Según el DRAE, se define por locura “la privación del
juicio o del uso de la razón; despropósito o gran desacierto; acción que, por
su carácter anómalo, causa sorpresa o, aún, exaltación del ánimo o de los
ánimos, producida por algún afecto u otro incentivo”. Así que, por lo que se
refiere al personaje tema del presente texto, la última definición de ajusta
como un guante.
Aunque Juana se convirtió en la única heredera de las
coronas de Castilla y Aragón en el año 1500, su destino como reina claramente
se convertiría en un enredo lleno de conflictos, de los más variados intereses.
Considero que la alianza entre su propio padre, Fernando el Católico (que
realmente era rey solo de Aragón), y su marido, el archiduque Felipe de
Habsburgo, fue la más sucia de todas ellas, puesto que la codicia superó los
lazos familiares.
Por otro lado, está el tema de su locura, de ahí el apodo
Juana “la Loca”; diversas son las teorías de la causa de sus afectaciones, pero
la más aceptada es la de que Juana hubiera enloquecido debido al amor enfermizo
que sentía por su marido, a pesar de sus infidelidades constantes. Es decir,
gracias a una mezcla de pasión exacerbada con celos extremos, Juana fue
encarcelada en un palacio durante 50 años, como un intento de mantenerla
alejada del trono. Así pues, para algunos, la verdadera prueba de su enfermedad
mental vendría tras la muerte del archiduque, cuando empezó a visitar el
cadáver, acariciándolo y besándolo como si estuviera vivo.
En conclusión, queda la historia de Juana para la
humanidad, como una invitación a reflexionar hasta qué punto merece la pena
enfermarse de tal forma por amor, en vez de poner el amor propio por delante de
todo.
Juliana de Almeida Sarti
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