Traducir el Quijote puede ser una
aventura menos peligrosa que luchar con un molino de viento, pero es la más
complicada y más demorada. Mientras que el Caballero de la Triste Figura
resolvía sus conflictos en unos pocos párrafos, con dos o tres días más para
poner las costillas en su lugar, yo me exprimí los sesos durante dos años, en
más de mil páginas, en una especie de carrera de obstáculos. No me quejo, así
como el Caballero tampoco se quejaba, aunque mis sesos no hayan vuelto a su
lugar, como sus costillas. Pero, en fin, todo esto son diversiones para los que
profesan nuestra orden.
A petición de Matinas Suzuki Jr.,
escribí un texto sobre la traducción que abre el libro. Allí, con argumentos y
ejemplos, trato de ser claro sobre la línea que sigue mi trabajo. En suma, entre
varias preocupaciones pequeñas, yo tenía tres grandes: la primera era mantener
el texto con un aire antiguo, algo que por cierto le cae muy bien, pero sin ser
ilegible para el lector de hoy; la segunda era no romper la energía ni tampoco
la agilidad de las escenas cuando el español, traducido literalmente, vuelve el
texto inconexo o burocrático y, por último, hacer cualquier cosa, incluso
recrear el humor de Cervantes, para que no tenga que explicar un chiste en una
nota a pie de página o dejarla que se destroce en el espacio. Es decir, lo que
viene a continuación es, sin duda, una charla de bar de esquina, en la que
puedo relajarme y contar con una pequeña ventaja.
La novela de Cervantes es de una
vitalidad impresionante, con innumerables páginas que corren a rienda suelta.
El lector está montado sobre un Bucéfalo o sobre un Silver. Por ello, me temo
que en la traducción del español al portugués, el lector se detenga en uno de
sus momentos de mayor lentitud y desconsuelo a lomos de Rocinante porque, si en
portugués Cervantes no tiene la misma energía y brillo, entonces el resultado
es un fracaso total, ¿verdad? Leer a Cervantes en busca apenas del sentido es
como leer sobre Cervantes. De ahí mi empeño para encontrar en portugués un
ritmo, una atmósfera, una melodía, para que el propio Cervantes se sintiera a
gusto.
Si en la traducción de un clásico, el
miedo a hacer retoques o ajustes en el texto conlleva consecuencias dañinas, lo
contrario, es decir, una edición general del texto, puede ser aún peor.
Encontrar el punto clave no es solo una cuestión de sentido común, materia que,
por cierto, no se enseña en las clases de traducción, sino también de astucia y
paciencia. Sin embargo, es necesario resolver una frase de cada vez, incluso
aunque se tenga que dejar de lado, a veces durante meses, hasta que se caiga en
la cuenta.
La traducción es el trabajo ideal para
un preso. El sujeto no tiene adónde ir, ni qué hacer, así que puede jugar con
las palabras, mirándolas al revés y de atrás hacia adelante. Puede consultar
sin prisa y con detenimiento todos los diccionarios. Puede meterse hasta el
cuello en la hamaca y echarse una siesta entre una página y otra. Fue, más o
menos, lo que hice yo, ya que en ningún momento tuve prisa ni la editorial me
la exigió. El equipo solo quería un buen trabajo. Es increíble, ¿no? En Brasil,
actuar con profesionalidad es, de veras, un lujo.
Otro agravante: los cuatrocientos años
entre nosotros. Actualmente, Cervantes no es fácil ni tan siquiera para los
españoles, basta con ver las últimas ediciones del Quijote, la
cantidad de notas a pie de página que explican lo que quería decir el autor.
Las palabras envejecen, pierden significados, ganan otros, cambian de sexo, se
hacen solemnes o ridículas, y caen en el limbo, o dicho de otro modo, viven
solamente en los diccionarios y en la cabeza de los expertos. ¿Comprendéis?
Adjetivos que Cervantes utilizó al huir de la pena, en los que me costaron
horas o días. Ser literal, en muchos casos, es la peor traición.
En lo que atañe a mantener el aire
antiguo, aunque sin ser ilegible, en realidad no es tan difícil. Por ejemplo,
en lugar de usar “requebro” se utiliza "galanteo". Si el escudo del
caballero es un tipo específico, “adarga”, ¡Paciencia! Pero, ¿para qué emplear
“agazapar” si “esconder” es una palabra más antigua y está en mejor forma? Por
haber descubierto que muchas palabras que fueron empleadas por Cervantes se
adhirieron al portugués escrito solo después de mucho tiempo, pienso que es
mejor no poner la mano en el fuego dadas las fechas encontradas en el
diccionario Houaiss. Véase
“voleo”. El Houaiss asevera que “voleio” es cosa del siglo XX.
Así que, en lugar de limitarme a las palabras de la época de Cervantes, amplié
la frontera hasta 1900. No obstante, desde 1900 no me pasé ni tan siquiera un
meñique. O, por lo menos, pienso que no.
En todo caso, hay otro problema:
palabras o expresiones que, aunque sean comprobadamente antiguas, suenan como
modernas. Es el caso de la palabra “esperto”, que evité usar, a pesar de la
tentación. O la expresión “forçar a barra”, que tiene el mismísimo sentido de
“tirar la barra". Sin embargo, el lector seguramente iba a sentir que
estaba tirando la barra. En otras palabras, aunque Dios no lo quiera,
muchas veces todo depende de nuestro oído.
Queda el caso del humor, pero como es lo
más serio, vamos a tratarlo por separado.
Ernani
Ssó
Traducción de Mei Santana
Excelente texto que reflexiona sobre una de las traducciones mas complejas. Gracias, una vez más, a Ernani por su generosidad y a Mei por su trabajo en esta sección.
ResponderEliminarPara mí fue un honor ser parte de este trabajo. Gracias a Marta y a Ernani por darme la esta oportunidad.
ResponderEliminar