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B.C.: Tu novela El mundo de afuera recibió el premio
Alfaguara en 2014, pero tu primer premio lo ganaste en 1996
con una antología titulada Maldito
amor. Entre el primero y el último, ¿qué cambió en el estilo literario de
Jorge Franco?
J. F.: A
ver, creo que mucho, pero es un poco difícil puntualizarlo por una razón y es
que yo no me leo. Digamos que, me leo tantas veces cuando estoy en el proceso
de escritura, así que como antes de publicar un libro no sé cuántas veces me
leo -¡muchísimas!-, pierdo la cuenta de las veces que lo leo. Así que cuando el
libro se publica y ya no puedo hacer nada para modificarlo, entonces hasta ahí
lo leo, no vuelvo a leerlo más.
Pero yo siempre he querido que cada
libro forme parte de un proceso de aprendizaje, que cada libro me enseñe, a mí
sobre todo, porque hay una teoría que tengo y es que: “Solo se aprende a
escribir, escribiendo”. No hay otra manera, la práctica, y leyendo mucho. Por
supuesto que hay que ser muy buen lector, pero solamente escribiendo. Entonces,
opino que la práctica sí da experiencia, creo que da madurez. En ese sentido,
creo que estos libros han sido parte de un proceso de aprendizaje grande. Yo
estoy seguro de que si me pongo a mirarlos desde el comienzo, y vuelvo a hacer otra
vez una relectura, voy a encontrar muchos elementos de los que ya he logrado
aprender.
Sin duda, hay unos aspectos que se
conservan, creo que uno de ellos tiene que ver con la presencia de personajes
femeninos muy fuertes en mis historias; porque en Maldito Amor, que son cuentos, casi todas las protagonistas de esos
cuentos son mujeres y hay hombres enamorados, que están ahí sufriendo (risas).
Y lo otro es el tema del amor, que he mantenido a lo largo de todas las
historias. El tema del amor es un tema que mí me ha interesado siempre, es
producto un poco de tantas telenovelas que vi en mi vida.
Escrava Isaura, novela brasileña de 1976 |
Hago un paréntesis porque durante mucho
tiempo las telenovelas brasileñas en Colombia eran un fenómeno, era una cosa
que paralizaba. Recientemente no las he vuelto a ver, pero hace un par de años
pasaron una que se titulaba Avenida
Brasil y todo el mundo en la noche estaba viendo esa telenovela. Yo vi otras,
porque soy de otra generación, así que viví el momento de: A escrava Isaura, me acuerdo que era impresionante; también había
otra que, esa sí que me levantaba en la mañana para verla, se llamaba Dancing days, con Sonia Braga, y que era
una cosa así que yo alucinaba con ella (risas).
Otra de las telenovelas brasileñas exitosas |
Así que me parece que el gusto por el
amor como tema está muy ligado a esto y es algo que también se ha conservado,
al igual que la participación o la presencia femenina, que es muy fuerte en las
historias. Todo eso tiene mucho que ver con un entorno, con un aspecto cultural
en mi país donde, a pesar de haber machismo, el rol de la mujer, en particular el
de la madre, es muy fuerte y juega un papel muy importante en la sociedad. Y como
esa esposa, esa novia, esa mujer, esa compañera sentimental, en algún momento dado
se convierte en madre, entonces sigue teniendo ese papel tan importante.
Yo creo que también la violencia
colombiana, nuestro país ha tenido muchas décadas de violencia, ha hecho que
nuestras mujeres sean también fuertes por naturaleza. En las historias
familiares de Colombia hay muchas ausencias, en particular ausencia masculina,
sea por la misma violencia o sea porque culturalmente hay hombres que no están
ahí para formar parte de la familia, entonces eso hace que la mujer tenga un
protagonismo importante en nuestra cultura. Entonces esas mujeres están ahí,
han seguido permanecido en mis historias desde los primeros cuentos hasta la
última novela, que es El mundo de afuera.
B.C.:
Y tienes tres hermanas…
J. F.: ¡Ah
bueno! Y tengo tres hermana, yo soy el único hombre, y eso sí fue un factor
determinante también, vivir en una casa con muchas mujeres, porque mis hermanas
llevaban amigas a la casa, estaba mi mamá con amigas, yo no llevaba amigos
(risas) entonces, era una casa que podías encontrar quince mujeres en una tarde
o un fin de semana, todas hablando al mismo tiempo (risas). Yo les agradezco porque
me volví un buen lector gracias a ellas, porque yo me encerraba en mi cuarto (risas)
y lo único que hacía era leer, ponerme a leer, pero al mismo tiempo fue bonito
porque me acercó al mundo femenino.
Se me volvió muy normal una casa donde
lloraban, gritaban,… no sé (risas). Desde hace muchos años son mis mejores
amigas y digamos que todo lo consulto con ellas, estamos muy, muy unidos y creo
que a mí me ha servido muchísimo, pues ese mundo femenino es un mundo de mucha
sensibilidad. En mi época, la educación con los hombres era muy diferente: los
hombres no lloran, no gritan, no se exaltan,… era diferente. No se podía
demostrar el amor con tanta libertad. Así que viví en una casa de mujeres,
donde había más sensibilidad, y creo que a la hora de contar o escribir historias
es importante estar cercano a la sensibilidad. Ya después de que me hice
escritor, fue fácil darme cuenta de que en el mundo de la mujer hay más
historias que en el del hombre porque hay más obstáculos; digamos que el camino
del hombre para llegar a un lugar es más en línea recta, el de la mujer no,
tiene que ser madre, tiene que superar prejuicios, pero en esas curvas, en esos
obstáculos, es donde están las historias, esa ya es mi mirada como escritor,
para buscar.
Entonces, donde las mujeres están hablando,
ahí estoy yo, porque sé que están contando alguna historia, algo que les pasó o
algo que le pasó a una amiga y son, a veces, cosas absurdas, extrañas o
dolorosas también. Entonces, por eso siempre estoy oyendo más a las mujeres,
porque sé que hay más historias para contar. Y la manera como hablan, como las
cuentan, también me enriquece mucho como escritor; a veces los hombres somos
mucho más escuetos, más directos, incluso hasta fríos en el momento de contar
una historia. Una mujer cuenta una historia y, me ha pasado muchas veces, se
puede poner a llorar en la mitad de la historia, y es normal, por lo que todo
eso es bueno para uno como escritor también.
B.C.:
Tenemos una curiosidad, ¿cuánto tiempo tardaste en escribir tu galardonada
novela Rosario Tijeras?
J. F.: Rosario Tijeras es una novela que a mí me asombra porque se publicó
en el año 1999, ya son 19 años de haberse publicado, y es una novela que se
sigue leyendo bastante. Se lee mucho en los colegios en Colombia y lo que me
gusta es que son los mismos estudiantes los que quieren leerla. Ellos piden
leer ese libro, que eso me parece muy gratificante.
Esa novela tardé como unos dos años en escribirla, pero es poco porque en mis últimas tres novelas he tardado un promedio de cuatro años en la escritura de cada una. Rosario Tijeras es una novela que me salía, salía sola, porque cuenta una época en la que yo vivía en Medellín (yo nací en Medellín), pero cuando la escribí ya estaba viviendo en Bogotá. La novela cuenta unos años muy difíciles que me tocó a mí vivir en Medellín en los 80, con toda la época de Pablo Escobar, el cartel de Medellín. Entonces, era una necesidad escribirla, por eso salió más bien rápido porque las otras salieron más despacio.
B.C.: Y te salió redonda...
J. F.: Salió bien, sí, aunque yo no me esperaba esto porque creí que era una novela que solo se iba a leer en Medellín y que a nadie más le iba a interesar este tema de las pandillas, del narcotráfico. Y yo lo hice, como te digo, porque sentía que tenía que contar ese momento, ese pedazo de nuestra historia. Ese fragmento yo lo quería contar y se hizo con mucho corazón, mucha alma le puse yo a esa novela. Y la sorpresa que me dio a mí fue que comenzó a leerse en todo el país, en América Latina, en España también hubo varias ediciones y traducciones. Se trata de una novela que está traducida a 15 idiomas. Todavía hay solicitudes para traducirla, hace poco me buscaron para traducirla al árabe. Es mi obra más traducida, más vendida y más leída.
Esa novela tardé como unos dos años en escribirla, pero es poco porque en mis últimas tres novelas he tardado un promedio de cuatro años en la escritura de cada una. Rosario Tijeras es una novela que me salía, salía sola, porque cuenta una época en la que yo vivía en Medellín (yo nací en Medellín), pero cuando la escribí ya estaba viviendo en Bogotá. La novela cuenta unos años muy difíciles que me tocó a mí vivir en Medellín en los 80, con toda la época de Pablo Escobar, el cartel de Medellín. Entonces, era una necesidad escribirla, por eso salió más bien rápido porque las otras salieron más despacio.
B.C.: Y te salió redonda...
J. F.: Salió bien, sí, aunque yo no me esperaba esto porque creí que era una novela que solo se iba a leer en Medellín y que a nadie más le iba a interesar este tema de las pandillas, del narcotráfico. Y yo lo hice, como te digo, porque sentía que tenía que contar ese momento, ese pedazo de nuestra historia. Ese fragmento yo lo quería contar y se hizo con mucho corazón, mucha alma le puse yo a esa novela. Y la sorpresa que me dio a mí fue que comenzó a leerse en todo el país, en América Latina, en España también hubo varias ediciones y traducciones. Se trata de una novela que está traducida a 15 idiomas. Todavía hay solicitudes para traducirla, hace poco me buscaron para traducirla al árabe. Es mi obra más traducida, más vendida y más leída.
B.C.: Hablemos de la adaptación cinematográfica de Rosario Tijeras
J. F.: De esta obra se hizo
una película y una serie. La película fue una coproducción con España, Brasil
(que se encargó de la postproducción). Esta es una película que en Colombia
tuvo mucho éxito, una película muy vista. Años después se hizo en Colombia una serie de televisión con 60 capítulos, ya más larga. Y también se hizo, recientemente, en México la serie colombiana, pero con actores y producción mexicana.
B.C.: ¿Te parece que la película Rosario Tijeras retrata tu obra?
J. F.: La película, está dirigida por un director mexicano, que trabajó con actores colombianos y un actor español, el coprotagonista Unax Ugalde, que en su momento fue criticado en Colombia porque no imitaba bien el acento colombiano. A mí no me importó esto, me pareció que hizo un buen trabajo con su actuación, con sus silencios. Sin embargo, para mí lo importante era el alma de la historia, porque en un principio la película se iba a filmar en México e incluso se habló de que la iban a hacer en Moscú (una película rusa de Rosario Tijeras), pero para mí lo principal es que fuese una historia de amor, que se tratase una historia de amor en la película. Si era un cartel de droga de México o de Rusia, a mí la verdad eso no me importaba, repito lo que me interesaba es que se plasmase ese triángulo amoroso de ella con estos dos amigos, eso es lo importante que debía llevase a la pantalla. Así que cuando hablé con el director y con los productores y coincidimos en que eso era lo que ellos querían hacer, ahí me quedé tranquilo.
B.C.: ¿Te parece que la película Rosario Tijeras retrata tu obra?
J. F.: La película, está dirigida por un director mexicano, que trabajó con actores colombianos y un actor español, el coprotagonista Unax Ugalde, que en su momento fue criticado en Colombia porque no imitaba bien el acento colombiano. A mí no me importó esto, me pareció que hizo un buen trabajo con su actuación, con sus silencios. Sin embargo, para mí lo importante era el alma de la historia, porque en un principio la película se iba a filmar en México e incluso se habló de que la iban a hacer en Moscú (una película rusa de Rosario Tijeras), pero para mí lo principal es que fuese una historia de amor, que se tratase una historia de amor en la película. Si era un cartel de droga de México o de Rusia, a mí la verdad eso no me importaba, repito lo que me interesaba es que se plasmase ese triángulo amoroso de ella con estos dos amigos, eso es lo importante que debía llevase a la pantalla. Así que cuando hablé con el director y con los productores y coincidimos en que eso era lo que ellos querían hacer, ahí me quedé tranquilo.
Entiendo que es
otra mirada -es la mirada del director- y es otro arte -es el cine-, yo siempre
he creído que el libro es otra cosa y que el libro siempre va a estar a salvo
de la adaptación. Si la película funciona bien, pues creo que al libro le va
bien. En cambio, si a la película va mal, todo sigue igual. El ejemplo más
claro es el de García Márquez: todas las películas han sido un fracaso, las
adaptaciones de García Márquez al cine no han sido buenas, no funcionaron por
muchas razones, pero la obra literaria de García Márquez está a salvo. Y claro,
hay otra cosa, que yo vengo del cine, estudié cine antes de hacerme escritor,
entonces me gusta esa familiaridad que hay entre el cine y la literatura, eso
me ha gustado siempre.
B.C.: Para terminar, nos gustaría saber quiénes
son "los gigantes inventados", esos molinos de viento de Medellín, de los que
hablas en un cuento que tienes publicado.
J. F.: Sí, yo escribí un cuento con un título
muy largo: “Donde se cuenta cómo me encontré con don Quijote de la
Mancha en Medellín cuando la ciudad se llenó de gigantes inventados”, este es un título muy cervantino que utilicé porque esta historia fue una invitación que nos hicieron a algunos escritores latinoamericanos para contar cómo veíamos El Quijote desde América. Esta era, inicialmente, una edición privada del BBVA. Yo, la verdad, cuando me hicieron esta invitación me asusté bastante porque había muchos especialistas en Cervantes en el libro, pues estaban Octavio Paz, Borges, Vargas Llosa, o sea, los grandes nombres de autores latinoamericanos. Y yo les dije que iba a hacer lo que sé hacer, que es ficción, es decir, contar el cuento. Entonces, recuerdo que yo de niño conocí la figura de don Quijote a través de mi abuelo.
B.C.: ¡Ah, entonces la historia es en parte real!
J. F.: Sí, lo que pasó es que nosotros teníamos chatarra y mi abuelo hacía esculturas con cosas que encontraba en los talleres, cuando iba, o por la casa e incluso en la calle, aparecía algo y se lo guardaba, para después utilizarlo. Así fue como hizo una figura de don Quijote y de Sancho también, y así fue como conocí la figura de don Quijote. Obviamente, él me explicó quién era y de qué trataba la historia, yo era aún muy niño, 5 o 6 años. Y a partir de mi vivencia, el cuento yo lo trasladé al Medellín de los años 80, cuando había mucha violencia. Recuerdo que hubo un acontecimiento que fue muy triste porque en un bar donde estaba, era un viernes por la noche, había muchos jóvenes divirtiéndose con sus novias, tomando cerveza, y llegó una banda de hombres encapuchados y mataron a todos los jóvenes, eran muchachos de 17-18 años. ¡Eso fue muy duro! Y eso fue en la época de [Pablo] Escobar.
Entonces, yo traje como esa historia a ese momento. Así que se trata de una historia de crecimiento, de un joven que está viendo que su ciudad, su mundo, comienza a deteriorarse, a dañarse, a descomponerse debido a tanta violencia. El abuelo, cuando sabe que su nieto no muere en esa masacre, pero sabe que pudo haber sido uno de ellos, como que se rompe y dice: "Me voy". Y se va con un carretero, con un tipo que recoge chatarra, con el pretexto de encontrar el sombrero de don Quijote, el baciyelmo. Así que, ¿quiénes son esos gigantes inventados? Yo creo que "esos gigantes" se traducen en un monstruo "invisible". Este es un concepto que yo he trabajado en otras novelas, como por ejemplo en Melodrama, que es la adaptación que va a hacer Bruno Barreto.
Yo siento que la violencia es un monstruo que está así, como por encima, que tiene muchos pies, tiene un pie en diferentes países y lo tiene en Colombia, lo tiene en Siria, o sea, donde hay más violencia siento que está ese monstruo, que posee muchas patas. Por lo que esos gigantes son como ese monstruo, que un día está en Colombia, otro en Serbia y otro en Siria, etc. La violencia pasa a ser cotidiana, pero el monstruo está constantemente allí, alimentándose, y cuando la cosa está tranquila el monstruo vuelve y golpea.
Entonces, yo traje como esa historia a ese momento. Así que se trata de una historia de crecimiento, de un joven que está viendo que su ciudad, su mundo, comienza a deteriorarse, a dañarse, a descomponerse debido a tanta violencia. El abuelo, cuando sabe que su nieto no muere en esa masacre, pero sabe que pudo haber sido uno de ellos, como que se rompe y dice: "Me voy". Y se va con un carretero, con un tipo que recoge chatarra, con el pretexto de encontrar el sombrero de don Quijote, el baciyelmo. Así que, ¿quiénes son esos gigantes inventados? Yo creo que "esos gigantes" se traducen en un monstruo "invisible". Este es un concepto que yo he trabajado en otras novelas, como por ejemplo en Melodrama, que es la adaptación que va a hacer Bruno Barreto.
Yo siento que la violencia es un monstruo que está así, como por encima, que tiene muchos pies, tiene un pie en diferentes países y lo tiene en Colombia, lo tiene en Siria, o sea, donde hay más violencia siento que está ese monstruo, que posee muchas patas. Por lo que esos gigantes son como ese monstruo, que un día está en Colombia, otro en Serbia y otro en Siria, etc. La violencia pasa a ser cotidiana, pero el monstruo está constantemente allí, alimentándose, y cuando la cosa está tranquila el monstruo vuelve y golpea.
Jorge Franco (Der.) y Ademir Oliveira, en la despedida: sobran las palabras |
Así fue el encuentro con Jorge Franco Ramos (Colombia), al que casi ni dejamos respirar. Sin duda es una persona maravillosa que nos proporcionó un emocionante paseo por sus mundos de ficción y que, al mismo tiempo, nos permitió conocer a un escritor de gran sensibilidad, atento a su quehacer literario y siempre muy cercano al lector. ¡Gracias por este regalo sin igual! Te deseamos muchos éxitos en tu carrera y que nosotros podamos seguir leyéndote.
Equipo Blog Correveidile:
Ademir, Alessandra, Ana Paula y Renata
@blogcorreveidile
@blogcorreveidile
Muchas gracias por compartir este momento con nuestro equipo!
ResponderEliminarGracias, una vez más, por la gran entrevista.
ResponderEliminarJorge es un gran ídolo, una referencia dentre los novelistas de Latino América.
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