Con
motivo del final de mis vacaciones, voy a compartir las impresiones que tuve tras
mi primer viaje al Japón, el país del sol naciente. Además de la distancia, está
al otro lado del mundo, hay muchas cosas que nos alejan a nosotros, brasileños,
de esta cultura oriental.
Primeramente,
se requiere mucha paciencia para incorporarse a una jornada de tamaña
proporción. Fueron 28 horas de avión que, sumadas a las 3 horas de espera en el
aeropuerto de São Paulo, se convirtieron en casi un día y medio de traslado
hasta que se pudiera pisar suelo asiático. ¿Ducharse? ¡Ni pensar!
Cuando
llegamos a Tokio, mi marido y yo, tuvimos una muestra de lo que sería nuestro
viaje: me impresionó cómo todo está limpio, organizado e, infelizmente, hay
poquísimas informaciones en inglés. Los japoneses son extremadamente educados y
se esfuerzan por comprender y ser entendidos por cualquiera, a pesar de que, con
excepción de algunas situaciones, lo que más me funcionó fue hacer mímica y
apuntar lo que deseaba. Debido a eso, cualquier conocimiento que se tenga de
otras lenguas es prácticamente inútil: hay tan pocos japoneses que hablen
inglés que me sentí una analfabeta por allá, hablando y gesticulando como si
fuera una niña. Los hispanohablantes que no conozcan algunas palabras llave del
idioma anglosajón, esenciales para contar, pedir algo o comprar comida,
deberán ser creativos para lograr comunicarse con los demás. Incluso como los fonemas
de los orientales son tan distintos, el habla a veces es más difícil de comprender.
Sin embargo, al final, uno se lo pasa muy bien.
La
comida también es muy distinta de lo que estamos acostumbrados: poca variedad
de frutas, porque son caras; dulces de frijoles y otros tipos raros para
nuestro paladar; casi o ninguna sal, algunas legumbres, lomo y pollo. El
desayuno tradicional parecía una cena con arroz, la sopa de “miso” e incluso
pescados. Pero es posible comer de manera saludable, ya que adelgacé 2 kilos en
3 semanas, comiendo muchos carbohidratos, pasta, arroz y frituras.
Por
otro lado, hay muchas cosas buenas que contar sobre el Japón: las personas
respetan a su prójimo, lo que es evidente cuando se ven las colas, para
mantener el orden de llegada, en cualquier sitio para caminar en el metro o aun
por las calles. En Tokio, especialmente, hay un conjunto enorme de líneas de
metro, por donde la población se moviliza. Los grandes centros urbanos están
llenos de vallas luminosas y son tan características del país, que se
convirtieron en signos de lo cotidiano para los extranjeros, y los semáforos
emiten un sonido de pájaros cuando los peatones atraviesan la calle por el paso
de cebra. Los baños poseen retretes inteligentes, con botones para bidé, ducha
higiénica, música y calentamiento (en sitios más remotos hay solamente un tipo
de agujero en el suelo, el cual no me atreví a experimentar), pero,
generalmente, son muy limpios, hasta en locales donde hay gran movimiento. Asimismo,
hay máquinas de bebidas calientes y frías (gaseosas, leche, café, sopa, agua,
etc.) en la mayoría de las calles, así como ventas de helados. Echaré de menos
todo ese confort y comodidad.
Por
todo esto, recomiendo a todos los que puedan que visiten el Japón alguna vez. Siempre
es posible aprender con ellos, por supuesto que también nos hemos dado cuenta de
que nuestro país es dichoso y nos permite vivir con recursos naturales
excepcionales.
Meron Soda
Que increible viaje hiciste, Meron!
ResponderEliminarRealmente fascinante y divertido... Me imaginé todo el proceso del viaje!! Gracias, Meron.
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