El VII Conde
de Lemos nació en Monforte de Lemos, en la provincia de Lugo, comunidad autónoma de Galicia (España), en 1576. Pertenecía
a un linaje de la alta nobleza gallega cuyos dominios señoriales estaban
en la Comarca de Lemos, con su capital en la villa de Monforte.
El Conde era un hombre de
salud frágil, pero que se destacó por su capacidad como estadista y también por
su intelectualidad. Al largo de los años adquirió nuevos títulos, así como
también sumaría nuevos dominios territoriales a su núcleo familiar,
consolidando la tradición en la familia de los Castro. Asimismo se sabe que
luchó en favor de los derechos del Reino de Galicia.
Pedro
Fernández de Castro y Andrade, VII Conde de Lemos. Retrato conservado en la Biblioteca Nacional de España |
Retrato de Catalina de la Cerda,
1602
|
Se trató del VII Conde
de Lemos, IV Marques de Sarria (sería en 1598 cuando su padre
le concedería este título), V
Conde de Villalba, III de Andrade y Grande de España de primera clase. “El gran Conde de Lemos” también fue presidente del Consejo de
Indias, virrey de Nápoles (Duque de Taurisano y Conde de
Castro, estos dos títulos los obtuvo en el reino de Nápoles), presidente del Consejo supremo de Italia,
comendador de la Orden de Alcántara y famoso estadista y diplomático español.
Embajador extraordinario de Roma y alguacil mayor del Reino de Galicia. Cuando finalizó sus primeros
estudios en Galicia, se trasladó a la ciudad de Salamanca y allí estudió varios
cursos en la prestigiosa Universidad de esta ciudad. Contrajo matrimonio con
Catalina de la Cerda Sandoval y Zúñiga (?-1648), hija del I Duque de Lerma, Francisco
Sandoval y Rojas, por eso era su prima hermana; además fue cuñado del Duque de
Uceda, con quien mantendría unas tensas relaciones familiares.
En el Siglo de Oro español (que abarcó el XVI y
XVII), tuvo lugar un importante desarrollo tanto el Arte como las Letras. Los Reyes
se convirtieron en protectores de arquitectos, pintores y escultores. En este
momento surgieron los más importantes literatos y autores de obras de arte:
Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Góngora, Quevedo y un largo
etcétera. El Conde de Lemos fue un gran protector de los mayores escritores de
esta época, como fue el caso de Luis de Góngora (se pueden encontrar en sus obras diversos sonetos y poemas más extensos
dedicados al Conde o a la ciudad de Monforte de Lemos); también se debe destacar la
relación con el archiconocido Miguel de Cervantes, el cual le dedicó una gran parte de su obra (las Novelas ejemplares y las Ocho comedias y ocho entremeses
nuevos nunca antes representados, la segunda parte del Quijote o Los trabajos de Persiles y Sigismunda). Otra de las relaciones culturales fue la que
mantuvo con los hermanos Argensola (La obra literaria
de los hermanos Lupercio y Bartolomé Leonardo de Argensola fue admirada en su
época, sin embargo siguió siendo famosa durante el siglo XVIII y en siglos
posteriores), así como también con Francisco
de Quevedo, quien lo definió como: "Honra de nuestra Edad".
En 1598, Lope de Vega, uno de los escritores de
más relevancia del Siglo de Oro, pasó a ser su secretario para ayudarle con sus
asuntos personales. Una fuerte y sincera amistad trascendía la relación
mecenas-artista y esto se pudo ver no solo en la gran proximidad que mantuvo
con Lope de Vega, sino que también Lope le presentaría a Miguel de Cervantes
Saavedra, con el cual también parece que tuvo una gran amistad, por lo menos por
parte de Cervantes. La relación de amistad entre el Conde de Lemos y Cervantes tuvo
un gran destaque, tanto que el último escrito de puño y letra de Cervantes,
firmado días antes de morir, fue una epístola al Conde, transcrita a
continuación:
"Aquellas coplas antiguas que fueron en su tiempo celebradas, que
comienzan: "Puesto ya el pie en el estribo", quisiera yo no vinieran
tan a pelo en esta mi epístola, porque casi con las mismas palabras las puedo
comenzar diciendo:
Puesto ya el
pie en el estribo,
con las
ansias de la muerte,
gran señor,
ésta te escribo.
Ayer me dieron la
Estremaunción y hoy escribo ésta. El tiempo es breve, las ansias crecen, las
esperanzas menguan, y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de
vivir, y quisiera yo ponerle coto hasta besar los pies a Vuesa Excelencia; que
podría ser fuese tanto el contento de ver a Vuesa Excelencia bueno en España,
que me volviese a dar la vida. Pero si está decretado que la haya de perder,
cúmplase la voluntad de los cielos, y por lo menos sepa Vuesa Excelencia este
mi deseo, y sepa que tuvo en mí un tan aficionado criado de servirle que quiso
pasar aun más allá de la muerte, mostrando su intención. Con todo esto, como en
profecía me alegro de la llegada de Vuesa Excelencia, regocíjome de verle
señalar con el dedo, y realégrome de que salieron verdaderas mis esperanzas,
dilatadas en la fama de las bondades de Vuesa Excelencia. Todavía me quedan en
el alma ciertas reliquias y asomos de las Semanas del jardín, y del famoso Bernardo. Si a dicha, por buena ventura mía, que ya no sería
ventura, sino milagro, me diese el cielo vida, las verá, y con ellas fin de La Galatea, de quien sé está
aficionado Vuesa Excelencia. Y, con estas obras, continuando mi deseo, guarde
Dios a Vuesa Excelencia como puede. De Madrid, a diez y nueve de abril de mil y
seiscientos y diez y seis años.
Criado de Vuesa Excelencia,
Miguel de Cervantes".
Con 27 años fue presidente del Consejo de
Indias, así como su padre. Su cargo comprendía ámbitos políticos y administrativos
de los territorios coloniales españoles. El Conde instauró políticas para la
apertura del comercio, fomentando así el progreso y, consecuentemente, promovió
la mejora de la vida del pueblo. También tuvo éxito con la petición al Rey Felipe
III solicitando la libertad de los indios. También, al igual que su padre, fue nombrado Virrey de Nápoles (1608). Su
primera disposición en el cargo fue proporcionar la seguridad de los habitantes
de Nápoles, luchando contra los bandoleros que amedrentaban a la población. Luchó
para eliminar las desigualdades sociales existentes, su política estuvo
dedicada a mejorar la vida de los más necesitados, puso en orden el caos
cronológico que existía en Nápoles (cuatro calendarios vigentes) y fundó la Universidad
de Nápoles, levantó edificios de Escuelas Públicas, construyó el Colegio de
Jesuitas y creó la Academia Literaria “Degli Oziosi” ("De los Ociosos").
Duque de Uceda |
En 1616 regresó a España y, en la ciudad de
Valencia, tomó posesión de la presidencia del Consejo de Italia, cargo que lo llevaría,
tanto a él como a su suegro, al exilio. El Duque de Uceda, su cuñado, cuando
accedió al poder procedió de inmediato a anular los nombramientos efectuados en
tiempos de su padre, el Duque de Lerma, de tal forma que el Conde de Lemos fue
sustituido en la presidencia del Consejo de Italia, y en su lugar el cargo
recayó en el Conde de Benavente.
Panorámica de Monforte de Lemos |
Abandonó Madrid en 1618 y se trasladó a Monforte
de Lemos, su tierra natal, donde empezó a disfrutar de la prosperidad cultural
y material, que quedaba reflejada en su vida literaria y en los importantes
edificios de los que el Conde gozó durante los años de su exilio. En 1620 promovió
la celebración de grandes festejos en Monforte, a los que asistieron nobles
caballeros que llegaron tanto desde Galicia como de Portugal. Para esta
celebración solicitó la creación del concurso literario Lope de Vega en el que,
además, el propio Conde contribuyó con una de sus comedias.
Busto del VII Conde de Lemos, en Monforte de Lemos (Galicia) |
En 1622, debido a la enfermedad de su madre, el
Conde de Lemos tuvo que trasladarse a Madrid. Allí, y mientras su madre
presentaba señales de mejora, él debido a su débil salud se enfermó. Dos meses
después, el 19 de octubre de 1622, murió en su palacio madrileño de la Plaza de
Santiago. La muerte repentina dio mucho que hablar, hubo hasta una hipótesis de
un supuesto envenenamiento por parte de sus rivales y de los que alentaban
conspiraciones contra su persona. Su cadáver fue llevado a hombros por los
caballeros de la Orden de Alcántara, de la que era comendador, hasta el
Monasterio de las Descalzas Reales.
Monasterio de las Descalzas Reales, Madrid. |
Interior del Monasterio de las Descalzas Reales, Madrid. |
En su ataúd llevaba el hábito blanco de la Orden
y su espada, que actualmente está conservada en la Real Armería del Palacio de
Oriente de Madrid. A
continuación fue trasladado a Monforte,
donde fue sepultado en el Monasterio de las Franciscanas, que había sido
fundado por el propio Conde. Lope de Vega, en una carta dirigida al Duque de
Sessa, escribió lo mucho que le había afectado la muerte de su señor.
Como no tuvo hijos, su hermano heredó todos los
títulos y su fortuna, estimada en 80 000 ducados de renta. Sus bienes libres
los cedió, en usufructo, a su mujer Catalina y después de esta pasarían a
constituir varias fundaciones y obras piadosas en Monforte. En 1633, Catalina entraría como monja, bajo en nombre de Sor Catalina de la Concepción, en el
Convento de Santa Clara y se trasladan para allí los restos del Conde. No
obstante, en agosto de 1646, el convento fue trasladado a su actual ubicación y
los restos del Conde, junto con los de otros familiares, fueron llevados para
el nuevo convento bajo grandes ceremoniales que duraron varios días.
Convento de Santa Clara, Monforte de Lemos |
En 1648 fallece Catalina, que fue enterrada
junto a su marido. Actualmente, se ignora el paradero de los restos del Conde
de Lemos y de su esposa. Se sabe que fueron ocultados en algún lugar del
Convento de Santa Clara, en Monforte, para protegerlos de los pillajes, saqueos
y destrozos en iglesias y conventos durante la invasión francesa.
Voladoira
Bibliografía:
CASÁS FERNÁNDEZ, M., «Cervantes y Galicia. El Conde de Lemos —ilustre
gallego— mecenas del inmortal autor del Quijote». En: Boletín de la RAG, XXIV, 1945.
CONTARINI, S., Apéndice a las
Relaciones de las cosas sucedidas en la corte de España desde 1599 hasta 1614.
Madrid, 1857.
HERMIDA BALAO, M., Vida del VII
Conde de Lemos. Interpretación de un mecenazgo, Madrid, 1948.
PÉREZ BUSTAMENTE, C., La España de
Felipe III. Vol. XXIV de la Historia de España de Ramón Menéndez Pidal.
Madrid, Espasa-Calpe, 1998.
TOMÁS Y VALIENTE, Fco., Los
validos en la monarquía española del siglo XVII. Madrid, 1963.
VV. AA., Introducción a la
Historia Moderna. Madrid, Istmo, 1991.
Excelente texto que permite una vez más, sobre todo a quienes amamos el tema cervantino y quijotesco, desvelar aspectos históricos relacionados con las relaciones que mantuvieron Lope, Cervantes y el Conde. Da mucho que pensar el hecho de que Cervantes le dedicase tantas obras al Conde y que nunca obtuviese apoyo por parte de este... o de la supuesta mala relación entre Lope y Cervantes. Si tan mal se llevaban, por qué el dramatugo le presentó al mecenas gallego?? Curiosísimos detalles sobre los que pensar...
ResponderEliminarMuy interesante, Voladoira! Gracias
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