martes, 14 de junio de 2016

"El último baile"


Habían pasado cuatro décadas desde el último gran baile ofrecido por el Emperador y ahora, el 9 de noviembre de 1889, Don Pedro II había decidido celebrar una nueva fiesta con ocasión de la visita del navío chileno Almirante Cochrane. Los chilenos habían llegado a Rio de Janeiro, capital del Imperio, el 11 de octubre y, en su larga estadía en la ciudad, es cierto que pudieron testimoniar sucesos inolvidables, como las bodas de plata de la princesa y, al fin, la propia caída de la Monarquía.

Al contrario que en las Cortes europeas, debido sobre todo a las pocas ganas que tenía Don Pedro II de eventos sociales, la brasileña se distinguía por la rara ausencia de fiestas o celebraciones, así que este baile, en principio programado para el 19 de octubre, era algo especial. El cambio de la fecha no se debió a algo ligero. El sobrino del emperador, Don Luis I, rey de Portugal, estaba muy enfermo y, por lo tanto, la situación no era ideal para celebrar nada. De hecho, tan mal estaba que, en la fecha original del baile, el rey se murió. Sin duda, una trágica coincidencia.

Tras este fatídico hecho había que elegir el sitio de tan importante acontecimiento, que acabó siendo el nuevo palacete construido para servir de puesto aduanero en la llamada Isla Fiscal, en el interior de la bahía de Guanabara. El edificio impresionaba, y todavía lo hace, por sus detalles lujosos y su apariencia de castillo, algo un tanto singular para un país que ni tan siquiera existía en el medievo. 




Para la ocasión, además de la propia construcción, se empleó lo más moderno con relación a la tecnología, algo aún desconocido para gran parte de los brasileños, la luz eléctrica. Fueron 14 mil las lámparas y faroles utilizados, iluminando no solo la isla, sino también los monumentos que estaban alrededor e incluso el mar.

Decorados con banderas de Chile y de Brasil, los salones estaban repletos con más de 3000 invitados (pero se estima que unos 1500 habrían ido sin cualquier tipo invitación), entre ellos ministros, barones, senadores, diputados y diplomáticos, que pudieron disfrutar de un fastuoso banquete, con docenas de platos y postres distintos como, por ejemplo, 12 mil porciones de helados de variados sabores. Tampoco faltó la bebida, tan solo de cerveza fueron 10 mil litros.

A las nueve de la noche, tanto el Emperador como la Emperatriz llegaron vestidos de negro, seguidos por la familia imperial. A las once empezó el baile y la cena fue servida a la una de la mañana. Quince minutos después, ellos se fueron  juntos, con tan solo una excepción: el príncipe Pedro Augusto, que continuó bailando durante toda la madrugada. 



La fiesta no terminó hasta la mañana, con la salida del Sol, cuando las nubes cubrieron el cielo y comenzó a llover de modo torrencial. Entre los objetos olvidados, había diecisiete ligas femeninas, utilizadas en la época para sujetar las prendas íntimas, y veintitrés corsés, que eran usados para modelar el cuerpo bajo los vestidos. ¡Vaya!

Y así, tan solo seis días después de un baile recordado más de un siglo después, el Imperio cayó... y aunque a este baile le sucedieron muchas otras celebraciones, ninguna le sobrepasó, por lo menos, no en importancia. En la República que después llegaría, y hasta los días de hoy, las personas siguieron encontrando nuevos modos extravagantes de gastar su dinero, pero el glamour es otra cosa.

         Así es la historia.


Lipe de Vega

{Sobre el autor: Tal vez todos crean que tal estirpe del gran Lope de Vega se perdió en los derroteros de la Historia, pero hasta el Blog Correveidile ha llegado de nuevo la leyenda por medio de una rama perdida que desciende directamente del gran dramaturgo español del siglo XVI y que se dedicará a reconstruir momentos de la Historia de Brasil. Pero que lo sepan todos: Del gran Lope ha heredado solo el dominio magistral del castellano y parte del nombre. Nada tiene de la naturaleza coqueta de dicho escritor. En este tema de mujeres, está más para Carlos, el Rey Emperador: ¡Hombre de un único amor!...}


Bibliografía:
GOMES, Lauretino. 1889: Como um imperador cansado, um marechal vaidoso e um professor injustiçado contribuíram para o fim da monarquia e a proclamação da República no Brasil. 1ª ed. São Paulo: Globo, 2013.

1 comentario:

  1. Me encantan las historias de bailes tan lujosos y en lugares exóticos. No conocía esta historia. Comprendo bien a las mujeres que abandonaron los ligueros y los corsés... !!Menudo coñazo bailar con eso puesto!!

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