El Gacetero
El capítulo final me hizo consumir una caja de pañuelos. Cerró
todos los lazos pendientes y mostró los caminos que tomarían los jóvenes
rebeldes al finalizar el ciclo escolar. Todo indica que se ha cerrado una etapa
y la esperanza es la puerta de elección de muchos de los adolescentes que han
realizado un cambio significativo en su comportamiento. El mundo ahora tiene
otro significado. Un aroma más suave, como el de la primavera.
El primer punto para resolver fue la aprobación del estudiante bajo la supervisión de HIT. Los profesores fueron duros durante la reunión del Consejo de clase. HIT estaba ansioso por conocer los resultados. Estaba convencido de que sus alumnos habían logrado su objetivo: el aprobado, pero no fue así. No todos obtuvieron la calificación de aprobado. Los profesores defendieron el fracaso de cada uno de los estudiantes porque ellos no se dedicaron durante todo el año para seguir y progresar con las asignaturas. HIT, como fiel defensor de sus pupilos, argumentó que ellos habían cambiado, que ya no eran los mismos. Desafió a sus colegas a que le dijesen lo contrario. ¿No habían notado ellos el cambio de comportamiento de los alumnos? No consiguieron contraargumentarle.
Pero sí que los maestros reconocieron que los estudiantes
habían demostrado un cambio de comportamiento. Estaban más tranquilos e,
incluso, mostraban más interés en las clases. Luego, Hugo pronunció el discurso
final sobre que todos debían ser aprobados porque eran un grupo y que el fracaso de
uno sería un desastre para todos. Los alumnos podrían decepcionarse y volverían
a perderse, siendo difícil recuperarlos después. Además, ¿qué escuela
defendían? ¿Una escuela que valoraba los contenidos o una escuela capaz de
formar seres pensantes, de humanizarlos o de constituir una diferencia en la vida de
sus estudiantes, cambiándolos para siempre? La escuela debería entregar a la
sociedad jóvenes capaces de transformar su realidad. Hugo conmovió a todos,
incluso a mí. Lloré por primera vez.
Los estudiantes recibieron la noticia con entusiasmo, se sintieron renovados y con la sensación de que todo valió la pena. Y así fue. Varios revisaron sus vidas y comenzaron a tener metas nuevas y más nobles. Una de las chicas, hermana del luchador fallecido, les dijo a sus padres que seguiría estudiando y que iba a prepararse para ingresar en la universidad. Sus padres, con las emociones a flor de piel, lloraron y yo también. Fue mi segundo llanto.
La niña que sufrió acoso por parte de su madre, por ser gorda, se declaró al hijo del musulmán, que también estaba enamorada de ella. Él no estaba seguro de empezar una relación por la cuestión del prejuicio de su familia. La chica le contestó con tanta madurez que me sensibilizó. Pero no lloré, solo lloré por tercera vez, cuando él habló con su padre y este le miró con una ternura tan singular, que me emocionó.
El cuarto momento en el que lloré fue la conversación entre el chico homosexual y su padre. Darío, en llanto, le confiesa su pasión por Hugo a su padre, que le contesta de un modo tan amable que me sensibilizó. La escena fue una esperanza de que se puede construir una relación sólida entre padre e hijo, cuando existe respeto entre los dos.
El momento principal fue el final, sin duda. HIT huyó de sus pupilos, yendo a viajar sin despedirse de ellos. A él no le gustaba decir adiós porque parecía que él no quería sufrir. Sin embargo, el sufrimiento forma parte de la vida y él debería cerrar el ciclo que había iniciado con sus alumnos. Pero, o estaba siendo un cobarde o teniendo miedo de no conseguir romper los lazos que les unían. Un hecho le hizo interrumpir su traslado al aeropuerto y volver al Instituto: uno de los alumnos estaba a punto de quitarse la vida. Este capítulo estuvo lleno de emociones y no tuvo un final feliz…
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