Por Érika Fernandes y Tiara Vaz
Johnny
Lázaro Desbrunes llegó a Brasil el 5 de mayo de 2013. Venido de Haití, ya había
vivido en muchos países de Europa, América del Sur y Caribe antes de bajarse del
avión en Manaus, Amazonas. Para él, Brasil fue el país más acogedor donde ya ha estado.
Johnny y su mujer salen de turismo por São Paulo, Brasil. Ellos hablan siete idiomas. / Foto: archivo personal |
La
historia de Johnny se suma a la de otros 45 mil haitianos que han llegado al
territorio brasileño en los últimos cinco años. No obstante, no todos tienen la
misma suerte o consiguen construir una trayectoria tan optimista cuanto la
suya.
Pensando
en eso, la periodista Isadora Andrade fue hasta el pueblo insular donde vive
Johnny para hablar con los nuevos inmigrantes de allí -Flores da Cunha tiene
una considerable comunidad de haitianos.
Isadora
notó que, además de la cuestión de que muchos haitianos no hablan el portugués,
había una larga distancia entre la población local y los nuevos habitantes,
incluso marcada por desconfianzas y prejuicios.
“Me
llamó la atención que la gran mayoría de los residentes locales descienden de inmigrantes
italianos que llegaron a Brasil más o menos con la misma intención que los
haitianos”, afirma la periodista. Para ella, eso sería un hecho motivador para
que ellos fueran recibidos con más empatía.
Impelida
a aproximar los dos mundos, Isadora ha empezado un proyecto de entrevistas con
los inmigrantes haitianos y los hijos y nietos de los inmigrantes italianos.
Ellos contestan a las mismas preguntas. El resultado de este trabajo saldrá en
vídeo en 2016.
La periodista
Isadora Andrade entrevista a una descendiente de italianos en la ciudad de
Flores da Cunha. / Foto: Henrique Finger
|
Debido al terremoto de Haití en 2000, que dejó más de 316 mil muertos y 1,5 millones de personas sin hogar, los haitianos han sido encuadrados por el gobierno de Brasil como inmigrantes ambientales. Al lado de este nuevo contingente de extranjeros, se han aportado más de 21 mil refugiados políticos, de los cuales 8 500 ya están legalizados en el país, mientras que los 12 500 restantes esperan por la evaluación del proceso que les permitirá que se queden definitivamente en suelo brasileño.
Según
el Instituto de Reintegração do Refugiado (ADUS), una ONG que actúa en São
Paulo, el número de refugiados ha crecido un mil por ciento en los últimos
cinco años. El montante más numeroso de refugiados viene de Siria, seguido de
Angola, República Democrática del Congo y Colombia, siendo que estos últimos
huyen a causa de persecuciones políticas de las FARC.
“En
general, los refugiados están muy agradecidos por estar aquí, por más
dificultades que encuentren en buscar trabajo o un piso. Son casos de vida o
muerte: muchos de ellos estarían en serio peligro en su país”, afirma la
facilitadora social de ADUS Thanee Degasperi.
Ella
cuenta que ya atendió, por ejemplo, a un refugiado congoleño que había sido
puesto en un paredón para ser ametrallado junto a otros opositores del gobierno
local, siendo echado luego a una fosa común. “Suele llevar algún tiempo hasta
que ellos nos cuentan sus historias. Les duele, yo veo mucha tristeza en sus
ojos. Percibo que sienten miedo y no saben en quien confiar. Sin embargo, hay
también esperanza. La gran mayoría quiere volver a su país de origen”, cuenta
Thanee.
Las
historias son muchas: desde jugadores de fútbol de la selección nacional de su
país, que ahora duermen en el piso de una iglesia en el barrio de Brás (en São
Paulo), hasta un juez federal de Siria que ahora comanda un "food truck”
de comidas típicas árabes y pudo traer a toda su familia para Brasil.
“La
gran mayoría de los refugiados tienen calificaciones laborales en su país
natal. Muchos hicieron Máster en Europa o tienen dos o más formaciones
académicas. Generalmente, quien sale de su país es porque tuvo más condiciones
de hacerlo...”, explica la facilitadora de ADUS.
Thainee
resalta que, sin embargo, aun así es difícil encontrar puestos de trabajo
debido a la burocracia, al idioma y, sobre todo, a la desconfianza de los que
contratan. Algunos refugiados pueden caer en contextos de explotación, como los
trabajos en condiciones análogas a la esclavitud.
Además de los refugiados, el
número de inmigrantes en Brasil se ha duplicado en la última década. En el
mercado formal, de 2011 a 2013, hubo un aumento del 50% de trabajadores
extranjeros. La crisis mundial y el crecimiento de la economía de Brasil son dos
de los puntos motivadores de este fenómeno cíclico que forma parte del
constructo de la identidad brasileña.
Brasil
siempre ha sido una nación sumamente mestiza.
Resulta difícil definir una raíz
única y común en la cultura brasileña, puesto que sus elementos están
compuestos de una mezcla de tradiciones de diversos pueblos que, en varios
momentos históricos, vinieron al país. De hecho, según el Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística (IBGE), Brasil fue
influenciado, principalmente, por inmigrantes portugueses, africanos,
españoles, judíos, alemanes, italianos, árabes y japoneses en los últimos 500
años. Por consiguiente, la población brasileña no posee un rasgo físico
característico, ni las mismas costumbres, ni tan siquiera las mismas creencias.
Además de su tamaño colosal, lo
que sería suficiente para producir una sociedad heterogénea, el crecimiento
poblacional de Brasil se desarrolló en función de la mano de obra que era
utilizada en las actividades económicas predominantes en cada época. Primeramente,
durante los siglos XVI y XVII, cuando la economía local estaba basada en el
ciclo de la caña de azúcar, los esclavos negros fueron traídos de África para
sustituir a los indios nativos en casi todas las actividades económicas. Esta
situación perdurará durante los siguientes trescientos años.
Al mismo tiempo, un 20% de la
población local estaba compuesta por portugueses forzados al destierro, a fin
de poblar la Colonia portuguesa y generar ganancias para el Reino Ibérico,
además de los nuevos cristianos y gitanos huidos de Portugal debido a la
Inquisición Católica.
A continuación, los portugueses
intensificaron su inmigración en los siglos XVIII y XIX, a causa del Ciclo de
Oro, en razón del bajo nivel de inversión que era necesario para explotar los
minerales en suelo brasileño y, más aún, de la posibilidad de enriquecerse
fácilmente, unido al traslado de la Corte de Portugal a Brasil, lo que ocasionó
la emigración de la elite económica y social de la metrópoli.
Más tarde, a fines del siglo XX,
el Gobierno de Brasil financió la emigración italiana y alemana para sustituir
la antigua masa trabajadora, como consecuencia de la abolición de la esclavitud
-. En la época, eso fue una salida para los italianos que sufrían con el
problema causado por las luchas de reunificación de aquel país. También había
la necesidad de poblar la gran extensión del recién delimitado territorio
brasileño, principalmente en el Sur, amenazado continuamente por invasiones
hispánicas de Uruguay y Argentina.
El gráfico muestra los picos migratorios de los siglos XVIII y XIX en Brasil |
A partir de la segunda mitad del
siglo XX, el desarrollo económico del país debido a la urbanización e
industrialización de las grandes ciudades y el endurecimiento de los regímenes
dictatoriales, especialmente en Sudamérica y en la Península Ibérica, motivaron
el proceso migratorio de naciones vecinas, así como los movimientos migratorios
internos de Brasil.
En conclusión, puesto que Brasil
posee una raíz cultural y poblacional influenciada por los más distintos países
del mundo, la mayoría de los inmigrantes se sienten bien aquí, aunque enfrenten
obstáculos como la lengua o encontrar medios de subsistencia. Por otro lado, el
proceso de formalización y acogida legal de los inmigrantes aún no logró
atender la demanda creciente de personas, llevando esto a una marginalización
de extranjeros por la sociedad, que teme por los impactos de la exclusión
social y económica en términos del aumento de los trabajos informales y de
posibles cambios en su modo de vida. Sin embargo, en un punto todos parecen
estar de acuerdo: Brasil siempre ha sido
un país de oportunidades.
Los brasileños
en imágenes - Galería de Fotos
Inmigrantes alemanes, portugueses y
descendientes en el Club Rio Branco en la ciudad de Candelária, Rio Grande do
Sul. Fines del siglo XIX. / Foto: archivo personal Tiara Vaz
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Mujer con sus esclavos en Bahia,
Brasil, en 1860. / Foto: Archivo Instituto Moreira Salles
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Excelente trabajo, presentación brillante con una serie de documentos gráficos de extraordinaria belleza. ¡¡Enhorabuenas, chicas!!
ResponderEliminarGracias Quijotina!
ResponderEliminarTenemos ganas de producir lo mejor que podemos. Además de eso, Tiara tuvo una idea excelente para el trabajo! Tengo que agradecerla por su visión y por su excelente contribución!
Magnifico texto, chicas!
ResponderEliminarYo trabajo con ese tema ya hace muchos años
ResponderEliminarBien hecho