Principios y fundamentos
La preferencia por
el combate a pie caracterizó al soldado escandinavo durante la Alta Edad Media.
Este modelo se extendió con éxito por la Península de Jutlandia y el norte de
lo que actualmente es Alemania, siendo más valorados los infantes que procedían
de esta zona, dato para tener en cuenta considerando que no usaban armas
arrojadizas ni de proyectil, decantándose por hachas largas y una lanza de
longitud media destinada a ser clavada en el cuerpo del enemigo o en su escudo
durante los combates cuerpo a cuerpo.
Tanto las tribus germánicas, como más tarde los hunos, acabaron con la tendencia romana de disponer de la caballería como cuerpo auxiliar. Las tribus de estos pueblos hacían que la caballería encabezara el destacamento, dando órdenes y dirigiendo a la infantería. La caballería se perfilaba, entonces, como una fuerza imprescindible para romper las líneas enemigas y quebrar la resistencia de su infantería. Consciente de ello, siglos después, Carlos Martel comenzó una reforma de la caballería para dotarla de armamento más pesado, proceso que continuaría con Pipino el Breve, fundador de la dinastía carolingia.
La evolución de la caballería pesada culminó con la
aparición de la armadura completa. Los primeros testimonios que hablan de esta
forma de protección datan de finales de la primera mitad del siglo XIII y se
sabe que a principios del siglo XIV su uso estaba generalizado, en especial en
los ejércitos inglés y francés. Esto es indicativo de que las victorias
atribuibles a la caballería habrían disminuido de manera drástica y la mejora
de las armas de proyectil, así como la introducción de otras nuevas, facilitaba
que se pudiera atravesar la cota de malla. Parecía que se pretendía preservar a
toda costa la vida del caballero, no tanto por motivos prácticos sino de
prestigio personal, evitando que se produjera su muerte a manos de infantes,
por regla general de inferior consideración social.
La imagen difundida en nuestros días entre el gran
público respecto a la guerra medieval es un puñado de tópicos donde se
entremezclan caballeros de brillantes armaduras y duelos en los que el honor
constituía un principio básico. Sin embargo, el fenómeno bélico debía ser tan
cruel, crudo y desagradable como lo es hoy, si no aún más, pues la guerra se
hallaba plenamente integrada en la realidad del medioevo, mientras que en la
actualidad la guerra está considerada un fenómeno extraordinario y, por regla
general, desaconsejable”.
Durante este período, la fuerza física era el
elemento esencial para dirimir cualquier litigio, por mucho que el mismo se
ciñera a un espacio territorial de pequeño tamaño. La violencia y el combate,
por lo tanto, eran un baremo de estatus como podía serlo la propiedad de la
tierra. El ejercicio de la guerra era un factor de distinción social.
Ilustración 1: Guerra medieval |
Los preceptos bélicos medievales tanto de carácter
teórico como práctico procedían en su mayoría de los textos grecolatinos. Las
obras publicadas en la zona oriental del Mediterráneo, durante la Alta Edad
Media, muestran un interés didáctico palpable, pues se acompañaba el texto de
ilustraciones dibujadas con gran detalle, lo que representa una baza a favor de
lo que en ellas se refleja.
Por regla general, las ilustraciones completaban la
explicación del manejo, con características de pesadas y complejas máquinas de
guerra. Un ejemplo ilustrativo constituye el texto de Flavio Vegecio Renato,
oficial del siglo IV d. C. Su Obrare Militari,
fue muy traducida, copiada, adaptada y divulgada: aún hoy se conservan 300
ejemplares manuscritos, que constituyen tan solo una parte de los que, con toda
seguridad, dispusieron sus contemporáneos.
Ilustración 2: Guerra medieval |
Su presencia en bibliotecas reales y nobiliarias
indica que la lectura debía de ser obligatoria para mandos militares. La
densidad y especificidad de esta dan a entender que estuvo pensada para el
estudio reposado y en detalle, antes que para la consulta rápida. No obstante, esto
también puede relativizarse si se tiene en cuenta que existieron ediciones de
lujo para un público muy exclusivo, destinadas a reposar en los anaqueles de
las bibliotecas, y también ediciones de pequeño formato, más ligeras, lo que
lleva a pensar que la obra estuvo a disposición de los militares para
transportarla en campaña.
En los estados de Flandes así como en el norte de
Italia fue donde se observó el papel de la infantería en la mayor parte del
mundo europeo occidental durante la Edad Media. A partir de 1300, la infantería
adquirió en estos territorios no solo un peso específico sino también una
identidad corporativa que conllevó un cuestionamiento de la superioridad de la
caballería en el orden social establecido.
Ilustración 3: Guerra medieval |
El desarrollo de las denominadas armas de proyectil,
como el arco y la ballesta y en un periodo tardío la pólvora, sellaron la mayor
efectividad de la infantería que, gracias a estos artefactos, podía derribar
con facilidad a un jinete, en principio mejor armado y protegido. A partir del
siglo XIV, un gran número de caballeros pusieron en evidencia su estatus acudiendo
montados a caballo a la batalla, para descabalgar justo antes de que comenzara.
De este modo contaban con mayores garantías para aguantar.
Ilustración 3:
Guerra Medieval
|
Por lo que a Bizancio respecta, la infantería pesada
llevaba la armadura de los jinetes y lanzas o jabalinas, siendo conocidos como
los antisignani. Estos iban en el
centro y los flancos eran guardados por otro tipo de infantería pesada. Detrás
de sus líneas marchaban honderos y arqueros, encargados no solo de vigilar la
retaguardia sino también de despejar el camino en la medida de lo posible a los
antisignati, causando al enemigo las
mayores bajas posibles antes de iniciarse el cuerpo a cuerpo.
Ilustración 4: Guerra medieval |
Tanto las tribus germánicas, como más tarde los hunos, acabaron con la tendencia romana de disponer de la caballería como cuerpo auxiliar. Las tribus de estos pueblos hacían que la caballería encabezara el destacamento, dando órdenes y dirigiendo a la infantería. La caballería se perfilaba, entonces, como una fuerza imprescindible para romper las líneas enemigas y quebrar la resistencia de su infantería. Consciente de ello, siglos después, Carlos Martel comenzó una reforma de la caballería para dotarla de armamento más pesado, proceso que continuaría con Pipino el Breve, fundador de la dinastía carolingia.
La aparición de la llamada caballería acorazada,
extendida después a las tropas de Carlomagno y la caballería normanda, fue
posible gracias a la invención y generalización del uso del estribo, lo que
dotaba al jinete y a su montura de una estabilidad que le permitía cargar un
mayor peso y blandir de manera adecuada su arma antes de descargar el golpe,
sin exponerse tanto a caer de la montura. Tan impresionados por este tipo de
caballería quedaron los mandos militares islámicos que, a partir de la segunda
mitad del siglo VIII, el número de efectivos a caballo en sus ejércitos aumentó
en proporción geométrica, hasta superar en un gran número a la infantería.
Ilustración 5: Guerra medieval |
La experiencia en el campo de batalla era lo único a
lo que podía aferrarse un general para vencer en la Europa occidental feudal.
Si los generales no se adaptaban instantáneamente al enemigo y a las
circunstancias que imponía la batalla, el castigo a sus errores era la masacre
de sus hombres y la conquista del territorio que defendía.
La victoria y la derrota, por tanto, quedaban a
merced de la improvisación y de las innovaciones militares que se habían
producido hasta ese momento. Era preciso hacer frente a los pueblos germánicos
y a los hunos, que usaban la caballería como fuerza de choque y se organizaban
en tribus. Más tarde se luchó con soldados islámicos, la mayoría a caballo,
armados ligeramente y por ello muy rápidos. Asimismo, tuvieron que medirse con
los escandinavos, cuya mayor novedad era aparecer como infantes transportados
en navío. Salir airoso de todo era producto de un bagaje de experiencia y un
incentivo para idear las respuestas adecuadas a las nuevas amenazas que se
habían ido presentado.
A partir del siglo XII se suele contar con garantías
añadidas, que aseguraban la batalla como la oportunidad de elegir el terreno
por parte de un general y, una vez dado este factor, la sorpresa o simplemente
el ataque dirigido contra el flanco más débil de la formación enemiga. Para
poder contar con estas bazas, se prefirió el combate a pequeña escala, en forma
de batallas rápidas y escaramuzas, como quedó patente en la Guerra de los Cien
Años.
El dominio de la Península Itálica estuvo a merced
de estudiados asedios que destacaron por la persistencia en los mismos, siendo
necesarias dos décadas para rendir las principales ciudades de esta área al
poder bizantino. La movilización masiva de la infantería y los asedios prolongados
fueron la tónica general para el debilitamiento del Imperio bizantino, lo que,
sumado a las campañas contra los ostrogodos en el 552 y el Imperio Persa en el
628, facilitaría de modo considerable la conquista de la región oriental del
Imperio por los ejércitos islámicos de los siglos VII y VIII (cuando estos
últimos se apoderaron de Palestina, Siria, Egipto y, después, de una parte de
la Península Itálica).
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Pepe Cocodrilo
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