jueves, 18 de octubre de 2018

Diario de viaje a España (IV): “Ciudad 1: Sevilla (II)”

Queridos amigos correveidileanos, 
después de un tenebroso invierno sin ninguna noticia, 
¡Volvemos a la saga de mi diario!
¿Os habéis perdido la tercera entrega del diario?
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Mi segundo día de paseo por Sevilla lo inicié en la Puerta de Jerez, donde se cogía el autobús Circular 3 y también era cerca de la primera parada del autobús turístico. Allá caminé por la plaza de los Jardines de Cristina, donde encontré poesías de Federico García Lorca, hecho que me recordó a mis amigos de clase de español, quienes lo habían homenajeado un año antes (Crónica de la celebración).

Como tenía tiempo libre, aproveché para visitar sitios interesantes, como el Museo Náutico de la Torre del Oro, donde aprendí que las naos de Cristóbal Colón salieron del río Guadalquivir (confieso que sí, que lo había aprendido en algún momento de mi vida de estudiante, ¡Pero lo había olvidado completamente!). Igualmente saqué panorámicas exquisitas del colmo de la Torre mientras admiraba la ciudad a partir de la terraza.

El Real Alcázar fue el principal monumento que vi aquel día y, en mi opinión, es uno de los lugares más bonitos de Sevilla. Como de costumbre, alquilé una audioguía para apreciar el lugar que todavía sigue siendo un Palacio para los Reyes de España (quienes no lo utilizan durante el verano, puesto que pueden elegir otros destinos con temperatura más amena). Finalicé el recorrido en la región de la Macarena (donde hay una muralla antigua y una movida bohemia por la noche), que a diferencia de lo que parecía, acabó por no llamar mi atención en absoluto.

Al día siguiente hice mi paseo sola, pues perdí el horario de los autobuses turísticos a causa del cansancio. Tras comparar el mapa de las paradas turísticas y con el de la línea regular Circular 3, llegué a la conclusión de que una opción económica para conocer el barrio de Triana, al coste de 1,40 euros, era bajarme en la calle Pagés del Corro para aventurarme a pie por sus calles. Aunque sea una locomoción fácil en una región plana, os advierto que os mantengáis hidratados ya que... ¡El calor es de mil demonios! Paré en el Mercado de Triana para probar algunas frutas, así como también en el Museo de la Cerámica, que es el producto más conocido del lugar.

Al continuar mi larga caminata, crucé el puente del Cachorro hacia el Mirasol, que consiste en un hito de la construcción moderna. Está ubicado en el centro de la ciudad, sobre ruinas romanas, y en su azotea se localiza una pasarela hacia un mirador donde se puede apreciar la ciudad con una visión de 360º.  

Ese día logré hacer la ruta guiada a pie por el barrio de Santa Cruz, por la Catedral y la torre de La Giralda, así como también por el barrio judío. Lo más interesante fue escuchar algunas de las leyendas locales, como la de "Susona". Según se cuenta, Susona era una judía que se enamoró de un católico, a quien le contó los planes de los judíos y de los musulmanes para combatir a los católicos, lo que culminó en la muerte de todos los hombres de la región, incluso de su propio padre. Cuando ella murió, pidió que su cuerpo fuese separado de su cabeza para que la gente recordase su historia de traición.

Infelizmente, como nada es perfecto, al pasar por enfrente de la Catedral fui abordada por una gitana que quería leerme la mano. Para evitar conflictos, se lo permití, ¡Pero pretendía cobrarme 20 euros por eso! Además de decirme cosas genéricas, intentó maldecirme y aún tuve que discutir, afirmando que si lo supiera, no lo habría consentido. Así que mi consejo es: ¡Nunca aceptéis una ramita de romero de ninguna mujer, ni dejéis que os toquen! Es mejor ser considerada una persona antipática, que ser engañada o sufrir algún riesgo en estas situaciones.

Por fin, por la noche hice el crucero por el río Guadalquivir, pero esto no merece la pena puesto que casi no hay información sobre los puntos vistos, del mismo modo que no se ve nada distinto de lo que vemos en los autobuses. Honestamente, fueron los 11 euros más mal gastados de mi viaje.



Érika W. O. Fernandes


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