada por JULIÁN FUKS
(Corresponsal especial de Folha de São Paulo)
Traducción a cargo de
Mei Santana
En lo alto de un edificio antiguo de
Botafogo, en una calle otrora menos ruidosa de Rio de Janeiro (Brasil), se retiró Autran
Dourado. Se despierta temprano y ya en las primeras horas se acerca a las
repisas y estantes de su apartamento en una búsqueda placentera de algún libro.
Las piernas y las manos temblorosas, la enfermedad de Parkinson le afecta los
movimientos, se desvía de uno a otro objeto antiguo, mineros (gentilicio del
poeta), como su dueño. Hoy, la mañana
que precede a la tarde en la que recibe la visita de la Folha, opta por Edgar Allan Poe. Con Poe, nos espera.
Autran Dourado, antes de fallecer, con 86 años |
Dourado se acerca a la puerta con la
misma lentitud con la que, desde la pequeña ciudad de Patos de Minas, donde
nació, viene hoy aproximándose a los 80 años. Entre estas dos distantes e
igualmente irrelevantes marcas en el tiempo, su nacimiento y esta entrevista,
publicó, entre novelas, cuentos y ensayos, 23 libros, algunos muy estimados por
los críticos, como Ópera dos mortos. Ahora,
hasta el final del año, se verán todos ellos reeditados por Rocco, un movimiento
que comenzó poco después de haber recibido el Premio Camões de Literatura, en el
2000. En agosto, dos nuevos
viejos títulos: O meu mestre imaginário
y Violetas e caracóis.
Sí, que el premio le ha estimulado. Él
no niega el honor de haberse alineado con João Cabral de Melo Neto o Antônio Cândido.
Pero Dourado, menos que entusiasmo, es pura resignación: en sus palabras, en la
voz igualmente temblorosa, literatura y sus complejidades se convierten en
accidente, en casualidad. Son pura fatalidad.
Folha
– Usted
ha dicho que hay un grupo de sus libros que cree que dio la talla. ¿Qué tienen
que agregar los dos que ahora se están reeditando?
Autran
Dourado – La gente siempre me pregunta, sobre todo cuando voy a las
universidades, cuáles fueron los autores que me han influido. Hice O meu mestre
imaginário para no responder más a esta pregunta. Ya
estoy con casi 80 años, una edad hasta vergonzosa de pronunciar, y en una fase en la
que ya he elegido a mis autores. Se lleva toda la vida seleccionando los libros
que se deben leer cuando se está jubilado. Ahora sé qué libros debo leer. Y no
tengo miedo de los clásicos. Los clásicos son necesarios.
Folha
– ¿Y
qué sería el clásico?
Dourado
– Es
aquel que, aun sin intención, innova. Alguien dijo un día que leer Homero es
aburrido. Pero el aburrimiento no es una cualidad literaria a ser juzgada.
Folha
–
¿La erudición es necesaria para el escritor?
Dourado
– La
erudición es accidental, aunque es algo que se busca. Cuando el autor está
comenzando a escribir, no puede pensar en nadie. Ni en otros autores ni en su
público, porque no puede saber ni tan siquiera quién es su público. El escritor
es aquel solitario. Yo no sé quién es mi lector y no me someto a la posición de
buscarlo.
Es por ello que veo con cierto escándalo
lo que está sucediendo en Brasil: personas jóvenes que se inician en la Literatura
y quieren vender libros enseguida. Tienen vocación de bestseller. Son fabricantes de libros y el libro que se ve no es el
resultado de ningún esfuerzo mayor, no corrió nada de sangre por él. Eso no es
ser escritor. Vender libros es un accidente en la vida de un escritor.
Folha
– Usted
ha dicho que el escritor es un solitario y que es imposible no pensar en sus
personajes, que también se sienten solos, llenos de miedo y de angustia.
Dourado
– Mis
personajes se parecen mucho a mí. Yo los conozco muy bien y sufro la angustia
que ellos sufren. No tengo ningún placer a la hora de escribir. Cuando la obra ya está
lista, me da una cierta satisfacción, pero es la misma que se tiene cuando se
descarga de los hombros una carga pesada.
Folha
– Si
no es placentero, entonces, ¿por qué escribir?
Dourado
– Es
también una fatalidad. Uno se destina a la Literatura, y no la Literatura a
uno. Escribir es una imitación. La gente escribe como si fuera un niño que ve
el libro como un juguete y piensa: “Ah, yo quiero uno”. Cuando leí por primera
vez Dom Casmurro, me dije; “Caramba,
quiero el mío". De ahí la necesidad que se tiene de leer. Cuando estoy a
punto de escribir, me gusta mucho leer un poema, Drummond, João Cabral. No es
el poema lo que voy a escribir, sin embargo creo que me prepara.
Folha
– ¿Y
qué expectativa tiene usted con respecto a su obra? ¿Qué innove sin querer innovar?
Dourado
– Es
exactamente eso. No es propiamente un propósito, no obstante la idea es llevar
una llama, que pase a uno y a otro. Se trata de un encadenamiento de autores,
de autores de una misma familia literaria. Sin embargo, recientemente he vivido
la experiencia de releer mi propia obra y me dio algo así como una náusea. Me
da náuseas pensar en todas esas preguntas. Lo que se debe procurar es escribir
bien y seleccionar a los pocos autores que se deben leer, que son los que
mejoran el tratamiento del lenguaje, dado que la Literatura es un lenguaje
cargado de significado.
Folha
– ¿Los
escritores son los ebanistas de la nada?
Dourado
– Son
ebanistas de la nada. Citaste ahí un cuento mío que me gusta mucho: "Os mínimos
carapinas do nada". Son los ancianos que se quedaban en la ventana de casa, tallando, quitando pequeñas astillas de madera, haciendo caracoles. Buscando
la nada. Se escribe para llegar a la nada. El argumento, por ejemplo, es una de
las cosas menos importantes en la novela. Es el artificio que el autor utiliza
para detener al lector, para engatusarlo mientras le roba su cartera.
Folha
–
¿Y qué le roba?
Dourado
– Su
emoción, sentir que es cautivo del libro, que lo llevas de la mano. Y no que
esté contigo en la mano.
Folha
– Escribir,
entonces, ¿es artificio y no inspiración?
Dourado
– Hay
en la palabra inspiración una cierta traición. Yo prefiero “idea súbita”. Cuando
se me ocurre una idea súbita, la cultivo hasta encontrar la forma de la novela.
Folha
– ¿Y
sobre esa posible muerte de la novela, que, tras las Vanguardias, tanto se
predice?
Dourado
– Cuando
Fernando Sabino se fue a pasar una temporada a Europa, regresó y me dijo: “Estás
perdiendo tu tiempo. La novela murió”. Yo le dije: "Oye, Fernando, me
estás dando una noticia muy triste porque acabo de dejar una novela en la
editorial. ¿Justo hoy me comunicas la muerte de uno de mis parientes?” No
murió. Es el europeo que está muy preocupado con esas cosas.
Folha
-
¿Y no va a morir?
Dourado
– Si
va a morirse, no puedo decírtelo, porque quien puede morirse antes soy yo.
Folha – En
estos momentos, ¿está escribiendo algo?
Dourado
– Estoy
preparando un libro, pero nunca se lo enseño a nadie antes de que esté listo. Empero,
estoy escribiendo con mucha dificultad, ya que estoy muy preocupado con lo que
es permanente en la Literatura, que es el valor literario, fundamentalmente los
valores formales. Es un peso que aumenta con el paso del tiempo. El peso de
haber escrito ya.
Fuente de consulta:
Folha
de S. Paulo Ilustrada 30/07/2005. Consultado el 26 de abril de
2017. (http://www1.folha.uol.com.br/folha/ilustrada/ult90u52320.shtml).
Autran Dourado, uno de los más importantes escritores brasileños que he tenido el placer de leer con detenimiento y pasión. ¡Recomendadísimo! Falleció en 2012, pero siempre vivirá su obra para continuar recordándolo...
ResponderEliminarFelicidades, Mei, un trabajo impecable.
ResponderEliminarGracias, Estrella de Mar, traducir grandes autores es siempre un aprendizaje.
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