Así pues, llego al final de la serie La otra mirada. No puedo decir si estoy feliz o triste. Quizás más triste que feliz, porque fue una serie que me encantó y me hizo reflexionar sobre varios puntos de la vida y el papel de la mujer en la sociedad. Un esfuerzo que continúa hasta hoy en la sociedad contemporánea. Pero también puedo decir que estoy feliz por haber tenido la oportunidad de verla y haber sido mi compañera durante un año lleno de momentos difíciles. Pero dejémonos de llantos y hablemos sobre el último capítulo.
La Academia corre el peligro de dejar de existir en la
historia de Sevilla, como instituto que educa a las jóvenes adolescentes para
que ocupen su lugar en la sociedad de los años 20 y 30. Este hecho está
orquestado por los Peralta, como venganza. Se trata de una demostración de
poder, sin duda, al poner a las mujeres de la Academia en el lugar que les
corresponde en una sociedad dirigida por hombres. Por otro lado Manuela, junto
a sus profesoras y alumnas, resisten al máximo, física y psicológicamente.
Buscan estrategias legítimas para combatir el abuso de poder de los Peralta,
pero sin éxito. La violencia grita más fuerte y se impone la fuerza bruta y
salvaje para invadir la Academia, incluso usando armas de fuego. La policía
tiene la intención de dominar el sitio con muertes, si es necesario.
Antes de poner fin a esta invasión, tomemos un descanso
para analizar algunos eventos paralelos. Flavia sale de su escondrijo y se
dirige al Instituto para ayudar a sus compañeras. Su actitud irresponsable e
inmadura representa el ardor de su típica rebeldía, corriendo el riesgo de ser
arrestada y perder la oportunidad de escapar con su gran amor. Sí, una vez más,
la pareja planea irse de Sevilla y vivir en otro sitio donde puedan ser libres
y felices. Sus amigas la convencen de que deje la Academia sin que la vean, de
una manera que se asemeja a los trucos cinematográficos de Hollywood.
Por muy poco Flavia no pierde el barco para escaparse con su Romeo, quien casi se desespera sin saber qué hacer. No obstante, la pareja romántica de la serie vive un final feliz, se escapan juntos para vivir su gran amor. Asimismo, Tomás actúa de un modo poco convencional para ayudar a Manuela a recuperar el instituto, enfrentándose a su padre, promoviendo una discusión para quedarse solo en su oficina y así poder robar el documento que oficializaba la adquisición de la Academia. Sin duda, el joven es el héroe del último capítulo, ya que les da la oportunidad de revertir la invasión y huye con el amor de su vida (¡Qué romántico!).
Con el contrato en la mano, Manuela tiene munición para enfrentarse al señor Peralta y recuperar el instituto. Sin embargo, no lo hace, la astucia de su oponente es mayor y se toma una decisión radical. En ese momento, se muestra la importancia de la diplomacia para resolver conflictos que se consideran el bien común, por encima de los intereses personales. La Academia seguirá existiendo, pero sin la dirección de Manuela y, como contrapartida, ella no procesará a los Peralta, evitando escándalos, así como mayores pérdidas económicas para sus negocios. Ambos supieron ceder para que, al final, hubiera paz.
Este final fue interesante porque yo esperaba que hubiera
un único ganador. Quizás podamos aprender, “desde dentro”, que la diplomacia
puede ser la herramienta más útil para luchar contra los conflictos y promover
la armonía en nuestra sociedad. Creo que no quiero escribir más sobre este
capítulo porque ya me causa dolor en el alma saber que no voy a disfrutar más de
la serie que me hizo ver la vida de otra manera, así como también evaluar mejor
la sociedad en la que vivimos. Ahora solo tengo recuerdos, buenos recuerdos,
para siempre. Parece que es un poco exagerado por mi parte, pero la serie
realmente me conmovió en lo más profundo, volviéndome más maduro después de
este largo contacto con las mujeres de la Academia. ¡Qué tengamos siempre otra mirada sobre nuestras vidas!
Cervantito, el perro
No hay comentarios:
Publicar un comentario