El último
sábado, mi amigo Juan y yo fuimos a cenar a un restaurante muy conocido y que
está de moda en Madrid. Frecuentado por artistas y gente de la alta sociedad,
el restaurante es famoso por sus buenos mariscos. Así que, tan pronto como nos
sentamos, de buenas a primeras, ya pedimos
una ración de calamares a la madrileña. El lugar estaba a rebosar, así que pasó
más de una hora sin que la comida llegara.
Nerviosos,
después de esperar por casi dos horas, no comimos y no quisimos pagar la cuenta
ya que el plato, además de llegar frío, estaba a precio de oro. Tras una gran
discusión con el camarero, el chef y el gerente, fuimos expulsados a patadas
del lugar y tirados a la calle. Doloridos y con hambre, tuvimos que volver a
casa a trompicones.
Beto, Mariana y Érika
Un cuento gatuno...
A cuatro patas, entró en casa. Pensaba
que nadie iba a escucharle. Sin embargo, a las tantas, dio con la cabeza en el
gran conjunto de lámparas colgado en el techo. A codazos, empezó a luchar contra
el enemigo que había denunciado su presencia en el interior de la sala. Fueron
tantos los golpes, los saltos a empujones que, a corto plazo, la lustrosa araña
se desprendió y cayó en el suelo. El ruido fue estruendoso - tan solo no fue
más fuerte que los gritos de la dueña del objeto decorativo al verlo esparramado
en pedacitos por todo el piso: “¡Mi querida lámpara comprada a precio de
oro!”, lloraba la mujer. A hurtadillas, el gatuno dejó la casa lo más rápido
que pudo. “Miauuuuu”, suspiró. "A plazos, le compro otro", finalizó
el felino protagonista de este cuento gatuno.
Tiara
El último tango
Érase
una vez un tanguero porteño que solo se comunicaba al ritmo del tango “La cumparsita”. Su apodo era Tanguito, dada su baja estatura, pero
gracias a su carisma se convirtió en un ciudadano muy conocido y querido en las
calles de Buenos Aires.
Un
bello día fue a un restaurante ubicado en la Recoleta para comer su plato
preferido, calamares a la romana, y para beber un buen vino porteño. Pasó todo
el tiempo comiendo, bebiendo y cantando tango. Después de algunas horas, además
de satisfecho con la comida, estaba muy borracho y prácticamente caminaba a
cuatro patas.
Salió
del restaurante y, mientras caminaba por la acera silbando un tango, un peatón
lo tiró a empujones a la calle. En este momento, un taxi negro y amarillo se
acercaba y así fue como sucedió una gran tragedia: Tanguito fue atropellado por
el coche que apareció a la primera de cambio.
La
sangre salía de Tanguito a chorros, estaba a punto de morir. Toda la gente se le
acercó y uno de los transeúntes le sujetó la cabeza y le dijo: “¿Qué te pasó?
¿Cuáles son tus últimas palabras?” Tanguito lo miró, sabía que iba a perder su
vida y, principalmente, que iba a perder su tango, algo que estaba a precio de
oro en los días actuales. Tanguito, entonces, en su último suspiro respondió:
“Chan, chan…” (a ritmo de tango, naturalmente).
Paschoal & Alessandro,
Trabajar bajo parámetros impuestos, no es nada fácil. Así que enhorabuena por estas historias tan divertidas. Un beso
ResponderEliminarFue una tarea muy divertida! Y aprender a usar bien las expressiones es un reto muy agradable! Enhorabuena a todos!
ResponderEliminarEnhorabuena Chicos y Chicas, he disfrutado de estas bellas historias llenas de expresiones e imaginación. Gracias
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