"Los lunes, a las 7:00, llegábamos a la escuela un poco aburridos, puesto que la dificultad de abandonar nuestras camas cómodas aquellos días era especialmente grande. El aburrimiento y la pereza enseguida desaparecían de nuestros rostros, tan pronto como entrábamos en la clase y aquella sonrisa especial de la Señora M., como la llamábamos, nos esperaba y nos acogía mientras saludaba a cada uno de sus alumnos.
La escuela, en especial el aula donde teníamos
clases de lectura, tenía un aura mágica. Señora M. preparaba todo para que
tuviéramos clases inolvidables: la elección de los textos y libros trabajados,
el interés por el aprendizaje de cada uno de nosotros y la búsqueda incansable de la evolución de sus alumnos (también como seres humanos) siempre fueron únicas en su trabajo, ¡quizá por hacerlo con todo amor y respeto por el mundo!
Debido al gran interés con el cual conducía sus
clases y todo lo que hacía, los alumnos de la Señora M., en su gran mayoría, se
han convertido en adultos responsables no solamente tratándose de cuestiones de
educación sino también de trabajo y, más aún, ¡de vida! ¡Las ganas que teníamos
de aprender las lecciones y el ejemplo de vida que se presentaba frente a la clase,
nos ponían como límite nada menos que el cielo!
En pocas palabras, a mí me gustaría muchísimo
agradecerle a la Señora M. todo lo que soy y las conquistas obtenidas gracias a
sus clases y enseñanzas, después convertidas en una verdadera amistad. Finalmente, después de varios años intentándolo, le tocó la lotería y, merecidamente,
regresó a España en unas vacaciones eternas… de esa manera, ¡queda aquí un gran
abrazo de alguien que te admira muchísimo!"
Juliana de Almeida Sarti
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