Juliana
de Almeida Sarti
A los amantes de los libros, cuando se les invita a ver
una película o serie basada en un clásico de la literatura, lo primero que se les
viene a la mente es que se van a encontrar una obra de inferior calidad, dado el
alto nivel que en los originales se encuentra. Confieso que, antes de empezar a
ver los capítulos de la serie dirigida por Manuel Gutiérrez Aragón y lanzada
por RTVE en 1992, tuve el mismo sentimiento, que pronto se vino abajo y cuya
experiencia cultural pretendo compartir en las siguientes líneas.
Basada en la obra maestra de Miguel de Cervantes o, mejor
dicho, en la primera parte del libro que se convirtió en el símbolo de la
literatura española por todo el mundo, ya desde el principio se puede ver a un
Quijote absurdamente vivo y real, tal es la competencia con la que Fernando Rey
da vida al personaje. Asimismo, Alfredo Landa representa al fiel escudero del
“caballero de la triste figura”, cargado de ligereza y astucia. Se podría
decir, incluso, que su personaje ha evolucionado muchísimo a lo largo de la
serie.
Por lo que se refiere a la semejanza con el original, se
percibe que, en su esencia, la serie posee un alto grado de fidelidad. Pongamos
por caso las muchas escenas en las cuales algo trágico ocurre, pero que lleva a
los espectadores a la risa. ¿No sería esa la misma sensación que tenemos frente
al libro de Cervantes, es decir, la de bucear en una novela cómica, aunque
llena de elementos trágicos, tal cual nuestras propias vidas?
Por último, me gustaría invitarles a ver la serie, pues de verdad que merece la pena. Son 5 capítulos cortos, con cerca de 50 minutos cada uno, en los cuales es posible reflexionar sobre la maestría no solo de Cervantes, sino también de todos aquellos que dieron vida a sus mágicos personajes.
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