¡Hola, mis queridos correveidileanos!
¿Cómo estáis? Bien y cada vez disfrutando más con la información del blog, ¿no es verdad? Así, por lo menos, lo creo yo… Bueno, ya que en Brasil en el mes de junio celebramos la diversidad sexual, os informo que seguiré abordando cuestiones de género y del género de las palabras en mi sección, como un modo de expresar el femenino y masculino en la lengua española. Entonces, a ver qué nos queda por analizar...
¿Cómo estáis? Bien y cada vez disfrutando más con la información del blog, ¿no es verdad? Así, por lo menos, lo creo yo… Bueno, ya que en Brasil en el mes de junio celebramos la diversidad sexual, os informo que seguiré abordando cuestiones de género y del género de las palabras en mi sección, como un modo de expresar el femenino y masculino en la lengua española. Entonces, a ver qué nos queda por analizar...
En la evolución de muchos sustantivos, el proceso habitual suele ser que los que tradicionalmente
eran masculinos pasen a ser comunes y de ahí a tener una forma femenina plena,
sobre todo aquellos que pertenecen a ámbitos a los que la mujer se ha ido
incorporando paulatinamente (el socio, la socio, la socia;
el juez, la juez, la jueza; el obispo, la obispo, la obispa, y así muchos
más).
Así pues, muchos de estos
sustantivos que antes eran considerados comunes, en cuanto al género y que
hacían el masculino en –o,
presentan hoy el femenino en -a: abogado, árbitro, arquitecto,
fontanero, ministro, etc. La Gramática
indica que: “... se ha comprobado que la presencia de marcas de género en los
nombres que designan profesiones o actividades desempeñadas por mujeres está
sujeta a cierta variación, a veces solo desde tiempos relativamente recientes”.
La lengua ha acogido, pues,
en ciertos medios voces como bedela, coronela, edila,
fiscala, jueza, médica o plomera, pero estas
y otras voces similares han tenido desigual aceptación en función de factores
geográficos y sociales además de propiamente morfológicos.
La
RAE siempre ha ofrecido la forma plenamente femenina de aquellos cargos y
profesiones que, de acuerdo con la morfología de la lengua española, pueden
tenerla. Se recomienda, por
ejemplo, pilota, obispa o edila. Y lo hace
siendo consciente de que tienen una aceptación irregular, porque es sabido que
a muchas personas “les suenan mal o raro”, pero también de que el hecho de que una palabra suene “bien o mal” no es en sí un
criterio lingüístico.
Los hablantes, al final,
son quienes siempre deciden. Se trata de que esa sea una decisión informada
entre opciones gramaticalmente válidas y correctas, para que la gente sepa que
puede decir la juez y también la jueza, después ya
es cada hablante quien empleará una palabra u otra. Las que triunfen, las que
más se empleen, serán las que se quedarán y permanecerán vivas en el caudal
léxico de la lengua; las otras caerán por su propio peso en la evolución del
español.
La Academia indica que “han
desaparecido casi por completo los sustantivos femeninos que designaban
antiguamente a la esposa del que ejercía ciertos cargos (coronela, gobernadora, jueza), y se han impuesto los
significados en los que estos nombres se refieren a la mujer que pasa a
ejercerlos”. Aun así, también explica que “se percibe todavía en algunos
sustantivos femeninos cierta carga depreciativa o minusvalorativa que arrastran
como reflejo de la cultura y de la sociedad en las que se han creado”. Muchos
de esos sustantivos aún conservan esa acepción en el Diccionario académico,
pero suelen ir precedidas de una etiqueta que avisa de que hoy son poco usados.
Entonces,
se cree que la mejor manera de
que esas voces dejen de tener esa carga peyorativa es usarlas con naturalidad
en los contextos adecuados, emplear árbitra cuando la jueza
de un partido es una mujer, pilota cuando en el
Dakar compite una mujer, presidenta, ingeniera, médica
o arquitecta cuando estemos ante esas profesionales.
Superar el chascarrillo fácil y emplear esos sustantivos femeninos con la misma
naturalidad con la que se emplean sus equivalentes masculinos.
La Gramática académica indica que “suelen ser comunes en cuanto al
género los sustantivos que designan grados de la escala militar”. La RAE no
recomienda la soldada, señala que es común emplear las mujeres soldados y las soldados. En
América se documenta comandanta, generala, sargenta, tenienta,
etc. Capitana es más frecuente para la mujer que dirige una
nave y un equipo deportivo, y sargenta, por
ejemplo, figura en el Diccionario académico con las acepciones de “mujer
autoritaria” y “corpulenta”.
Muchas personas sienten
resistencia a formar determinados femeninos (música, química, jardinera).
Los motivos son diversos, pero en ocasiones se señala el hecho de que esas
palabras “ya significan otra cosa”. Música y química, en efecto, se emplean ya para denominar sendas
disciplinas y una jardinera es un tipo de macetero.
Lingüísticamente, sin embargo, esto no es una objeción. La polisemia es un
fenómeno normal en el léxico, sucede con muchas otras palabras: el frutero, sin ir más lejos, es tanto el señor al que
le compramos la fruta como el cuenco en el que se almacenan en casa.
Frutero |
De
todo este panorama se pueden extraer dos conclusiones: la primera es que la
lengua, como manifestación cultural, es un ente vivo; la segunda, que las
mujeres pueden y deben apropiarse de ella como herramienta en la búsqueda de
más igualdad de género. ¡Que avancemos!
Como
siempre, espero haberos entretenido.
La Duquesa
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