La segunda temporada de “La Otra
Mirada” ya está disponible para deleitarnos con las aventuras de las chicas del
Instituto. El primer capítulo ya empieza tenso, explotando las relaciones personales
y la discriminación de etnia. Pero, dejemos este punto de lado y hablemos de
Teresa, la bella y rebelde protagonista de la serie.
Teresa sale de la cárcel gracias a que
la madre de Roberta ha confesado el crimen. Pero, aunque esté libre, Teresa se
ha cerrado por dentro, evitando el contacto con las personas que la quieren.
Sigue prisionera de su propio destino, de su miedo de vivir o de ser quien
realmente es. El miedo nos paraliza y nos hace alejarnos de la convivencia
social, matándonos poco a poco, como si no tuviésemos energía o fuerza para
abrir los ojos. Así está Teresa, no ve finalidad a la vida. Para qué volver a
la Academia si no tiene más propósito u objetivo en su vida, qué ejemplo sería
para sus alumnas o qué estímulo les daría si no posee más sentido la
existencia.
Por supuesto, está deprimida, o despistada, ante las
oportunidades que el destino le presenta. Todo cambia cuando encuentra, al
azar, a una chica negra que vive marginada por la sociedad, vendiendo flores y
robando pequeños objetos a los transeúntes para comprar comida. Teresa
reflexiona sobre la importancia de ayudar a esta chica, que se encuentra en
esta situación porque nunca ha tenido una oportunidad para desarrollar y
conquistar un puesto mejor en la sociedad.
Por lo tanto, convence a Manuela para que acepte a la
chica en el Instituto. No hay duda de que el encuentro de la chica negra con
las estudiantes no fue nada armónico, reflejando los valores de la sociedad de
no convivir con personas miserables. No voy a seguir describiendo estos
conflictos porque, seguramente, continuarán en los próximos capítulos y habrá
más tiempo para discutirlos. Prosigamos con Teresa.
La maestra rebelde decide volver a la Academia después de
enterarse de la resistencia de las estudiantes a recibir a la chica negra como
compañera. Por fin, encuentra un nuevo sentido a su vida o un desafío por el
que vale la pena luchar. ¿Es este un medio de salir de la depresión: encontrar
un desafío que nos haga salir del vacío existencial? No sé responder a esta
pregunta, sin embargo, para Teresa parece que sí funciona. Hay un giro
fenomenal que le hace sonreír, cambiar de ropa y postura ante la vida. Sí, todo
indica que nuestra heroína da un giro inesperado para ocupar su verdadero
sitio, el de la maestra rebelde que quiere mejorar la sociedad.
La Otra Mirada muestra, una vez más, su
gran potencial de hacernos reflexionar sobre la vida y las relaciones
personales. Revela el hoyo de hipocresía que existe en nuestra sociedad,
independientemente del siglo en el que vivamos. Parece que la sociedad no
cambia, no posee esa capacidad o no quiere hacerlo. Por lo tanto, te pregunto,
querido lector, ¿y tú, quieres cambiar?
Cervantito, El Perro
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