Darío, un chico de dieciséis años, disfrutaba de la
vida con su gran amigo Luismi. Los padres de Darío estaban separados y se peleaban
mucho entre sí y también con Darío. Este no estudiaba y trabajaba en el taller
de un tal Caralimpia, un viejo delincuente. Darío era muy cínico y también
empezaba a transitar por los caminos de la delincuencia juvenil y callejera.
La película tiene una bella fotografía y está
ambientada en Madrid. Hay una buena banda sonora animada y alegre; se trata de
un drama bien humorado, eso sí, con el uso de palabrotas todo el tiempo. Gran
parte de las conversaciones se desarrollan a voces. Entre aventuras y
desventuras, se producen trampas en la escuela y también robos que acaban resultando
en castigos, incluso hasta dar en la Comisaría de policía.
Darío conoce a una señora mayor, Antonia, que recogía
muebles usados; entonces pasó a ayudarla. Darío, Luismi y Antonia formaban un tipo
de familia. Darío buscó a un padre sustituto, Caralimpia, así como también a una
madre, Antonia. Después de recorrer y desandar caminos, Darío se depara con la
realidad de las cosas de la vida y pasa un borrador en todo para empezar una
vida normal para un chico de su edad, o sea, estudiar y trabajar. La película
merece ser vista, hay mucho que aprovechar.
Darío se benefició de la familia disfuncional que
tenía para revelarse contra las peleas constantes entre su padre, su madre y él
mismo, para faltar a clase y practicar pequeños y medios delitos, como el robo,
por ejemplos. Cuando buscó a un padre sustituto en Caralimpia, se identificó con
un mal padre. Lo mejor hubiera sido buscar a un hombre bueno, tolerante, con
alguna honestidad para servirle de modelo. Antonia fue un buen hallazgo, una
madre trabajadora, luchadora, serena y generosa que había tenido una vida
difícil, aunque independiente. Darío añadió un hermano a su vida, con Luismi.
Así todo era como una familia, pero faltaba un padre.
Darío continuaba con la vida facilitada y seguía siendo
dependiente. Antonia sensibilizó a Darío, plantó una semilla de vida mejor. Luismi
parecía que era un buen chico, pero la amistad que tenía con Darío no le
permitía decir “¡NO!” a las propuestas de delitos hechas por su amigo. La
amistad, a la hora de ayudar a amigos de verdad, consiste también en contestar:
“mi querido amigo esta propuesta tuya no la acepto, no lo haré, no es correcto”.
Pero Luismi no conseguía decírselo.
Hay un refrán tragicómico que dice: "Sin padre
ni madre, ni perro que le ladre". Después de su último delito, Darío se
sintió como un verdadero huérfano. Sus padres lo rechazaron. Hasta aquí Darío
no había ganado nada, tan solo había perdido. Decidió trabajar para pagar la
deuda de los perjuicios causados en la tienda de piezas de motos donde había
practicado el robo, trabajar para sobrevivir y volver a estudiar. Luismi se
alegró cuando Darío le comunicó estas decisiones. La semilla de Antonia empezó
a germinar…
Paschoal Pedote
Una película excelente, con el reconocimiento de público y crítica. Merece mucho la pena dedicarle un tiempo para aproximarse a ella. Eso sí, es para un nivel C, dada la rapidez de los diálogos y el léxico de corte informal en la mayor parte de la cinta.
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