Julián todavía no tiene memoria. No recuerda o no acepta
quién es, dados los hechos presentados por sus compañeros. Pero, en un cierto momento,
recuerda a Amelia (en verdad un personaje que le visita, le sugiere que la
heroína podría ayudarle), su socia en el Ministerio y su amante. Amelia
responde fácilmente a la llamada para socorrer a Julián, quien no puede acordarse
de los momentos románticos ni profesionales con la feminista que le había conquistado
el corazón.
Amelia hizo un gran esfuerzo para rescatar la memoria de Julián que insistía en que él no era el enfermero que luchó junto a ella en las misiones casi imposibles para salvar la Historia de España. Su trato final fue duro para recordar los momentos sustanciales de su vida. Después de eso hecho, pareció haber recuperado la memoria y los momentos románticos con ella, pero no estarán juntos. Amelia regresó a su tiempo por causa de los problemas familiares. Fue un final frustrante, ya que yo esperaba que la pareja rescatase su romance. No me frustré por el discurso final del personaje histórico que hablaba con Julián, como un espíritu errante o un ángel protector.
Tras su despertar, Julián se dio cuenta de que estaba interactuando con Lorca, el escritor asesinado durante la dictadura de Franco. Como Lorca lo apoyó durante su falta de memoria, Julián le ayudó a resolver su crisis existencial. Para comprender la importancia de su papel en la Historia de España, Julián lo lleva a Granada años después del franquismo, para ver una actuación flamenca, cuyos músicos cantaron sus versos rebeldes. Asombrado por lo que vio y escuchó, Lorca admitió que lo mataron, pero no han podido silenciar su voz. Sí, Lorca, toda tu lucha y muerte no fueron en vano, nunca te silenciarán. ¡Gloria a ti!
Podría terminar mi reseña aquí, pero tengo que hablar de la parte histórica que cubrió el capítulo. ¡Vamos a ella! El ministerio del tiempo recibe un comunicado de que la línea de sucesión familiar real se había visto comprometida, Isabel Tudor ha sido asesinada. Isabel era prima de la reina de Inglaterra, María Tudor, conocida como “Bloody Mary”, cuyo apodo refleja algo macabro o sanguinario hasta el punto de levantar serias dudas de que ella podría haber sido la mente maestra del crimen. Para investigar esta sospecha, nuestros héroes viajan hasta al año 1554 cuando María estaba casada con Felipe II e Isabel vivía en España.
María era mayor que su consorte y necesitaba tener hijos para seguir su linaje para el trono de Inglaterra. Entre tanto, no pudo. ¿Era problema suyo o de Felipe II? ¿Por qué Isabel fue asesinada? ¿Quién la mató? ¿Se casaría una reina por amor o sería capaz de renunciar a su reinado por amor? Aquí hay algunas preguntas que no responderé, dejaré que las averigües tú, querido lector, pues ya he revelado el desenlace de la historia entre Julián y Amelia.
Pero este hecho histórico sobre María Tudor, la “Bloody Mary”, nos ofrece una reflexión sobre el valor del poder. ¿Qué reina era esta que fue capaz de todo, incluso de matar, para mantenerse en el poder? ¿Qué significado tiene el poder para alguien que elimina a cualquiera que amenaza su reinado? ¿Merece la pena ensuciarse las manos con sangre por el poder? ¡Ah!... es verdad… reyes y reinas subcontratan este servicio... ¡Qué Dios proteja al pueblo de sus gobernantes! Amén.
Cervantito, el Perro
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