El
Gacetero
La perfección es algo que no existe, ni siquiera en
la naturaleza. El ser humano está lejos de ser perfecto, por eso buscar el cuerpo impecable no tiene sentido. En el mundo cruel en el que
vivimos, la dictadura del cuerpo magnífico obliga a todos, especialmente a las mujeres, a urdir sacrificios inimaginables. La estética
del cuerpo, o de la
belleza, se revela según
el patrón que se determina en la sociedad. ¿Quién determina tal estándar? No lo sabemos.
La belleza y la fealdad revelan el estado de ánimo de cada uno (o una), que siempre demuestra un inconformismo (del
cuerpo) increíblemente sin sentido. Sería bueno que tuviéramos
un hada madrina que pudiera transformar nuestros cuerpos según nuestro deseo (o nuestra belleza o fealdad). Sin embargo,
no es posible tener un cuerpo
perfecto sin tejer sacrificios. Esta es la realidad: para un cuerpo idealmente perfecto, los sacrificios que
generan sufrimientos son
necesarios, exponiéndose a un sadomasoquismo intempestivo.
La vida sería más fácil y alegre si aceptáramos nuestros cuerpos. ¿Por qué no podemos poseer y apreciar la diversidad de los cuerpos? El mundo es más encantador con cuerpos gordos, delgados, bajos, altos, con o sin culo, con o sin pechos, con o sin pelo, de colores oscuro, blanco, pardo o amarillo. Qué aburrido sería que todos los cuerpos fueran iguales, consolidándose la monotonía del patrón (social). ¿Por qué no podemos ser distintos? No obstante, debe prevalecer el respeto a la decisión de cada persona de tener el cuerpo que quiera, vestirse como desea, expresarse como le apetezca. Aunque eso sería un mundo perfecto, ¿verdad?, en el que el prejuicio es un pariente lejano.
Entonces, sigamos con nuestra neurosis de
alcanzar la perfección de los
cuerpos. No obstante,
lo que realmente sucede es que esta búsqueda termina deformándolos, porque se pierde su equilibrio y harmonía natural, por causa de nuestra vanidad, orgullo y estupidez. Lo que tiene un valor real es la belleza
interior, que va más allá del ser y disfraza (o enmascara) las imperfecciones de una mirada ajena. Esta belleza perpetra
una vida más feliz, menos
dolorosa y más diversa, sobresaliendo
la individualidad de cada persona.
Si el mundo no es perfecto, ¿por qué tenemos
que lograr cuerpos magníficos? Si el carácter de los seres humanos denota
perfectible, ¿por qué buscar
la perfección en los cuerpos que un día dejarán de existir? La gran belleza es envejecer con sabiduría y disfrutar de la imperfección de cada ciclo de la vida. En caso contrario, la vida no valdrá la pena, porque reinarán el sufrimiento y la insatisfacción
agobiantes.
Muito bom!
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