Una vez terminado el mes de abril, tan cervantino
como lleno de trabajo extra para los especialistas, desde el Blog Correveidile
le solicitamos a la profesora Isabel Lozano-Renieblas que extendiera sus
reflexiones presentes en primera carta que le envió a Clodio, personaje cervantino
del Persiles, y ella, siempre de muy
buen talante y con una gran dosis de generosidad, así lo hizo. Esta nueva carta
profundiza en algunas cosas que se nos escapan por no tener la experiencia
lectora que ella posee de la última obra de Miguel de Cervantes.
Blog CORREVEIDILE
Querido
Clodio:
Comenzaré esta carta con información que conoces
bien, como personaje que eres de la última obra de Miguel de Cervantes: Los trabajos de Persiles y Sigismunda.
La obra tiene una historia un tanto peculiar. Para empezar no se publicó en
vida de Cervantes sino que fue su esposa, Catalina de Salazar, quien la publicó
póstumamente en 1617. La génesis de la obra no es menos peregrina. Su autor la
escribió a lo largo de muchos años, aunque, a decir verdad, poco sabemos de
este asunto que ha dado tanto que hablar a los estudiosos de la obra. Una
primera lectura de la novela permite ver claramente las diferencias que existen
entre sus cuatro libros. El último, mucho más breve que el resto, fue terminado
de forma apresurada. Posiblemente su autor, sabedor de que la vida se le
acortaba y presintiendo que la muerte le andaba pisando los talones, decidió
saldar una deuda que tenía pendiente con sus lectores. Había prometido que publicaría
la obra en el prólogo de las Novelas
ejemplares(1613), en el Viaje del
Parnaso (1614), en la dedicatoria a las Ocho
comedias (1615) y también en la dedicatoria del Quijote (1615). ¿Cuándo la escribió? La respuesta es algo
complicada y por eso me atrevo a apelar a tu memoria.
Estoy trabajando
ahora la composición del Persiles pero
me asaltan un montón de dudas y, la verdad, es un verdadero rompimiento de
cabeza. Si tú no hubieras desaparecido tan pronto del escenario de la novela,
quizás podrías ayudarme un poco, arrojando alguna luz sobre este asunto en
alguna de tus entre sagaces y desatinadas críticas. Aun con todo, me gustaría compartir
contigo algunas preocupaciones que me asaltan de tanto en tanto. Las teorías
sobre la fecha de composición de la obra son muchas, pero las certezas escasean
y casi puede decirse que no existen. Tú, de la mano de Rosamunda (aunque
debería decir del pie, pues veníais aherrojados), irrumpiste en la novela,
desde las espesas nieblas septentrionales. El autor prescindió de ti muy
temprano, aprovechando un tiro menos certero que malintencionado del montaraz
Antonio, temeroso de que dieras al traste con los secretos de la composición,
como hiciste con el falso parentesco de Auristela. Pero me pregunto qué le
habrías dicho a Rutilio si hubieras sospechado que la historia de tu matador,
sacada del Examen de ingenios de
Huarte de San Juan, ha servido para poner fecha al comienzo de la redacción del
Persiles. Hay más. Las costumbres de su
madre, Ricla, y las de sus coterráneos indígenas parecen también venir de otra
obra no menos conocida: los Comentarios Reales
del Inca Garcilaso. Allí debió de beber Cervantes para documentarse sobre las
costumbres de los bárbaros. Claro que también pudo haber leído informaciones
parecidas en cualquier atlas de la época, pero está bien que se documentara en un
libro de geografía humana tan sabio y bien escrito. Aquí no para la cosa. No
son estas las únicas obras que se manejan para poner una fecha a la composición
a la novela. Tú siempre sospechaste que el autor escondía algo sobre el
parentesco de Periandro y Auristela. Y hasta Arnaldo, el más ingenuo de todos
los príncipes itinerantes, acabó convenciéndose al final del Persiles de que le habían tomado el pelo.
Lo que más le atarazaba el alma era no haber creído tus premonitorias palabras.
Y razón no te faltaba. El autor no decía la verdad sobre el parentesco, porque
seguía una técnica compositiva muy de moda en la época, que había puesto en
circulación en España la Filosofía
antigua poética de Alonso López Pinciano, a pesar de que era más vieja que
Argantonio. En esta obra se recomienda que la mejor estrategia para escribir
una buena novela es que el autor reserve para el final la sorpresa. Esto lo
intuiste tú en un momento muy temprano de la novela y por eso el autor decidió
no correr ningún riesgo. ¿Te acuerdas cuando, convencido de semejante embuste,
persuadiste a Rutilio para que sedujera a Sinforosa y de paso tú tuvieras
licencia para hacerle proposiciones a Auristela? Ni calibraste bien quien era
Auristela ni te registe por tu certera intuición, que lo echó todo a perder.
Pero a lo que vamos, que me estoy contagiando del estilo bizantino del autor.
Bien está que Cervantes buscara documentación sobre las costumbres del norte,
de las que nada se sabía en el sur. Es si bien lo miras natural, porque cómo sino
iba a ambientar su novela. ¿Pero te lo imaginas buscando y rebuscando en
tratados teóricos para componer una obra con el propósito de darle gusto al
vulgo a despecho de la verdad? ¿Y qué autor es ese que necesita de adornos y
méritos ajenos para componer su obra?
En
fin, para ir acabando, que no hay forma de aclararse cuándo se empezó a
escribir el Persiles. Yo diría, pero
corrígeme tú que conoces mejor los entresijos y pormenores de la obra, y,
supongo yo, alguna información tendrás, que hacia finales del siglo XVI, a la
vez que el Quijote. Me llevan a ello
algunas semejanzas menores pero que parecen propias de una escritura
simultánea. No sé, la verdad, y ojalá que lo que te digo no sea un despropósito.
¿De dónde saliste tú?, ¿Ya existías con anterioridad? A veces me pregunto, y no
soy la única, si algunos de vosotros, Rosamunda, Manuel, Rutilio, incluso
Ruperta o Isabela, no seréis fruto del reciclaje del autor y habréis salido de
alguna otra obra como Las semanas del
Jardín. Quién sabe: los secretos del autor son
inescrutables.
Isabel Lozano-Renieblas
Dartmouth College
Gracias, Isabel, por enviarnos más información. Un besazo enorme desde Brasil,
ResponderEliminarLe agradecemos por su colaboración al nuestro blog con un texto tan enriquecedor.
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