jueves, 5 de noviembre de 2015

Rojo

Era el invierno de 1996 cuando oí a mi madre, que me parecía muy tensa y aburrida, hablando por el teléfono con alguien. La voz del otro lado, la reconocí, era de su tía Carmen, a quien había visto solamente una vez en mi vida. Era una voz de la que uno no se olvida, muy profunda y fría. El aspecto de la tía Carmen en su totalidad era inolvidable: sus ojos, compuestos de un negro intenso, y su piel blanca como de un cadáver, hacían un contraste perturbador.
Mi madre encerró la llamada y me contó lo que pasaba. Mi abuelo paterno había fallecido en Madrid y ella y mi padre tenían que ir allá con urgencia, y yo, como niño que era, no podría acompañarlos en un viaje tan fúnebre. Me iba a quedar en la casa de la tía Carmen, a quien todos sabían que no le gustaban las visitas, pero, bueno, era una emergencia y ella tendría que comprender, me dijo mi madre.
Fue así que llegué a la casa de la tía Carmen, con miedo, de luto por mi abuelo y lejos de mi padres por primera vez. Tía Carmen me recibió en silencio en su casa, vistiendo un largo vestido rojo que se mezclaba con el paisaje detrás de ella. Decir que la casa era roja es casi un eufemismo. Las alfombras eran tan rojas que me dolían los ojos, y tenían manchas todavía más rojas. Las cortinas eran rojas y los muebles eran de madera roja, así como las paredes. Borgoña, rubí, carmín y escarlata parecían complementarse en la casa de la tía Carmen. De tanto choque y miedo me quedé congelado y fui en silencio al cuarto que me había designado.
Durante algunos días, vivimos solos en la casa roja: la tía, el hedor del moho y yo. Tía Carmen ignoraba mi presencia y permanecía siempre en silencio, mientras que yo intentaba permanecer en el cuarto de huéspedes todo el día. Cuando mi madre me llamaba, lloraba desesperado pidiéndole que me salvara del horror y de la soledad que sentía con la tía Carmen, pero sin ningún efecto.
En el tercero día por la noche, me desperté oyendo la voz de la tía Carmen por primera vez. Oí también otra voz, masculina, que conversaba con intimidad con la tía. Charlaron por un rato y se fueron al cuarto. La curiosidad de la niñez por una vez fue más grande que el miedo de la tía y de su casa. Abrí la puerta del cuarto y fui a mirar por el ojo de la cerradura del cuarto de la tía. Nada en mis ocho años de entonces o incluso en mis 27 de hoy podría haberme preparado para lo que vi.
Tía Carmen estaba desnuda en el suelo, con la boca llena de sangre. La sangre también escurría por sus dedos y añadía una mancha roja más a su alfombra. Abajo de ella, mi abuelo, que ya no sabía si había fallecido, si todavía vivía, o incluso si había muerto ahora; se estaba también desnudo con los brazos abiertos en el suelo. La sangre salía por todo su cuerpo. Mientras yo miraba, los negros ojos de tía Carmen se levantaron y miraron los míos, y de lo que pasó después no me resta memoria.
A la mañana siguiente, desayunamos juntos la tía Carmen y yo y, así como antes, nadie habló. Por la tarde, mis padres volvieron de Madrid y me fueron a buscar. La tía Carmen elogió mucho mi educación y, mientras me entregaba a mi madre, tomó con fuerza mis manos y dijo que era bueno que yo fuera tan educado, pues los malos niños atraen a los malos espíritus.
De esto nada conté a nadie. Ahora solamente me pongo a escribir pues hace una hora que supe que la tía Carmen fue encontrada muerta en su casa, vistiendo su largo vestido rojo. Estaba en posición de cruz colgada de la pared de su cuarto, sangrando por todos sus orificios, en lo que aparentaba ser un asesinato brutal. La policía todavía no ha encontrado un culpable. En verdad, creo que nunca lo encontrarán ni siquiera comprenderán lo que pasó, así como yo nunca entenderé lo que vi aquel día. 


Vicente de Paula Batista Filho - B1


5 comentarios:

  1. Vicente, qué historia! No sé si te digo que es magnífica, o que es terrible! Lo siento por tu tía.

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  2. Vicente, tienes que contarnos si la historia es verdadera o una magnífica ficción...

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  3. Lindo texto que conduce a pensar, tal vez incluso a soñar... con ese profundo rojo de la vida. Muy bonito, Vicente. Felicidades!!!

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  4. Vicente, muy bien, Felicidades!!!

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