Entre los años 1819 y 1823, Francisco de Goya y Lucientes pintó las escenas que más asombro y admiración causaron: Las Pinturas Negras. Se trata
de catorce obras murales pintadas con la técnica de óleo a seco, o sea, sobre
paredes recubiertas de yeso. Después de su muerte, las pinturas fueron
trasladas a lienzos y donadas al Museo del Prado. Entre esas obras está El Perro semihundido, que no tiene nada "negro", como las otras, pero que expresa los sentimientos más oscuros de Goya. La
experiencia de admirarlas es única porque son sensaciones que afloran del
observador, que es invitado a vivir la locura del pintor que nació en
Fuendetodos, provincia de Zaragoza (Aragón), el pueblo de su madre.
El lienzo El
Perro semihundido está al fondo de la sala donde se encuentra la serie de sus Pinturas negras. Cuando entré en la sala del museo, miré ese cuadro. Por un momento, parecía que solo
existía él en aquella sala. Me sentí hipnotizado por su presencia, algo que nunca
había vivido. ¿Cómo un cuadro podía envolverme tanto? No sé si fueron sus tonos pastel, el
vacío que transmitía o la angustia, el aislamiento y la tristeza del perro. Todo
indicaba que era un cuadro abstracto, modernista.
Pero no, era un Goya, por supuesto, con toda su fuerza y genialidad.
Los tonos fueron lo que más me llamó la
atención, o eso creo, sobre todo porque me transmitió una cierta angustia, un
grado de nostalgia. Me hizo viajar por el pasado y buscar los eventos tristes y
melancólicos que ya había vivido. Después, fue el vacío.... un vacío que no
sería llenado con nada. Era como si la existencia humana fuera algo sin
sentido: ¿Para qué? o ¿Por qué vivimos? Parecía un agujero negro y que nada o
nadie ocuparía por completo aquel vacío, ni el amor.
En fin, miré al perro. ¿Qué buscaba? ¿Qué
miraba? ¿Buscaba pájaros? ¿A alguien? Creo que simplemente dirigía la vista al cielo para
hallar a Dios y suplicarle que aliviase su dolor o desesperación. Parecía que quería
partir porque no soportaba más quedarse solo, sufrir, vivir... ¿Estaría muriéndose
o sin fuerzas para proseguir su camino?
Lloré, puesto que no conseguí contener el
dolor ni la explosión de sentimientos que experimenté en aquel momento. Después
de volver a mi estado de normalidad emocional, miré los demás lienzos y
comprendí toda la angustia que Goya vivió. Parecía que la pintura El Perro semihundido fue un momento de lucidez, aunque
no de alivio. Las Pinturas Negras
representaban su estado de locura y me han hecho reflexionar sobre qué es la locura.
Me acordé del libro de Machado de Assis titulado El Alienista, que trata sobre este tema y se cuestiona si los locos
son los que están en el manicomio o fuera de él y que, tal vez, la locura sea
una forma de calmar las aflicciones del alma.
No obstante, este contexto se
puede relacionar con la obra El ingenioso hidalgo don Quijote
de la Mancha. En verdad, con el propio personaje, un hidalgo que sale de su
casa para vivir aventuras como caballero andante. En su locura combate monstruos,
la impunidad, la injusticia y se enamora de una doncella, Dulcinea del Toboso. Así
que si don Quijote expresa su locura en sus aventuras, Goya lo hace en sus Pinturas
Negras. Cervantes escribió sobre la locura y Goya la vivió. En mi caso, para
hacer referencia a los grandes nombres del arte español, elegí mi apodo: “Cervantito
El Perro”. Lo de “Cervantito” es porque siempre seré pequeño ante el gran maestro
de la Literatura española, Miguel de Cervantes, y “El Perro”, tomado de Goya, que pintó un cuadro
sencillo, pero capaz de transmitir tantas emociones y de hacer que los espectadores
reflexionen sobre su propia existencia. Por lo tanto, yo soy Cervantito El Perro.
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