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Mata Hari, según parece, aprovechó su agenda de conocidos en ambos bandos para ofrecer sus servicios a Kraemer, jefe del espionaje alemán, con la esperanza de poder volver a la neutral Holanda con sus pertenencias a salvo. Lo cierto es que Kraemer piensa en ella para sonsacar información a los militares franceses a cambio, como es natural, de sumas considerables. Tras un regateo inicial, Mata Hari acepta y se convierte en la agente H-21. Pronto sus actividades en Madrid, donde en 1915 se veía con un oficial germano, despertaron las sospechas de la inteligencia aliada, que empezó a vigilarla. En 1916, Mata Hari volvió a París. Acorralada por el capitán Ladoux, del espionaje francés, que andaba tras sus pasos, se ofreció para trabajar como agente doble para Francia.
La realidad es que fue de nuevo en Madrid donde siguió espiando para la embajada alemana
como la agente H-21, pero
sus mensajes fueron interceptados por Ladoux, que le tendió una trampa para que
regresara a Francia. El 13 de febrero de 1917 fue arrestada y sometida a
juicio, tras el cual se la condenó a muerte acusada de aprovecharse de las relaciones
íntimas para trabajar como agente de Alemania. Mata
Hari aseguró que amaba a los militares de todos los países y que solo se
acostaba con ellos por placer, no para sacarles información.
Así que fue procesada
ante un tribunal militar en París, a acusada de haber entregado secretos
militares franceses a los alemanes, información esta tan vital que habría
costado la vida de no menos de 50 000 franceses. Tras un juicio sumarísimo en
el que no llegaron a presentarse pruebas concluyentes, Mata Hari fue fusilada
en la fortaleza parisina de Vincennes, el 15 de octubre de 1917. Genio y figura
hasta el final, se negó a que le vendaran los ojos y, antes de recibir las
balas, les lanzó un beso a los soldados del pelotón. Tan solo tenía 41 años.
Dado que su cuerpo
nunca fue reclamado por ningún familiar, el cadáver fue entregado a los
estudiantes de Medicina para ser usado en las prácticas en la facultad. En
aquella época, era un hábito que los cuerpos de los criminales y delincuentes
ajusticiados fueran utilizados en las clases de anatomía. Su cabeza,
embalsamada, permaneció hasta 1958 en el Museo de Criminales de Francia,
momento en el que desapareció, tal vez robada por algún admirador con gustos
necrófilos.
La negativa del Estado francés a desclasificar la documentación de su proceso, transcurridos los cincuenta años de su muerte, mantiene sin esclarecer multitud de aspectos y ha contribuido a mantener una aureola de misterio en torno a su figura. Sin embargo, y pese a su posible inocencia que ya había proclamado durante la causa, Mata Hari ha pasado a la cultura popular como prototipo de femme fatale.
Reflexión en voz alta
Una legendaria bailarina
holandesa que escapó de una vida provinciana para convertirse en una mujer
fuera de su tiempo y que manifestaba una inmensa atracción por los uniformes. Ella
misma lo declaraba: "Desde chica me fascinaron los
uniformes”. La espía, durante
el proceso que la investigó y la condenó a muerte afirmó: "Amo a los militares. Los he amado siempre y prefiero ser la amante de
un oficial pobre que la de un banquero rico".
Y, en efecto, en esos uniformes vendrían envueltas las sensaciones más intensas
de su vida, la boca sonriente y tibia del amante y la boca fría y letal de los
fusiles apuntados a ella. Hollywood la eternizó convirtiéndola en un mito, a partir de la película Mata Hari (1931) protagonizada por Greta Garbo.
Fotograma de una de las muchas producciones de Mata Hari llevada a la gran pantalla |
Desde entonces, ha habido cerca de 50 películas y series de televisión sobre la espía, todas ellas basadas libremente en su vida. Ajusticiada hace cien años, la Mata Hari ficticia sigue viva en el imaginario occidental. Sin duda, es evidente que pocas mujeres han despertado tantas y tan desgarradoras pasiones, así como sembrado tantos y tan contradictorios misterios. Bailarina exótica, mentirosa compulsiva, espía no muy al uso, era capaz de venderse al mejor postor. Todo esto es verdad, como también lo es que sus dotes de seducción, su cuerpo desnudo, contorsionándose con mayor o menor gracejo, atrajo a multitud de hombres que, con su magnetismo innato, supo convertir en unos tontos postrados a sus pies.
Pepe
Cocodrilo
Notas bibliográficas y citas:
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