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sábado, 31 de agosto de 2019

Musiclicando Retro: Atahualpa Yupanqui “El payador perseguido”




Atahualpa Yupanqui (en quechua, "El que viene de lejanas tierras para decir algo") cuyo nombre era Héctor Roberto Chavero, fue un cantautor, poeta y escritor que nació en el Campo de La Cruz, en José de La Peña, Pergamino, Provincia de Buenos Aires (Argentina), el 31 de enero de 1908. En su niñez cursó sus primeros estudios musicales con Rosáenz y luego, a partir de los 6 años, aprendió guitarra con el gran músico y profesor Bautista Almirón.

En 1917, se trasladó a Tucumán donde, a los 19 años, compuso su canción “Camino del indio”. Durante los años siguientes, Atahualpa inició un viaje a Jujuy, Bolivia y a los Valles Calchaquies. En consecuencia, siguió por Entre Ríos y permaneció por un tiempo en Tala. Pasó rápidamente por Montevideo (Uruguay) y después se fue al sur de Brasil. Su regreso a Argentina por Entre Ríos fue en 1934.

Asimismo, en la ciudad de Buenos Aires, muchos intérpretes empezaban a popularizar sus canciones, con el objetivo de actuar en la radio. Su paso por diversas regiones, buscando testimonios de las viejas culturas aborígenes, lo realizaba siempre a lomos de una mula por los senderos jujeños. Sin embargo, vivió durante un tiempo en Cochangasta, Provincia de la Rioja, aunque eso también se debió a su afiliación al partido comunista, que duró hasta 1952.

Su obra sufrió la censura durante el gobierno de Juan Domingo Perón, lo que culminó con su detención y encarcelamiento en varias ocasiones. En 1949, Yupanqui llega a Europa y conoce a Paul Eluard y a través de este amigo conoce a Édith Piaf “El gorrión de París”, que en la oportunidad lo invitó a actuar en Paris, el 07 de julio de 1950, lo que resultó en un gran éxito y un contrato con Chant Du Monde, que publicó su primer LP en Europa, Minero soy, con el que ganó el primer premio de Mejor disco de la Academia Charles Cros, que contaba con 350 participantes de todos los continentes en el concurso internacional de Folclore. “París tiene que escucharte”, exclamó Édith Piaf, tras oír el talento de Atahualpa Yupanqui.


Sin embargo, en 1952 Yupanqui regresó a Buenos Aires y rompió su relación con el partido comunista, algo que mejoraría su carrera musical en Argentina, y mientras tanto, con su mujer Nenette, construyó su conocida casa de Cerro Colorado, Provincia de Córdoba. De manera que, su trabajo etnográfico alcanzó fama en la década de los 60, con los artistas Mercedes Sosa y Jorge Cafrune, que grabaron sus composiciones y lo volvieron popular entre los artistas más jóvenes.

Además de la carrera artística, Atahualpa jugaba al tenis, boxeaba, se hizo periodista y más tarde maestro de escuela, tipógrafo, cronista y un profundo observador del paisaje, del hombre y de sus angustias. Entre ritmos musicales, como bagualas, vidalas, zambas, gatos y chacareras, Yupanqui llenó el oído del pueblo junto a su amigo Ernesto Gómez Molina, en un camión con proyector y películas de William Hart Richard Dix. En 1947, lanzó su novela Cerro Bayo, que algún tiempo después fue convertida en guion para la película Horizontes de Piedra, con música y papel protagonista del propio Atahualpa Yupanqui. Esa película obtuvo el primer premio en el Festival de cine Karlovy Vary de Checoslovaquia, en 1956.


En 1964, Atahualpa, realiza su primera visita a Japón, en este país conoció todas las ciudades, desde las más pequeñas hasta las más grandes, hecho que le encantó, sobre todo al poder recordar el pasado de un país muy rico de cultura e historia. Así que de ese encuentro nació un poema titulado: “Hiroshima”.

Hiroshima
Como Ave Fénix, de las cenizas renaciendo.
Como una Sinfonía de Beethoven
que alcanza la alegría a través del dolor.
Como un héroe legendario resucitando en cada célula,
organizando el pulso de las arterias,
vigorizando el músculo,
lavando el alma con agua y luz de siglos
hasta recuperarte y consagrarte
al oficio y al libro,
al canto y la esperanza.
Labrador del futuro, gran sembrador del sueño,
Así mi corazón te siente, enamorado,
¡Hiroshima!
Qué noche fue tu noche, kimono desgarrado.
Cuando todo era sol sobre la tierra.
El horror sin fronteras, y la ciudad sin niños,.
Ni pinos en las sierras, ni arrozal en los prados.
Ni un ave, ni una flauta de bambú
contando historias bajo las estrellas.
Todo fue un gran silencio, sin salmo, sin adioses.
Ni lágrima ni salmo.
Sólo un inmenso asombro horrorizado.
¡Hiroshima!
Pero Dios custodiaba tu ternura,
Tu sagrada semilla, tu voz profunda.
Y te recuperaste, y renaciste,
Hasta pintar de nuevo la timidez graciosa del cerezo.
Y las madres pudieron en la tarde
Recomenzar el canto interrumpido.
¡Nem Kororó! ¡Nem Kororó!
Así te siente mi corazón enamorado.
Así te canta mi guitarra Argentina.
Así te digo adiós y en ti me quedo.
¡Hiroshima!

Yupanqui, en sus poemas establece comparaciones con otras obras literarias, incluso, la Editorial Aguilar publicó: Del Algarrobo al cerezo, cuyo fragmento de la obra literaria se puede leer aquí: “Vuelvo a la sombra de mis viejos algarrobos llevándome un tímido botón de tus cerezos. Yo me voy, con la noche me voy. Pero mucho de mí queda contigo, junto a los lotos en la bruma de tus lagos, en la nieve que decora el arrozal, en el misterioso azul del Fujiyama. Sayonara Japón… Sayonara”.

En otras palabras, Atahualpa Yupanqui heredó de los ancestrales indígenas la inquietud y el amor por la tierra. Fiel a su destino y sus creencias, Atahualpa murió el 23 de mayo de 1992, en Nimes, Francia. Para recordar a ese gran artista argentino, elegí la canción titulada “Le tengo rabia al silencio”.

¡Espero que la disfrutéis!

Jorge Martins de Almeida




“Le tengo rabia al silencio”

Le tengo rabia al silencio,
por lo mucho que perdí.
Le tengo rabia al silencio,
por lo mucho que perdí.

Que no se quede callado,
quien quiera vivir feliz.
Que no se quede callado,
quien quiera vivir feliz.

Un día monté a caballo
y en la selva me metí.
Un día monté a caballo
y en la selva me metí.

Y sentí que un gran silencio
crecía dentro de mí.
Y sentí que un gran silencio
crecía dentro de mí.

Hay silencio en mi guitarra,
cuando canto el yaraví.
Hay silencio en mi guitarra,
cuando canto el yaraví.
Y lo mejor de mi canto,
se queda dentro de mí.
Y lo mejor de mi canto,
se queda dentro de mí.

Cuando el amor me hizo señas,
todo entero me encendí.
Cuando el amor me hizo señas,
todo entero me encendí
y a fuerza de ser callado,
callado me consumí.
Y a fuerza de ser callado,
callado me consumí.

Le tengo rabia al silencio,
por lo mucho que perdí.
Que no se quede callado
quien quiera vivir feliz.


Fuentes consultadas:

3 comentarios:

  1. "Que no se quede callado
    quien quiera vivir feliz."
    Mensagem forte e fundamental.

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    1. Tienes razón...Sandra, gracias por tu comentario te deseo una buena semana!!

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