domingo, 26 de junio de 2016

Viviendo 11 horas por delante del momento presente...

Con motivo del final de mis vacaciones, voy a compartir las impresiones que tuve tras mi primer viaje al Japón, el país del sol naciente. Además de la distancia, está al otro lado del mundo, hay muchas cosas que nos alejan a nosotros, brasileños, de esta cultura oriental.


Primeramente, se requiere mucha paciencia para incorporarse a una jornada de tamaña proporción. Fueron 28 horas de avión que, sumadas a las 3 horas de espera en el aeropuerto de São Paulo, se convirtieron en casi un día y medio de traslado hasta que se pudiera pisar suelo asiático. ¿Ducharse? ¡Ni pensar!

Cuando llegamos a Tokio, mi marido y yo, tuvimos una muestra de lo que sería nuestro viaje: me impresionó cómo todo está limpio, organizado e, infelizmente, hay poquísimas informaciones en inglés. Los japoneses son extremadamente educados y se esfuerzan por comprender y ser entendidos por cualquiera, a pesar de que, con excepción de algunas situaciones, lo que más me funcionó fue hacer mímica y apuntar lo que deseaba. Debido a eso, cualquier conocimiento que se tenga de otras lenguas es prácticamente inútil: hay tan pocos japoneses que hablen inglés que me sentí una analfabeta por allá, hablando y gesticulando como si fuera una niña. Los hispanohablantes que no conozcan algunas palabras llave del idioma anglosajón, esenciales para contar, pedir algo o comprar comida, deberán ser creativos para lograr comunicarse con los demás. Incluso como los fonemas de los orientales son tan distintos, el habla a veces es más difícil de comprender. Sin embargo, al final, uno se lo pasa muy bien.

La comida también es muy distinta de lo que estamos acostumbrados: poca variedad de frutas, porque son caras; dulces de frijoles y otros tipos raros para nuestro paladar; casi o ninguna sal, algunas legumbres, lomo y pollo. El desayuno tradicional parecía una cena con arroz, la sopa de “miso” e incluso pescados. Pero es posible comer de manera saludable, ya que adelgacé 2 kilos en 3 semanas, comiendo muchos carbohidratos, pasta, arroz y frituras.

Por otro lado, hay muchas cosas buenas que contar sobre el Japón: las personas respetan a su prójimo, lo que es evidente cuando se ven las colas, para mantener el orden de llegada, en cualquier sitio para caminar en el metro o aun por las calles. En Tokio, especialmente, hay un conjunto enorme de líneas de metro, por donde la población se moviliza. Los grandes centros urbanos están llenos de vallas luminosas y son tan características del país, que se convirtieron en signos de lo cotidiano para los extranjeros, y los semáforos emiten un sonido de pájaros cuando los peatones atraviesan la calle por el paso de cebra. Los baños poseen retretes inteligentes, con botones para bidé, ducha higiénica, música y calentamiento (en sitios más remotos hay solamente un tipo de agujero en el suelo, el cual no me atreví a experimentar), pero, generalmente, son muy limpios, hasta en locales donde hay gran movimiento. Asimismo, hay máquinas de bebidas calientes y frías (gaseosas, leche, café, sopa, agua, etc.) en la mayoría de las calles, así como ventas de helados. Echaré de menos todo ese confort y comodidad.

Al lado de la modernidad de edificios inteligentes, medios de transporte automatizados y aparatos electrónicos de última generación, convive una sociedad que valoriza sus tradiciones y su Historia. Geishas, templos y construcciones de miles de años se ubican al lado de modernos rascacielos. Debido a eso, hay mucho que hacer en las ciudades, que siempre poseen un sitio interesante al que ir, un museo que visitar u opciones culturales para aprovechar la estadía.



Por todo esto, recomiendo a todos los que puedan que visiten el Japón alguna vez. Siempre es posible aprender con ellos, por supuesto que también nos hemos dado cuenta de que nuestro país es dichoso y nos permite vivir con recursos naturales excepcionales.

Meron Soda

2 comentarios:

  1. Que increible viaje hiciste, Meron!

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  2. Realmente fascinante y divertido... Me imaginé todo el proceso del viaje!! Gracias, Meron.

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