La
semana pasada tuve la experiencia de empezar en un nuevo empleo, después de dos
años trabajando junto a la presidencia de una cadena de droguerías. Desde el
primer día fui muy bien recibida por todos y pude ver que, en todo momento,
prevalece un clima de compañerismo y una buena relación entre los empleados y
sus jefes. El buen ambiente fue una de las cosas que más me atrajo en esta
nueva etapa de mi vida.
Para
compartir un poco de mi nueva rutina de trabajo y el buen ambiente que encontré
allí, me gustaría relatar algunos momentos que presencié en la oficina. Había
un jefe hablando con dos de sus empleados, en lo que a mí me parecía una
conversación para ajustar algunos puntos de comportamiento entre ambos. De
manera muy educada, el gerente dijo: "Juan, sabes que no está permitido fumar en las salas de reuniones… y tú, Martín, no debes insultar a Juan, ¡incluso si
estaba cometiendo un error!" Al final, me parece que todo quedó bien entre ellos
y el buen clima, una vez más, prevaleció.
Además de mí, allí hay otra persona que también ocupa un puesto de asistente ejecutiva.
Trabajamos juntas, compartiendo las actividades de la oficina. Uno de estos
días, por poner un ejemplo, le pedí ayuda: “Necesitaría que me hicieras un favor. ¿Podrías revisar estos documentos?” Ella, a su vez, a veces también me pide
cosas: “¿Me harías el favor de sustituirme el próximo miércoles? Necesito ir al
médico”. Y así las cosas caminan muy bien.
Al
contrario de lo que me ocurría en la oficina anterior, en esta no me podría
imaginar oyendo a alguien que me hablara sin educación, pero si algo así me
ocurriera, me sentiría a gusto para contestarle: “Te agradecería que no me
trataras así”, eso sin tener miedo de recibir una reprimenda. Por eso pienso que no
debemos desalentarnos cuando las dificultades surgen en nuestros caminos. Al
final, ¡todo sale bien!
Juliana de Almeida Sarti
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