domingo, 17 de diciembre de 2017

"Nos olvidamos de que el alma tiene sus propios antepasados" (James Hillman)

Al abuelo Matías

Algo se removió en mi interior. Algo me puso en alerta y me hizo mirar un poco más allá. A la casa de al lado.

Levanté la mirada hacia una ventana abatida por el tiempo. Resoplando en un último aliento. Llamándome entre susurros de voces lejanas. Murmullos cada vez más audibles.


Una sonrisa me encuadraba el alma. Y supe al momento que fue allí. Detrás de aquellos muros sellados. Al otro lado de la puerta tapiada. En aquel lugar habitaron mis antepasados.

Imaginé cómo serían las estancias, los recodos, los umbrales que daban paso al día a día de vuestras vidas. Te vi de niño jugando con tus hermanos en la puerta de casa. Felices y ajenos al futuro, como debe de ser la vida en los primeros años.

Y una madre vigilando a sus pequeños a través de la ventana, mientras el puchero cuece a fuego lento, y un padre labrando las tierras con el sudor de su frente.



Imaginé a tres jóvenes, saliendo de puntillas de la niñez, para encaminarse a zancadas hacia una guerra absurda, como lo son todas las guerras. Y a una madre que llora en la despedida. Y un padre que ahoga su miedo entre el trabajo de cada día. Esperando noticias que no llegan y amaneceres que nunca traen luz.

Y los niños que fuisteis, regresáis ancianos. Sin entender muy bien lo que habéis vivido. Con la muerte escrita en la frente y la enfermedad arrastrando vuestros pies.

Y una madre y un padre que se miran cobijados entre silencios. Porque la vida trae a sus hijos hasta la puerta de casa para ver morir a dos de ellos, sin poder hacer nada contra una maldita enfermedad que no les pertenecía.

Y te quedas tú. Y cargas en tus hombros el dolor, las ausencias y la negrura de los sinsentidos. Y sobrevives al abatimiento, digno, sin perder el sentido de la vida. Quizá en la necesidad de vivir las de tus hermanos que no pudieron vivirlas. Y entregársela como ofrenda a la madre que olvidó sonreír. Al padre que maldice en sus adentros.


Querido abuelo. Nunca te conocí, pero ayer las piedras de tu primer hogar me hablaron. Allí, sentada frente a su fachada, me dejé empapar por todos esos recuerdos de ti que nunca tuve.

Karm_la

2 comentarios:

  1. Uffffffff... gracias Marta. No esperaba encontrarlo. Se me ha estremecido el corazón al revivir... mil besos ������

    Krme_la

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    1. ¡Cuánto nos alegramos! Sorpresas como estas son las que nos llenan de orgullo. Nosotros agradecemos tu generosidad. Mil besos, Marta.

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