Hacía algunos años que me gustaría hacer un camino de peregrino,
las dos opciones que consideraba eran uno de los caminos de la fe hacía
Aparecida do Norte, aquí en Brasil, o uno de los caminos de Santiago de
Compostela, en España.
Mi profesora de español decidió, juntamente con algunos
de sus alumnos, hacer 120 kilómetros del camino de Santiago francés, en octubre
del año pasado. Me invitó y decidí hacerlo.
Soy un hombre mayor con casi setenta años y, a pesar de
hacer actividad física regularmente por más de veinte años, tenía dos grandes
preocupaciones. La primera, mis pies, tenía un nuevo callo en formación en mi
pie izquierdo y temía que pudiera empeorar durante el camino. La segunda, las
condiciones climáticas. La primera vez que obtuve el pronóstico del tiempo,
estaba prevista lluvia para cuatro de los seis días de caminada y la
temperatura variaba de 7 a 17 grados. En la semana anterior a la caminata, la
temperatura era más alta que la consulta que hice la vez anterior y que el
promedio histórico para el inicio del otoño.
Decidí hacer el camino con mi tenis más viejo, pantalones
cortos y camiseta de tela sintética, una chaqueta cortavientos y un sombrero. Además,
llevaría todo lo que necesitaba para completar el camino en una mochila. No
usaría palos ni capa de lluvia.
Antes de empezar el camino, a pesar de tener la
pretensión de haberme preparado, tenía el sentimiento de que no estaba bien
preparado y que habría malas sorpresas.
El primer día, caminamos cerca de 22 km sin sorpresas, a
pesar del cansancio. Clima ameno, lluvia ligera. Al final, sentí un pequeño
dolor en la espalda y dolores en las piernas que, normalmente, no los tengo
cuando corro.
El segundo día fue el peor de todos, caminamos 25 km, mi espalda,
debido al largo camino y al peso de la mochila, me mataba al final del día, me dolía
mucho y tenía dificultad para caminar en línea reta, temí no completar, pero
logré hacerlo con mucho esfuerzo. No salí a cenar y usé un ungüento para
amenizar el dolor.
El tercer día fue más corto, menos de 15 km, decidí
enviar la mochila que usaba por coche y cambiar para una mucho más ligera, tuve
que hacer otros cambios en mis planes, compré una capa de lluvia, pues llovió
más fuerte, y empecé a usar palos. Al final de día estaba mojado, pero con un
dolor ligero en mi espalda.
El cuarto, fue el más corto, apenas 14 km, al final de
día estaba bien y me quedé mejor después de un masaje relajante.
Los últimos días fueron de 19 y 22 km, la caminata fue
muy tranquila y, al término, tuve la sensación de que, si fuera necesario,
podría caminar seis días más.
A pesar de los imprevistos que tenía como ciertos, a
pesar de no poder identificarlos antes de la partida, fue una experiencia
gratificante. La señalización del camino es perfecta, casi imposible perderse,
la estructura en todo el camino es buena, con muchas opciones de estancia y de
comida y lo mejor, la compañía de las seis personas que hicieron el camino
conmigo.
José Roberto Pinto Carneiro
(6/11/23)
¡Qué emoción recordar todo eso!
ResponderEliminar¡qué venga una aventura más!
Alex
Enhorabuena Roberto! Qué relato tan bonito, salir de nuestra zona de confort puede traer sorpresas y aventuras inovidables.
ResponderEliminarFue un viaje increíble y inolvidable! Fue un placer estar contigo y con todos nuestros compañeros peregrinos. Ojalá podamos reunirnos nuevamente en una aventura como esta!
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