Estimado/a lector/a:
Seguro que conoces el cuento de la lechera. Alguna
vez te lo habrán contado o lo habrás leído. "El cuento de la lechera" ha dado lugar a una expresión
popular, que se usa cuando alguien imagina o sueña con algo imposible. Su
significado es similar al de la expresión "hacer castillos en el aire" (o lo que es lo mismo, hacerse
ilusiones).
Debes saber que, desde la antigüedad, existen
muchas versiones de este cuento. Después de que el fabulista griego Esopo lo
escribiera, otros autores han retomado el tema y han escrito su propia versión.
A continuación transcribo una adaptación de la
fábula de Félix María de Samaniego:
“Había
una vez una niña que vivía con sus padres en una granja. La llamaremos
Trinidad, y ya que somos sus conocidos, vamos a llamarla Trini. Era una buena niña
que ayudaba en las tareas de la casa y se ocupaba de colaborar en el cuidado de
los animales. Un día, su madre le dijo:
–
Trini, hija mía, esta mañana las vacas han dado mucha leche y yo no me
encuentro muy bien. Tengo fiebre y no me apetece salir de casa. Ya eres
mayorcita, así que hoy irás tú a vender la leche al mercado ¿Crees que podrás
hacerlo?
Trini,
que era muy servicial y responsable, le contestó a su mamá:
–
Claro, mamaíta, yo iré para que tú descanses.
La buena
mujer, viendo que su hija estaba tan dispuesta, le dio un beso en la mejilla y
le prometió que todo el dinero que recaudara sería para ella. ¡Qué contenta se
puso! Cogió el cántaro lleno de leche recién ordeñada y salió de la granja
tomando el camino más corto hacia el pueblo. Iba a paso
ligero y su mente no dejaba de trabajar. No hacía más que darle vueltas sobre
cómo invertiría las monedas que iba a conseguir con la venta de la leche.
– ¡Ya sé lo
que haré! – se decía a sí misma – Con las monedas que me den por la leche, voy
a comprar una docena de huevos; los llevaré a la granja, mis gallinas los
incubarán y cuando nazcan los doce pollitos, los cambiaré por un hermoso
lechón. Una vez criado será un cerdo enorme. Entonces, regresaré al mercado y
lo cambiaré por una ternera que, cuando crezca, me dará mucha leche a diario,
que podré vender a cambio de un montón de dinero. Trini estaba absorta en sus
pensamientos. Tal y como lo estaba planeando, la leche que llevaba en el
cántaro le permitiría hacerse rica y vivir cómodamente toda la vida.
Tan
ensimismada iba que se despistó y no se dio cuenta de que había una piedra en
medio del camino. Tropezó y ¡zas! … La pobre Trini cayó de bruces contra el suelo.
Solo se hizo unos rasguños en las rodillas, pero su cántaro voló por el aire y
se rompió en mil pedazos. La leche se desparramó por todas partes y sus sueños
se volatilizaron. Ya no había leche que vender y, por lo tanto, todo se había
terminado.
– ¡Qué
desgracia! Adiós a mis huevos, mis pollitos, mi lechón y mi ternero – se
lamentaba Trini entre lágrimas – Eso me pasa por ser ambiciosa. Con amargura,
recogió los pedacitos del cántaro y regresó junto a su familia, reflexionando
sobre lo que había sucedido”.
Moraleja:
No seas ambiciosa de mejor y más próspera fortuna,
que vivirás ansiosa sin que pueda saciarte cosa
alguna.
No anheles impaciente el bien futuro,
mira que ni el presente está seguro.
¡El final de este cuento tiene tintes de crueldad! ¡Pobre
niña! Querido lector/a: Pido tu permiso y tu complicidad para cambiar este
final. ¿Qué tal esta otra versión?...
“Trini se levantó y cuidadosamente retiró la
piedra del camino. Después regresó junto a su familia. Pasó mucho tiempo
reflexionando sobre lo ocurrido. Por fin, Trini se resignó y se quedó esperando
una nueva oportunidad. Cuando esta finalmente surgió, Trini estaba preparada y
sabía con exactitud qué hacer. Se dirigió al mercado con paso firme y con
absoluta concentración. Vendió la leche y, con el dinero obtenido, compró un
cántaro metálico que se cerraba de manera hermética.
Así, poco a poco, Trini
consiguió ahorrar dinero hasta el punto de hacer de sus sueños una realidad.
También invirtió en su educación. Hoy es una ejecutiva de primera línea y
propietaria de una empresa multinacional del ramo alimenticio. Está realizada y
es muy feliz”.
Las palabras arriba fueron escritas por un optimista
incorregible. Sé que no se le puede prohibir a nadie el acto de soñar. Los sueños
son el combustible que mueve nuestras vidas. Sin embargo, como todo lo demás en
la vida, los sueños tienen que poseer límites. Soñar con lo imposible es mera
ilusión. No obstante, hay que soñar. Hay que creer en las propias capacidades.
Hay que intentar, a ejemplo de Trini, convertir los sueños en realidad. Este
es el desafío a superar, si quieres vivir en plenitud.
(Adaptado de diversas fuentes)
Pepe Cocodrilo
No recuerdo la primera vez que oí este cuento, pero sí recuerdo la última... ¡¡Gracias por todo, Chicos!! Enhorabuena, Pepe
ResponderEliminarQuerida Marta, buenos días.
EliminarGracias por palabras tan amables.
Estudiar con vosotros, mis queridos amigos, es más que un sueño. Es un verdadero privilegio.
Así os convoco a seguir soñando y convirtiendo vuestros sueños en realidades.
Hasta sábado, Día E.
¡Abrazos!
Este cuento es divino, pero no me gustó la primera versión del final, por el simple hecho de que vivir es soñar, de modo que si no se puede soñar, la vida se vuelve mucho más difícil. Pues para mí "El sueño es la fuerza motriz que nos impulsiona cada día para que logremos nuestros sueños" Siga soñando! Trabaje! Conquiste! Enhorabuena Pepe!!
ResponderEliminarQuerida Mei, buenas tarde.
ResponderEliminarHago mías las palabras tuyas. Se puede vivir con pocas cosas, pero no se puede vivir sin soñar.
Gracias por tu visita a este humilde pantano ...