En
las ciudades pequeñas de Brasil, las Leyendas urbanas ocupan
lugares privilegiados en los periódicos locales. Esto es porque
faltan noticias y grandes acontecimientos, entonces, asuntos como estos
están principalmente en las barras de los bares. Además de pasar muchos
ratos bebiendo y charlando sobre leyendas, los borrachos sienten miedo de
marcharse a sus casas y se quedan en las casas de sus parientes, cerca de
la ciudad, y solo después de amanecer un nuevo día se van a sus casas.
Por
otro lado, siempre hay alguien que jura haber visto algo terrorífico,
incluso ha sacado fotos, aunque no esté bien claro, pues cualquier señal o
luz que aparezca en la foto, ya es lo suficiente para muchas personas que creen
que es un milagro o una aparición de otro mundo.
No
obstante, cuando yo era niño y estudiaba en la escuela primaria, durante
muchos años, se hablaba de una mujer rubia o “mujer del algodón” que,
según la leyenda, aparecía en los baños de las escuelas con tapones de
algodón en la boca, en los oídos y en las narinas. El motivo de su
aparición nadie lo sabía a ciencia cierta, pero algunas personas decían
que esta mujer, cuando estudiaba, había dejado de frecuentar las clases y
se había quedado en el baño de la escuela. Un día, estando en el baño,
tuvo un accidente y se murió y, según la leyenda, para llamarla “hay que
dar tres patadas en el inodoro y proferir tres palabrotas”.
Esto
resultó muy útil para los profesores porque los alumnos tenían miedo de
irse al baño y se quedaban en clase, aprovechando el tiempo para ocuparse
de las tareas. Esta leyenda de la “mujer rubia” permaneció vigente durante
unos veinte años, incluso algunos programas de televisión, de la época,
hicieron varios reportajes al respecto, lo que solo aumentaba el miedo de
los alumnos y trabajadores de las escuelas.
Para
mí las “leyendas urbanas” en las ciudades grandes perdieron mucho de su
encanto porque en estas ciudades, hay gente de todas partes y con
diferentes culturas, y tampoco tienen tiempo libre para charlar de cosas
que no forman parte de sus contextos sociales. Pero en las ciudades
pequeñas siguen vivas y siempre actuales, aunque traten de los muertos. En
definitiva, las personas que viven en las grandes ciudades prefieren no
hablar de la muerte, no creen que ese día llegará, entonces evitar las
“leyendas urbanas” y todo el escenario de la muerte forma parte de su
rutina.
Jorge Martins
Jorge, tu conclusión sobre la desaparición de las leyendas urbanas realmente nos hace pensar en los cambios de nuestra sociedad.
ResponderEliminarSí, Erika es verdad, gracias por tu comentario!!!
ResponderEliminarCuando yo era niño, tenía miedo a la rubia del baño...
ResponderEliminarQue chévere está su texto Jorge, Gracias por haberlo compartido.
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