Omar Sandoval
En mi caso, me he preguntado muchas veces sobre mi identidad como persona, pregunta que se extiende a mis ascendentes familiares. Mis apellidos son de origen español, pero eso no prueba que todos mis ancestros estén en España o en algún otro país de la cuenca del mediterráneo, ¿o sí? Los ascendentes de mi familia, por la línea materna, vivieron en el área geográfica ocupada por la etnia Xinca, (Jutiapa, Jalapa, Santa Rosa) cuyo origen, según antropólogos y etnólogos expertos, no guarda una relación directa con los mayas o con las etnias provenientes de México, como los aztecas o náhuatl.
Asimismo, la teoría del
origen del hombre americano (entendido en el sentido estricto del continente)
asegura que los ancestros de los pueblos originarios de América provenían del
área geográfica del sudeste asiático, mediante la migración a través del
estrecho de Bering que conecta Alaska, en el cabo del Príncipe de Gales, con el
cabo Dezhneva en Rusia, en una remota época en la que se congeló el agua del
estrecho, durante la última glaciación, convirtiéndolo en un puente
transitorio. Así que ahora, es posible buscar nuestros orígenes en los pueblos
asiáticos o de la Rusia mongólica. No tengo en la región interglútea de mi
anatomía la famosa mancha mongólica que me podría vincular a un origen
asiático, pero eso tampoco lo descarta.
Por el momento, me conformo
con saber que soy una mezcla de xinca/español y, como los españoles fueron, a
su vez, invadidos y colonizados por los árabes, también podría tener algo o
mucho de esas etnias orientales e incluso de los enigmáticos godos. Entre los
llamados pueblos originarios de Guatemala, cabe mencionar a los grupos xincas, mayas
y otros diversos subgrupos del tronco maya o náhuatl, quiché, cachikel, quekchí,
tzutujil. Los de la etnia quekchí, a su vez, se mezclaron con las etnias
garífunas del caribe, dando origen justo a la etnia de los “caribes negros”.
Todos esos pueblos originarios y sus “mezclas” tienen más o menos claro su
origen inmediato.
Los que nos llamamos ladinos,
en Guatemala, somos supuestamente una mezcla de españoles con los remanentes de
las etnias mayas y las etnias xincas. Y es, en esa última mezcla subespecífica
(no racial, como de modo equivocado se ha hecho creer, ya que no hay razas
humanas, sino una sola especie humana con sus variaciones étnicas), en la que
yo, en lo personal, tengo acendrado mi origen. ¿Qué implica conocer nuestros
orígenes inmediatos? Las implicaciones son más que todo de orden cultural, pero
también político.
Para quienes hemos leído y
estudiado el libro de Severo Martínez Peláez (1,1998), La patria del criollo, sabemos que hay también un linaje de
personas que ocupan nuestro territorio nacional que se consideran (o son)
descendientes directos de los conquistadores o de los inmigrantes de la
península ibérica; entre los que podríamos mencionar, por citar alguno, al Clan
Aycinena, uno de cuyos descendientes fue mano derecha del presidente de la República
de Guatemala, el general Rafael Carrera, y con posterioridad también presidente
de la República. Las personas, por la razón que sea: orgullo, vanidad, vacío
existencial o ejercicio de la violencia política, suelen evocar su linaje como
algo de mucha importancia, como si su origen lo diferenciara por completo del
resto de la especie humana, como haría un ciudadano de Andrómeda, por ejemplo.
La conciencia de clase y de
linaje es la base intelectual para las conductas racistas (aunque no existan
tales cosas como razas humanas), en especial cuando se ejercen, de arriba hacia
abajo, en las jerarquías de poder. En Europa y los Estados Unidos, el linaje de
los blancos caucásicos anglosajones, de la Europa central y Septentrional se
jacta de ser la supremacía racial del planeta Tierra y que por origen, linaje o
voluntad divina -según ellos- están autorizados a sojuzgar a los demás
mortales, a quienes consideran “inferiores”, miramiento que no tiene un
fundamento científico.
La supremacía white va ligada a la supremacía de la
apropiación de los recursos del planeta y de la especulación financiera a su
antojo. Y, de modo paradójico, esa depravación de los recursos, que lleva a la
pobreza de los demás grupos humanos por sustracción, la esgrimen como argumento
de la falta de emprendimiento de las personas sojuzgadas, en una falsa igualdad
de oportunidades. La cita de la jerga de la teoría de Carlos Marx en este momento
no es para apoyar el socialismo marxista leninista, sino tan solo para aclarar
las categorías de la lucha de clases que este filósofo y economista describió: “El
ser social determina la conciencia social”. No es raro que un europeo blanco
caucásico (su ser social) determine su conciencia social de clase: se verá a sí
mismo como blanco caucásico, con todos los beneficios y prerrogativas que esa
conciencia acarrea.
Por el contrario, quien
escribe este breve ensayo, y se considera a sí mismo como una mezcla de etnia
xinca/española, tiene conciencia de su clase marginal en el mundo y de la
dificultad de acceder a los poderes de las élites ya mencionadas, por mucho
empeño que tenga en escalar hacia la plataforma de los multimillonarios. De
todos modos, no me interesa, y nunca ha estado dentro de mis propósitos
existenciales, ser un millonario o multimillonario; lo encontraría demasiado
grotesco e inútil.
Para no hacer demasiado largo este escrito, solo me falta decir que nuestros orígenes como especie son aún más asombrosos y reveladores. Aunque sabemos que hay una enorme variedad en la expresión fenotípica de la especie humana: blancos caucásicos de ojos azules, negros de pelo ensortijado, amarillos con epicanto y baja estatura, hispanos brown (morenos), indígenas americanos y australianos, y tantas otras más, el sustrato genotípico es prácticamente el mismo, con variantes irrelevantes. Así que, para rematar, hay que recordar que, de acuerdo a los estudios avanzados de antropólogos calificados, el origen del hombre (Humano, Homo), más allá de su calidad de homínido, ocurrió con probabilidad en el África subsahariana, desde donde emigró y se dispersó en una diáspora increíble hasta colonizar todo el viejo mundo y después todo el planeta.
1. (Referencia bibliográfica: Martínez Peláez, Severo. La patria del criollo: ensayo de la interpretación de la realidad colonial guatemalteca. Editorial del Fondo de Cultura Económica, México, 1998).
© Omar Sandoval
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