Sin
duda, es interesante verificar que todas las sociedades poseen supersticiones y
creencias propias (aunque existan muchos puntos en común), las cuales remontan a épocas
antiguas. Este hecho no se relaciona con una falta de conocimiento o
incapacidad intelectual, sino con la necesidad del ser humano de justificar o
explicar las situaciones vividas, el acaso o, inclusive, la incertidumbre de la
vida.
En
primer lugar, es esencial definir una superstición, que consiste en relacionar
una acción o circunstancia con un resultado de mala suerte o fallido, pero sin
que exista efectivamente una prueba para comprobarlo. Incluso, se trata de un comportamiento
que no depende del nivel de religiosidad de la persona, puesto que la investigación
del sociólogo André Canteras Murillo y el INJUVE, intitulada “Sentido, valores
y creencias entre los jóvenes”, demostró que un 60% de los encuestados “creían
en algo”, mientras que un 70% de ellos “no daban importancia a la religión”.
En
segundo lugar, hay manías que se mantienen vivas desde hace más de 4 mil años,
como la asociación del número 13 a la desgracia. Los babilonios tenían un
calendario de 12 meses al que, cada 4 años, se añadía 1 mes extra. Sin embargo,
en la astrología este número representaba malignidad o contagio y, eso, colaboró
con la difusión de la costumbre, especialmente en Occidente. En varios países
no hay habitaciones con el 13, ni camas en hospitales, ni pisos en edificios,
ni calles o avenidas (como en Madrid). Otro ejemplo es el mal de ojo, cuyas raíces
están en el antiguo Egipto, Babilonia, en sumerios e hititas. En concreto, está
basada en la transmisión de malos sentimientos por medio de los ojos, que son
la parte más expresiva del cuerpo.
En
tercer lugar, se subraya que algunas creencias varían durante la Historia, o según
la cultura. Si el 13 es mal augurio en Occidente, en países asiáticos como Japón,
China y Corea el 4 corresponde a una palabra de muerto y nunca es
empleado. El gato negro, que ha sido tratado como objeto de culto por ser considerado un animal mágico, de prosperidad o de buena suerte
por los marineros, se convirtió en uno de los signos más perjudiciales en los
últimos siglos a causa de la Inquisición, que lo asociaba con las brujas y, en
consecuencia, le infligía diversos tipos de tortura (que infelizmente continúan
siendo practicados hasta hoy).
Independientemente
del tipo de creencia, estos comportamientos no dependen del conocimiento de la
humanidad en términos físicos o tecnológicos, ya que en los días actuales
siguen vivos rituales de cultos, saberes e ignorancias esotéricos, así como
otro sinfín de supersticiones. Es decir, en España hay una caída de un 85% de
las bodas en martes 13 y la Sociedad Española de Parapsicología divulgó
que se gastan más de 1000 millones de euros en adivinos y videntes. En
definitiva, se concluye que los hechos sin explicación, las coincidencias y
los infortunios que uno padece carecen de una explicación, que la ciencia y las
religiones no pueden justificar, de tal manera que la gente busca en leyendas,
tradiciones y creencias una explicación que le traiga confort, así como que le
ayude a vivir mejor, además de tener un efecto psicológico que no se puede
ignorar.
Alumna: Érika W. O. Fernandes
Nivel: C2
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