Tal vez una de las mejores cualidades que un
ser humano puede tener sea la capacidad de vivir plenamente. Esto puede sonar
simple, pero, a menudo, los pequeños y simples problemas del día a día nos
golpean con tal fuerza que, de forma rápida, perdemos la noción de lo que
realmente importa y nos sacrificamos con pequeños dramas cotidianos.
No quiere decir que la multa de tráfico que te
pusieron ayer a volver a casa, o que
aquel colega tuyo tan pesado que afecta a tu trabajo diario, o la porquería de
ducha en el baño de su hijo que se quemó por tercera vez en dos meses no sean
razones justificables para soltar una u otra palabrota y desplegar media hora
de mal humor, pero que después del ejercicio de su derecho justo y adquirido de
usar la palabrota y media hora en un mal estado de ánimo es importante otra vez
asegurarse de que la vida es más bella cuando el niño corre para ti gritando
que la ducha está fría y le das un abrazo grande para entrar en calor, cuando
después de las actitudes tacañas del colega de trabajo pesado se puede tomar un
café con los otros cinco buenos compañeros de trabajo que ya se han convertido
en amigos, para despejar la mente y cuando -a pesar de haber tomado una multa-
has llegado a casa de nuevo sano..., a salvo y entero.
Tal vez esto sea un cliché de las revistas de
mujeres, pero la capacidad de ver el lado bueno de las cosas, absorber esta
sensación y vivir de una manera positiva es lo que trae la plenitud de la vida.
Es así como los objetivos aún no alcanzados no son meros huecos en la vida, sino
proyectos en curso. Así es como todo lo que ya se ha logrado no son tan solo
pasos cumplidos, sino que son árboles que siguen floreciendo día a día... todos
los días.
En realidad, no es fácil. Algunos incluso tienen
una inclinación por el drama. Pero para todos es así: no es fácil. A veces es agotador ser optimista, a veces es difícil tener
resiliencia. Y cuando la vida nos golpea con problemas fuera de nuestro
control, con obstáculos que lamentablemente no vamos a ser capaces de superar,
es difícil mantener este discurso de la positividad, ¿no?
Magda había sufrido algunos golpes... había
sido traicionada por el marido, estaba desempleada, su vida estaba de punta
cabeza. Estos golpes nos tambalean fuertemente, pero uno se las arregla y se
toma de vuelta el control de la vida. Pero entonces ella es golpeada duramente.
Pocas cosas pueden afectarnos tanto como las enfermedades. Y en pocas
situaciones la derrota emocional y psicológica es tan aceptable como en los
casos de enfermedades físicas.
No me puedo imaginar el tamaño de este
sentimiento..., la conciencia de que, para uno, esta encarnación ha terminado,
que la vida se acaba y que ya no puede soñar con cosas nuevas o crear nuevas metas.
De hecho, va a tener hasta que dejar la mayor parte de los sueños y metas que
ya tenía.
Se ha escrito mucho en el teatro, el cine y la
literatura sobre este momento. Y dos reacciones tienden a ser las más comunes
en estas escrituras poético-artísticas (sí, porque la realidad tan solo la sabe
quienes pasaron por ella): tenemos las historias dramáticas y melosas de la
salvación (donde incluso los más mediocres descubren y entienden el sentido de
la vida y, en el último momento, se salva el alma del hoyo) y, después, están
los retratos dramáticos y profundos de la muerte (todos los actos de la
película reflejan la pérdida, para llegar al final con la muerte efectiva -triste
todo el tiempo... hasta la banda sonora nos hace llorar).
Si tuviera que hacer una crítica cinematográfica
de Ma Ma, habría muchos puntos
negativos: la amistad entre Magda y Julián, totalmente sin sentido; el canto de
Julián (es aburrido, ¡en serio!); el niño de viaje durante todo el tratamiento,
sin ningún tipo de conversación decente con la madre; el avance de la
enfermedad sin síntomas, etc. La producción no estaría en mi lista de buenas
películas, pero sin embargo tiene el mérito de escapar de los melodramas que
tratan el mismo tema.
Magda, a pesar de todos los obstáculos y
tragedias, no hace drama. Está preocupada, está sorprendida, está triste, tiene
miedo. Ella tiene un problema que no puede resolver. Ella no va a sobrevivir. No
obstante, ni por eso deja de vivir. Pero no es de esa manera romántica de las
películas, con la salvación final del alma, no, es de una manera práctica,
realista, apreciando lo que tiene. La valoración de todos los árboles que se ha
ganado hasta ese momento de su vida, que siguen floreciendo cada día. La
valoración de los proyectos en curso, que no va a terminar ella, pero que delegará
en los que los podrán llevarlos a cabo después de su muerte. La valoración del
tiempo, del poco que le queda, pero incluso lo mucho que ha vivido hasta aquí,
cuando mantiene activo todo lo que le caracteriza en los buenos tiempos.
La historia es exagerada, sobre todo ese
proceso por el que pasa Magda y que sigue una línea absurda de eventos nada
lógicos. Es incluso un contrapunto a la lógica y la objetividad con la que vive
Magda... sin dramas, pero llena de sueños, trabajando para realizarlos o
dejarlos en marcha, y viviendo plenamente.
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Mariana Boeing
Esta película me sorprendió por muchos motivos. Creo que la crítica de Mariana es muy acertada, aunque no sea una película "para toda la vida", esto es, inolvidable, la cinta llama la atención por el más que acertado alejamiento del dramatismo. Creo que de las películas de Julio Medem, es la que recordaré con más placer (y este pensamiento es muy personal).
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