De acuerdo con la RAE, llamamos “gil” o “gila” a una
persona simple, incauta o, en las entrelíneas, a un tonto desprovisto de
entendimiento. Al principio, entretanto, los giles eran de un pueblo de la
comarca de Trasmiera, pero con fines de desarrollar esta crítica, quedémonos
con la definición inicial del DRAE.
En su película, La
odisea de los giles, el director Sebastián Borensztein retrata el período
de restricciones económicas ocurridas en Argentina, entre 2001 y 2002, conocido
como “corralito”. En ese momento, la población tenía acceso restringido a los
valores monetarios depositados en sus cuentas bancarias o de inversión, entre
otras. Fue un período de fuerte recesión económica en el país, que estuvo bajo
el mando de Fernando de la Rúa hasta el pico de las manifestaciones populares
que se produjeron por el “corralito”, cuando este anunció su renuncia al poder.
En cuanto al grupo de personas retratadas en la
película, podemos decir que cada personaje lleva consigo características de la
población local en ese momento: trabajadores engañados, que a su manera
lucharon por lograr mejores condiciones de vida y que, de repente, se
encontraron sin los pocos bienes materiales que les quedaban. En una mezcla de
indignación, con esperanza de recuperar mínimamente su dignidad, las
dificultades de los miembros se están desarrollando lentamente. Esto parece
culminar en el pico de una acción que se produce cuando el plan para recuperar
sus posesiones comienza a ponerse en práctica, de manera refinada y dotado de
mucha inteligencia, confrontando la definición de “gil” presentada al inicio.
En conclusión, podemos decir que la película de Sebastián
Borensztein nos lleva a pensar en las consecuencias que un momento de crisis
puede traer al comportamiento de las personas, además de plantear un debate
sobre la influencia de las políticas públicas en la vida de cada uno de
nosotros. Aparentemente, nos queda reflexionar sobre estos momentos y prestar
atención al elegir a los gobernantes que controlarán nuestras ciudades, estados
o países, siempre exigiéndoles honestidad y transparencia.
Juliana de Almeida Sarti
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