Luz, este era el nombre de la niña, llena de brillo e inocencia, repleta de sueños y deslumbrada por la naturaleza. Vivía en un bosque colmado de verde y de humedad que daba vida a las más preciosas plantas y flores: su perfume era inmejorable y, además, había un colorido muy especial, algo que la transportaba a los más increíbles deseos y sueños inconfesables.
Un día, Luz se despertó
con el corazón inflamado de pasión que le abrazaba el alma; su imaginación la hacía
flotar y le trasladaba a los infinitos rincones del universo, fue así que Luz
llegó hasta el tronco de un hermoso e imponente árbol que había en aquel
bosque. Allá, en aquel momento, le encendió el deseo y le entraron unas ganas
fugaces de dejar su marca para siempre en el tronco, así que con gran euforia graba
con letras bien delineadas, como si fuera un tatuaje, su lindo nombre. El árbol
no se aguantó de tanta alegría, puesto que vio en aquel gesto inocente la
expresión de un amor sincero y sin interés.
Después de mucha soledad y con
lágrimas contenidas, sumergida en una sensación que jamás hubiera
experimentado, se conmovió y le dejó caer una flor, como si formara parte de su
ropaje, que le lanzara en honor a la niña.
Luz, al recibir tan
precioso regalo, se fue y de una forma mágica se dio cuenta de que algo en su
vida había sido transformado. Pasados muchos años, regresó al bosque con la
esperanza de encontrar a su gran amor. Ya no era más una niña, sino una mujer,
que al dejar grabado su hermoso nombre en el tronco, como si fuera una promesa
que se tatúa en el cuerpo del ser amado, no imaginaba que había despertado en
el árbol tan gran pasión.
A su vez, el árbol
sintió enloquecer su corazón cuando la vio y, aunque conmovido y triste, le hizo
recordar:
-Tú eres la niña que mi tronco hirió, yo guardo siempre tu
querido nombre y tú, ¿qué has hecho de mi pobre flor?
La niña/mujer
le dio un beso que le hizo sudar de pasión y enseguida le respondió:
-La llevo
grabada muy dentro, en mi corazón, y además está tallado en mi pecho el recuerdo de aquel precioso momento en el que, estando huérfana
de amor, me enseñaste a amar. Crucé mares, afronté la furia del viento, las
tinieblas de la oscuridad, tan solo para llegar hasta ti y decirte que te
quiero, que eres mi eterna felicidad.
Mei Santana
Escritora brasileña
Un orgullo poder contar con una aportación tan creativa, bella e interesante como esta. Gracias, Mei. Ojalá sigas colaborando con nosotros!! Mil besos,
ResponderEliminarGracias Marta, será siempre un placer!
ResponderEliminarBesos.