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lunes, 7 de agosto de 2017

“El Fuego griego” II


Los ingenieros navales bizantinos emplearon todo su ingenio a la hora de utilizar el arma, y dotaron a los barcos de dispositivos hidráulicos que, accionados por una bomba de mano, regaban con fuego la cubierta y las velas de los barcos enemigos. 


Del mismo modo, las armas de asedio también contaban con proyectiles especialmente adaptados para el uso del Fuego griego. Entre ellos, “destacaban las granadas que se preparaban rellenando una olla de barro con abrojos metálicos y grandes cantidades del fluido que nos ocupa. Las ollas eran cocidas añadiendo grandes cantidades de fósforo en su capa exterior, de modo que cuando el recipiente entrase en contacto con el suelo, se produjera una chispa que hiciera explotar el recipiente e inflamara su contenido”. 

Estas bombas también se fabricaban en una versión más pequeña, que podía ser utilizada como granada de mano, pero lo volátil de su naturaleza hacía desaconsejable la manipulación del Fuego griego por soldados inexpertos; ya que, si una de aquellas granadas caía por error al suelo, podía prender fuego a todo un batallón.

Hoy en día, para apagar un incendio provocado por líquidos inflamables como la nafta, se utilizan espumas y polvo químico. “El fuego ardía con más fuerza al intentar apagarlo con agua”, explica Soto. “Solo podía ser apagado con orina, esteras de esparto y, esto no es seguro, con vinagre”. “Ese es el origen de muchos incendios y quemaduras, al intentar sofocar las llamas producidas por aceite, con agua”, añade.

Granadas de mano bizantinas

Para Giner, la forma más eficaz de sofocarlo sería por asfixia. “La combustión consume mucho oxígeno. Con una concentración inferior al 14% no es posible la combustión”. Este sería el papel de las esteras de esparto o de la arena, otro sistema sobre el que también se ha especulado.

En cuanto a la orina, “al contener gran cantidad de sales inorgánicas y urea, podría actuar como inhibidor de algún componente necesario para la combustión”, explica Giner. “Por otro lado el vinagre podría ‘desactivar’ la cal viva, que no alcanzaría los 150ºC en contacto con el agua y, por lo tanto, no encendería el combustible”.

A pesar de ser concluyente en varias batallas navales, la cultura popular ha mitificado esta arma. “Fuera de la guerra marítima su importancia y efecto fue escaso”, asegura Soto. “Además, pasada la sorpresa inicial, los árabes y, en menor medida venecianos, písanos, normandos y demás rivales, aprendieron a contrarrestar los efectos del fuego griego”, concluye.

El arma se continuó utilizando hasta 1204, cuando probablemente se perdió para siempre durante los saqueos y destrucción que sufrió Constantinopla en la cuarta cruzada. El Imperio bizantino siguió usando un arma menos poderosa, posiblemente la imitación árabe de peor calidad.

Ocho siglos después, según asegura Soto, su fórmula podría conservarse en el interior de varios recipientes de cerámica con Fuego griego, que se encontraron en un barco hundido frente a las costas de la Provenza francesa, aunque los resultados de este estudio todavía no han sido publicados. Hasta entonces, el misterio continuará.


A modo de conclusión

En la Historia de la humanidad, ningún arma ha sido tan misteriosa ni ha traído tantas victorias a sus poseedores como el Fuego griego. Se trataba de un arma verdaderamente magnífica y casi imposible de contrarrestar. De hecho, el Fuego griego fue el factor decisivo que evitó la caída de Constantinopla en el asedio de 674-678 y mantuvo al Imperio Romano de Oriente vivo durante siglos, frustrando el sueño de conquista de los árabes. 

Pepe Cocodrilo









Consultas bibliográficas y citas:

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